Lun 17.12.2007
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › "LA DALIA NEGRA", REGULAR PELICULA DE CINE NEGRO DE BRIAN DE PALMA

Una amistad, una mujer y un crimen

El film intenta abrir con un bisturí violento el salvaje y corrupto mundo del Hollywood de la década del '40

› Por Emilio A. Bellon

"LA DALIA NEGRA" ("The Black Dalia"). EEUU, 2006

Dirección: Brian de Palma

Guión: Josh Friedman

Fotografía: Vilmos Zsigmond

Música: James Horner

Intérpretes: Aaron Eckhart, Scarlet Johansson, Josh Hartnett, Hilary Swank, Mia Kirschner, John Kavanagh, Fiona Shaw.

Duración: 120 minutos

Salas de estreno: Monumental, Showcase y Village.

Calificación: 5 (cinco)

Fue la gran incógnita del año. En materia de cine, claro. Hasta último momento los distribuidores no sabían si se iba a estrenar en sala o enviarla a directamente al formato DVD como suele ocurrir con la mayoría de las veces. Y ya desde fines del año pasado, cuando la presentación oficial en el Festival de Venecia, el nombre de De Palma volvió a ser noticia en titulares periodísticos este volver a mirar hacia el cine negro nos llevo a pensar de inmediato en algunos de sus otros films tales como "Scarface", "Los intocables"y "Carlito's way".

Cine negro, si. Y esta misma semana otro título ocupa la cartelera, "Amores asesinos". En ambos la historia transcurre a fines de los años 40 y solo es cuestión de pasar de una sala a otra para respirar un similar aroma a humo de cigarrillo y descubrir, entre los pliegues de la noche, a mujeres fatales. Porque el cine negro es un cine de espectros y de sombras, de manos y cuerpos que acechan, de viejos secretos.

Al volver sobre el film de De Palma el espectador puede elegir alguna de las tantas líneas que comienzan a tenderse desde la pantalla hacia nosotros; pero en ningún caso esas líneas adquieren la figura de una tensa cuerda de un frágil hilo descarnada. Eso si, ahí esta el glamour, el brillo excesivo y deliberadamente kitsch, esa casi literal reconstrucción de aquellos días.

Tenemos los escenarios y el match pugilístico esta por empezar. De Palma lanza una metáfora, la recibimos. Se enfrentaran el fuego y el hielo y esta doble aceptación, en esta situación de juego de fuerzas, es la que De Palma intenta seguir a lo largo de todo el relato.

Hay dos rivales que pasaran a ser amigos. Son ahora dos lados que inmediatamente pasaran a diseñar un triángulo, ante la presencia de la mujer de uno de ellos. Su figura trata de levantar de la tumba a tantas rubias peligrosas del cine negro, entre ellas a Lana Turner, Verónica Lake, Barbara Stanwyck. Su nombre es Kay Lake y en el film la estrella es una aburrida Scarlett Johansson.

"La Dalia negra" es un film sobre una amistad y también un film sobre las mujeres. Pero además una película sobre el virtuosismo técnico de De Palma, una suerte de libro condensado del manejo de la cámara. De Palma se siente seducido por las grúas, por los largos travellings, por ciertas angulaciones y reescribe aquel movimiento cenital que abría "Los Intocables" para descubrir el cuerpo de una segunda mujer, una eviscerada y mutilada joven que será descubierta tras un grito.

Al igual que "Amores asesinos" el film parte de la crónica policial. El crimen nos lleva al Hollywood de los 40, exactamente a un 15 de enero de 1947 cuando el cuerpo de una joven actriz, aparece en un descampado de Los Angeles. El caso no llego a resolverse, aunque si se conectaron algunos móviles. De Palma frente a esto esgrime algunas hipótesis.

A la hora de intentar recomponer las figuras de este film se puede llegar a tener la sensación de que se naufraga en un terreno pantanoso de informaciones, por lo que, por momentos, y siguiendo al maestro de De Palma, el gran Alfred Hitchcock, se puede llegar a suponer que esta enrevesada trama funciona solo como un pretexto para volver al genero.

Basada en la novela homónima de James Ellroy, "La Dalia Negra" intenta abrir con un bisturí violento el salvaje y corrupto mundo del Hollywood de aquellos años. Y lo propone De Palma a través de un intrincado camino de referencias que, en cierta medida, remiten al género. Aunque aquí, abundan las explicaciones que vuelven a confundirlo todo. Con lo cual uno se pregunta si no es la parodia lo que domina el film.

En este orden, pienso en "Barrio Chino" de Roman Polanski de principio de los 70. También aquí situaciones que se bifurcan desde un planteo inicial nos llevan a una trama de corrupción, adulterio e incesto, manejadas con una precisión que ajustaban los límites de los códigos del cine negro. Por el contrario en "La Dalia Negra" hay una suerte de tono-pastiche que no llega a movilizar la propia intriga. Ante esto, uno puede llegar a preguntarse: ¿no será que De Palma ante la mención de tanta mueca, risa y sonrisa "El hombre que Ríe" (de W. Pabst) se estará riendo de las propias expectativas del espectador?

En este punto de la critica, ya debe entrar a la escena una tercera mujer, que es para quien firma esta nota, al igual que la occisa, la pieza clave del relato. Y es el personaje que compone a una ambigua y seductora, perversa y cautivante Hilary Swank, en su rol de Madeleine Linscott. Y aquí nuevamente Hitchcock, con el nombre de Madeleine, el personaje que interpretado por Kim Novak en esta obra sublime y eterna que es "Vértigo" donde el personaje femenino ofrecía una doble cara y se movía entre la vida y la muerte. Pero no basta esta cita. Entiendo que De Palma, a diferencia de aquella pieza de culto que es "Magnifica obsesión", no logra sintonizar con lo más sutil del oscilante y misterioso rumbo de su maestro.

Como en los mas logrados exponentes del cine negro, De Palma pretende una vez más, entre tantos otros intentos, que el hielo de lugar al fuego y que estalle el erotismo. Y torpemente intenta remedar, también en la mesa de una cocina aquel encuentro instintivo, físico, de cuerpos transpirados, que provocaban una ardiente Jessica Lange con ese hombre de alma vagabunda que interpretaba Jack Nicholson en el censurado entonces -no hoy- film de Bob Rafelson, "El cartero llama dos veces". En el film de De Palma, sus jóvenes protagonistas nos llevan a añorar, aun con cortes, aquel instante que llevo a que toda una platea quedara sorprendida y fascinada en estado de mudez.

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