CULTURA / ESPECTáCULOS › MUESTRA COLECTIVA "CANIBAL" DEL COLECTIVO EXOCET, EN PICHINCHA
"Caníbal" tiene algo de canto elegíaco al orgullo de una pequeña burguesía que ascendía a fuerza de ingenio y educación.
› Por Beatriz Vignoli
En La Tempestad, de William Shakespeare, el personaje de Calibán es un isleño nativo, hijo de un demonio y una bruja, que es esclavizado y maltratado por Próspero, el hechicero que se adueña de la isla. Calibán (cuyo nombre es anagrama de "caníbal") representa al "salvaje" de la imaginación europea. En un movimiento a la vez audaz y acaso algo debilitante de la imaginación no europea, sucesivos autores y pensadores han intentado repensar y reformular esta figura, identificándose en algunos casos con ella: Calibán será sucesivamente el "buen salvaje", el oprimido, el colonizado.
Del término que le da origen, "caníbal", se apropiaron los vanguardistas brasileños paulistas de comienzos del siglo XX para metaforizar una estrategia: la de tomar la tradición europea adecuándola a sus propios fines americanos. El "Manifiesto antropófago" de Oswald De Andrade, que resume estas ideas en un lenguaje poético y político, sirvió de base, a fines del mismo siglo, a una controvertida edición de la Bienal de Sao Paulo que tomó el canibalismo como tema.
En el conflicto de Malvinas (1982), Argentina atacó a la flota inglesa con misiles Exocet MM-38 comprados a Francia. Pero no se podía lanzarlos desde un buque, que era para lo que estaban preparados. Entonces el capitán de navío Julio Pérez y otros ingenieros navales, trabajando contra reloj y usando medios precarios, les inventaron una batería terrestre. La apodaron ITB, siglas de "Instalación de Tiro Berreta". Tras dos tiros fallidos, los buques ingleses se pusieron fuera de su alcance. Cuenta Pérez en una entrevista de 1988: "Los técnicos Abadal y Rodríguez me decían en broma que bailáramos una danza al estilo de los indios norteamericanos en sus películas, cuando pedían lluvia, por ejemplo. Tendríamos que bailar una danza india alrededor del mamotreto para atraer a los buques ingleses. Insistían con eso, y las noches pasaban. Los buques no se acercaban. Pero seguían disparando. Hasta que el 11 de junio, por la noche, todo en secreto, los tenientes Abadal, Rodríguez y yo bailamos el clásico 'uca' 'uca' alrededor del ITB. Esa noche le dimos al Glamorgan".
"Esta inseguridad de la vida", escribe Sarmiento en el Facundo, "que es habitual y permanente en las campañas, inspira, a mi parecer, cierta resignación estoica para la muerte violenta, una manera de morir como cualquier otra, y puede, quizá, explicar, en parte, la indiferencia con que dan y reciben la muerte, sin dejar en los que sobreviven impresiones profundas y duraderas". La cita, reproducida por Pablo Pisacco, forma parte de su obra "Inapropiada fábrica de proyectiles", una de las que pueden verse este mes en el Centro de Apertura Multimedia de Pichincha (CAMP, Jujuy esquina Suipacha) como parte de la muestra colectiva Caníbal, del colectivo Exocet.
La de Pisacco es una de las obras más contundentes de la muestra junto con "Air", objeto y fotografía de Oscar Serra que representa un imposible paracaídas prehistórico sobrevolando un cielo claro. También se destaca un collage berniano de los alumnos de la Escuela 1422 y una alegoría política no reciente (pero vigente) del dibujante Julián Usandizaga. La muestra está vinculada a la tesina de Licenciatura en Bellas Artes de Alejandro O'Shea, artista plástico --responsable del CAMP junto con Diana Ivern--, María Eugenia Prece y otros. La tesina fue dirigida por Edgardo Donoso. Además, O'Shea presenta la obra técnicamente más sólida de la muestra, unas tallas en madera que bajo el título de "Proyectiles" buscan representar "lo no deseado" que el centro impone a la periferia, "devolviéndoselo": entonces Videla, el Ratón Mickey, la Coca Cola, los espejitos de colores, son los rostros que O'Shea talla con gran eficacia plástica y no sin cierto justificable rencor. La belleza y la intención didáctica obvia de "Proyectiles" incomodaron un poco (incomodar era la idea, después de todo) a un público que el viernes a la noche, a sala llena, trataba de no destruir la igualmente bella alfombra de flores de tela y aserrín inspirada en el Juanito Laguna de Antonio Berni que Diana Ivern había realizado con los alumnos de octavo año de la escuela 825.
"Desde diversos lugares del campo artístico se plantea una práctica de tipo resistente, un desbordamiento de las prácticas artísticas hacia la crítica social", escribe Ivern en un volante titulado "Libertad, poder, sometimiento, conflictos, resistencia". Por su parte, María Eugenia Prece tituló "La Vigil" a otra instalación efímera, una pila de libros antiguos junto a una caja de fósforos. Es revelador el título de uno de ellos, editado en Madrid en 1916: "La pequeña industria al alcance de todos". La elección de objeto encontrado que hace Prece no es casual, sino que apunta a responder la pregunta de qué fue lo que quemó la dictadura (o qué fue lo que cayó en Malvinas).
Caníbal, con toda su voluntad utópica, tiene algo de canto elegíaco al orgullo de una pequeña burguesía que ascendía a fuerza de ingenio y educación gratuita. Esa pequeña burguesía, derrotada, desconfía de las instituciones oficiales dominadas por una clase media burocrática que (como bien puntualiza Justo Pastor Mellado en una comunicación electrónica reciente) efectivamente ascendió. Esta burguesía nacional imaginaria, que se piensa pese a todo a sí misma como representante de la argentinidad y asume su causa ante los países centrales, desconfía de los criterios de legitimación institucionales y confía en su propia palabra, en su propio pensamiento, en su capacidad de armar (a lo Domínguez) el propio museo privado. Tal apuesta al texto, al verbo y al diorama se respira en las propuestas de Luis Tomo, Alicia Zárate, Belén Serra Delmar, Cali Esquivel y J.L. Parodi, que completan la exposición. Cabe preguntarse si la estrategia ideológica de pensarse un grupo a sí mismo (un país periférico, en este caso) utilizando las mismas categorías con que lo piensa el grupo que lo explota y oprime, pero dando vuelta el estigma negativo e inferiorizante de tal categoría para transformarla en una diferenciación positiva (véanse consignas como "black is beautiful", o la mistificación de la intuitividad "natural" de la mujer en el feminismo de la diferencia, etc.) justifica el ahorro de energía y el relativo bajo riesgo. Frente a estrategias más costosas, del tipo "patear el tablero", puede en comparación pensarse que asumir las "tretas del débil" es debilitante de por sí.
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