Dentro del campo de juego, las fricciones y los golpes se apoderaron del partido. Pero en las tribunas, la pasión y algarabía de canayas y leprosos fueron, como en otros tantos clásicos, el hecho más significativo de la jornada. Desde temprano, el Gigante se fue poblando de los colores de ambos conjuntos. Así fue como alrededor de las 14 se comenzaron a percibir columnas de gente que se dirigían al estadio. Autos, chatas, colectivos, taxis. No importaba el vehículo, había que decir presente.

Los de la Academia colgaron, verticalmente, largas cintas azules y amarillas que atravesaban las cabeceras bajas de ambas plateas. En la popular, el ingreso del equipo fue precedido de la extensión de una bandera gigante. Durante todo el encuentro se encargaron de recordarle a su rival el mítico clásico "del abandono".

Enfrente, los casi cuatro mil leprosos prepararon un cotillón especial para que los canayas no se olviden del descenso que los apremia. Algunos hinchas portaron disfraces de fantasmas con la sigla "B" y toda la bandeja "asustaba" a los rivales con el miedo que genera la zona baja de la tabla. A través de carteles con la leyenda "Estadio militar", relacionaron la construcción del Gigante con la Dictadura que comenzó en 1976.

Pero no solamente en Arroyito se vivió el clásico, ya que el condimento se apoderó de todos los barrios de la ciudad. En zona oeste, desde anoche, hinchas de los dos equipos emprendieron un pacífico enfrentamiento de cánticos. En la esquina de Nicaragua y Neuquén, los canayas desplegaron una bandera de grandes dimensiones. A cien metros, en Brasil y Forest, se ubicaron los leprosos. Todo en un clima festivo.

El operativo, con el trabajo de 1.200 efectivos, funcionó tal cual lo había planificado la cúpula de la policía de la provincia. No hubo que lamentar incidentes. Solamente se generó un pequeño altercado en la platea local, cuando un hincha de Central agredió una de las cabinas desde donde periodistas transmitían el encuentro.