La imagen de Caruso Lombardi y Rolando Schiavi, charlando en una de las mesas de la confitería del hotel Spa República de Mar del Plata disparó versiones y rumores que ninguno de los protagonistas confirmó ni desmintió. El encargado de la dirección técnica y el hombre más importante del plantel sostienen una relación de respeto, aunque según fuentes cercanas al plantel señalaron que en la intimidad evitan cruzar miradas y se soportan mutuamente para no arrastrar al club por su falta de feeling.

Es notorio que Caruso no es proclive a tener caudillos en sus planteles y el ejemplo más inmediato, que es su paso por Argentinos, lo certifica. Las declaraciones en "off" que ambos realizan no reflejan la mejor onda, dejando una piedra en el ojo ajeno, cuando la situación lo requiere. Y algunas palabras que el DT hizo públicas durante la semana habrían molestado al robusto defensor.

"Schiavi tiene un problema en la rodilla y por eso no hizo los trabajos con el resto del grupo. Esperamos que en Mar del Plata, cuando los ejercicios se intensifiquen, esté en óptimas condiciones". La frase entre líneas no lo deja bien parado al ex Boca, quien por lo bajo mastica bronca por tener a Lombardi de entrenador e incluso tiene el aval de los más grandes como Claudio Husaín y Ariel Zapata, otros jugadores que no gozan de la simpatía de Caruso.

El almuerzo había quedado en segundo plano. La conversación que se extendió entre cortados por una hora y cuarenta minutos se debió a una necesidad del técnico de compartir opiniones sobre el estado del plantel y la llegada de los nuevos refuerzos con uno de los referentes, según deslizo en pocas palabras Lombardi, segundos después de abandonar la mesa de diálogo. De la boca de Schiavi no salió ninguna consideración y la sensación a "fumata blanca" quedó flotando en el ambiente rojinegro. El momento de Ñuls justifica una tregua y el pase a archivo de los vedetismos profesionales para no entorpecer el andar del equipo durante los próximos meses.