CULTURA / ESPECTáCULOS › "EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL COLERA" MANTIENE LA ESENCIA DE LA NOVELA
La versión de Mike Newell tiene desniveles actorales, y el contrapeso de ser hablada en inglés, pero conserva las claves de la obra maestra. Se destacan las actuaciones de Javier Bardem y Fernanda Montenegro.
› Por Emilio A. Bellon
El amor en los tiempos del cólera. ("Love in the time of Cholera"). USA, 2007
Dirección: Mike Newell
Fotografía: Alfonso Beato
Música: Antonio Pinto
Intérpretes: Javier Bardem, Giovanna Mezzogiorno, Benjamín Bratt, Liev Schreiber, Fernanda Montenegro.
Duración: 136 minutos.
Salas: Monumental, Showcase y Village.
Calificación: 7 (siete)
Con gran desconfianza, debo admitir, ingresé en la sala del cine para ver este film que me llevaba de inmediato a recordar aquellos días de fines de los 80 en los que seguía de cerca la desventura amorosa, esa espera casi sin fin, de Florentino Ariza, otro de los nombres que fundan nuestro universo literario. Sí, con un prejuicio que excedía el habitual, me dispuse a ver esta realización que ya ha despertado la cólera de algunos críticos en ese intento, que se dibuja como vano, de comparar ambas obras desde el tan gastado termino "adaptación".
Por información de los periódicos nos hemos enterado en más de una oportunidad que el mismo autor, Gabriel García Márquez, quien siempre nos sigue sorprendiendo con sus escritos, mantuvo una actitud no precisamente abierta con productores y directores; más aun si estos no eran latinoamericanos. En este caso, el productor Scott Steindorff mantuvo contactos personales y telefónicos durante más de tres años y también nos hemos informado de que aún están en suspenso los derechos por su obra ya mítica Cien años de soledad. Y sabemos también, por la prensa, que al finalizar la proyección del film, el propio García Márquez, expresó de manera entusiasta: "Bravo".
Tal vez uno de los puntos que más pueden irritar al espectador de "El amor en los tiempos del cólera" es el doblaje al inglés, con lo cual se pierde la posibilidad de disfrutar la musicalidad del idioma original, sus matices e inflexiones, sus modismos; esos términos que construyen sensorialmente su narrativa. Si bien el film fue rodado en Cartagena, la modalidad lingüística nos provoca una cierta sensación de inverosimilitud. Pero claro está, el film es distribuido por la Fox.
Para llevar adelante este proyecto, Mike Newell, el director de "Cuatro bodas y un funeral" y de uno de los films de la zaga de Harry Potter, contrató para la escritura del guión a Ronald Harwood, quien ya había sido reconocido por su labor en "El pianista", de Román Polanski. Y aquí es donde su guionista se debe haber enfrentado a cómo transponer al cine esta novela de casi 500 páginas, modelada a la luz y a la escucha de relatos populares, de creencias mágicas y de una abigarrada selva de signos. Tal vez podamos pensar este aspecto desde los títulos de presentación que parten de ciertos grafismos y que inmediatamente, sin marca alguna, mutan en la primera escena.
Lo que se ha tratado de subrayar, por sobre todo, es el carácter folletinesco de pasiones encontradas que rigen la primera parte del film. Es en este espacio y en esta geografía donde adquieren fuerza dominante la promesa de amor, la negativa familiar, la escapada hacia la residencia en la alejada montaña, el gesto melancólico. Todo acontece entre dos siglos: desde finales del siglo XIX. Y el film recupera el discurso epistolar que nos lleva a la misma figura de su personaje, Florentino Ariza, dependiente postal, telegrafista, escriba de cartas de amor, quien un día ha golpeado las puertas de la familia Daza para entregar un telegrama.
Una primera mirada que abre las mismas puertas de la eternidad moviliza todo el relato. Y será a Fermina Daza a quién el personaje, que compone magistralmente Javier Bardem, buscará a través de tantas otras historias amorosas que serán contabilizadas. Breves anécdotas planteadas desde el humor ofrecen una manera de conectarse con un deseo desplazado en el tiempo y con una sensación de vivir en un infinito. Respecto del personaje, comenta Bardem, el propio autor García Márquez, le sugirió que lo pensara desde "un hombre que no alza jamás la voz y que ama permanecer en la sombra. Como si de un perro golpeado se tratara, que camina con temor, en el mundo, con una desesperada necesidad de amor".
La espera ante aquel juramento de amor, que Florentino Ariza le ofrenda a aquella joven, Fermina Daza, será durante "53 años, 7 meses, 11 días, incluidas las noches" y llegará a su fin aquel día en el que las campanas de la Catedral doblen por la muerte de Juvenal Urbino. A lo largo de ese tiempo el film de Newell nos ofrece una variada sucesión de caracteres, de voces que reclaman, de hechos sociales y políticos, de un tiempo del cólera. Vocablo que en el film tiene el estallido de una metáfora, que desborda cauces en la novela original.
Al igual que en "Como agua para el chocolate" podemos reconocer el clima de aquellas telenovelas en las cuales los amores imposibles y las pasiones encontradas, tal vez como variaciones de tantos Romeos y tantas Julietas, definen a la misma trama. Siendo un film de producción extranjera, "El amor en los tiempos del cólera" no renuncia a cierta mirada exótica, acentuando el color local. Aunque en este caso hay momentos de acentuado intimismo reconocibles en cerrados primeros planos y en el peso que cobra la palabra.
La narrativa de Gabriel García Márquez fue motivo de numerosas transposiciones al cine. El mismo autor comenzó su carrera de escritor como crítico de cine en el diario "El espectador". Corría 1950 y según él mismo ha declarado, el cine y los relatos de su abuela despertaron su pasión por contar historias. Y entre sus transposiciones más felices encontramos "Eréndira" de Ruy Guerra, "La viuda de Montiel" de Miguel Littin, "Tiempo de morir" y "El coronel no tiene quien le escriba", ambas de Arturo Ripstein y "Cartas del Parque" de T. G. Alea. En cambio, el pasaje a la pantalla de su obra "Crónica de una muerte anunciada", por Francesco Rossi, fue un gran despropósito, abierto a la taquilla internacional.
Asociar el nombre del escritor de "El otoño del patriarca" a Shakira puede provocar una cierta indignación. Personaje mediático si los hay, no obstante, la cantante colombiana logra aquilatar el tiempo de un reclamo interior y de una leyenda. La banda sonora, que contempla numerosas variaciones y ondulaciones, con cadencias sostenidas, ambienta y ofrece perspectivas dramáticas. Como lo es, a destacar, la labor interpretativa de Fernanda Montenegro en el rol de la madre del protagonista.
En todo pasaje al cine siempre hay riesgos. Dependerá de nuestras expectativas. Pero claro está, no debemos olvidar lo que compete a lo literario, lo que diferencia a lo cinematográfico. Y en esta transposición, sobre la cual atentan algunas cuestiones referidas al idioma, maquillaje, desniveles actorales, continúa presente y se hace tangible una de las claves, a mi parecer, de la novela original; aquella en la que escuchamos por boca del narrador, en la ultima página, "y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida más que la muerte, la que no tiene límites".
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