SANTA FE
En la ciudad capital, los comicios de hoy tienen un escenario
especial. Las inundaciones de 2003 siguen gravitando en una
porción importante del electorado. Una campaña muy rara.
› Por Juan Carlos Tizziani
Desde Santa Fe
La primera elección sin ley de Lemas en Santa Fe en una década responderá hoy el gran interrogante: ¿Los santafesinos volverán a expresar su malestar político en las urnas? ¿O traducirán el descontento en votos positivos? La crisis de representación ya se manifestó en la ciudad capital hace dos años, en la contienda del 7 de setiembre de 2003, cuando los votos en blanco superaron al concejal o al senador del Partido Justicialista más votado. Y se repitió hace dos meses, el 7 de agosto, cuando la mitad de los electores no concurrió a las urnas y casi un 20 por ciento votó en blanco o anuló su voto. El domicilio político de Carlos Reutemann y Jorge Obeid, los hombres que se intercalaron el poder en la provincia en los últimos 16 años -el doble de los ocho anteriores de José María Vernet y Víctor Reviglio- se ha convertido en la capital del voto bronca.
La primaria abierta y simultánea del 7 de agosto es una fotografía reveladora:
* Sobre 267.000 electores en la ciudad de Santa Fe -en números redondos-, votaron 175.000 (el 65,58 por ciento del padrón). Uno de los índices de asistencia más bajos de la provincia.
* El ausentismo fue significativo: 92.000 personas se quedaron en su casa (el 34,42 por ciento).
* Y a esto se agregó otro fenómeno. Sobre el total de votantes (175.000), hubo 141.000 votos afirmativos. Lo que significa que 34.000 santafesinos optaron por el voto en blanco (14.000, el 7,97 por ciento) o anularon su voto.
* Volvamos al principio: si estaban en condiciones de votar 267.000 electores y los votos afirmativos sumaron 141.000, la crisis de representación política quedó a la vista: 126.000 santafesinos optaron por la abstención, anularon su voto o votaron en blanco. Un universo que coincide -y así lo entienden muchos- con la cantidad de víctimas de la catástrofe del río Salado que dejó un tercio de la ciudad bajo agua el 29 de abril de 2003.
El 7 de agosto se manifestó la bronca, pero también el PJ perdió el invicto.
El Frente Progresista cosechó 61.000 votos -entre sus candidatos- contra los 40.800 del Frente para la Victoria. Y el ARI quedó tercero con casi 15.000 adhesiones. ¿Volverán a repetirse hoy estos resultados? ¿Podrán entre las tres fuerzas sumar más de las 116.800 voluntades que movilizaron juntas hace dos meses? La campaña electoral fue rara. Tan rara como la del 7 de agosto. Santa Fe elige concejales, renovará la mitad del Concejo Municipal sin ley de Lemas.
Pero el candidato oficialista Rubén Mehahuod apareció en los afiches de calle con todos: el presidente Néstor Kirchner, el gobernador Obeid, Reutemann y hasta con el candidato a diputado nacional Agustín Rossi. Con todos, menos uno: el intendente Martín Balbarrey. Y ya se sabe por qué: la imagen de Balbarrey en la ciudad es muy parecida a la de Obeid en la provincia: 32,8 por ciento regular y 28 por ciento negativa. Una imagen critica que supera el 61 por ciento si se suma la regular y la negativa.
Mehauhod evitó entonces la foto con Balbarrey, el único intendente de la provincia que no salió a pedir un plebiscito de su gestión. ¿Qué hubiera pasado si Balbarrey pedía que plebisciten su gobierno municipal? ¿Qué voten sus candidatos a concejales: Mehahuod, Jorge Kiener, María Lastra y Silvia de Césaris? ¿Alguien imaginó un cierre de campaña del intendente con una caminata por la peatonal con los aspirantes a concejales de su partido?. Nada de eso pasó en Santa Fe.
El Frente Progresista ha logrado 60.000 votos en la primaria de agosto con sus candidatos a concejales Jorge Henn, Marta Fassino y Carlos Pereira. Los dos primeros van por la renovación de sus mandatos. Mientras que el ARI podría consolidarse como segunda fuerza y hasta conquistar una banca en el Concejo Municipal.
Un triunfo del oficialismo, como ocurrió en el 2003, volverá a ocultar un fenómeno político que se acentuó en Santa Fe en los últimos dos años. Un universo electoral de casi 130.000 personas carece de representación política, no elige representantes y si concurre a votar opta por el voto bronca. El voto negativo. Por ahora, el malestar con la clase gobernante se expresa de esa manera. ¿Alguna vez se manifestará con un voto castigo? ¿O un voto positivo?
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