Mi mejor amigo (Mon meilleur ami), Francia, 2006

Dirección: Patrice Leconte.

Fotografía: Jean-Marie Dreujou.

Música: Xavier Demerliac.

Intérpretes: Daniel Auteuil, Dany Boon, Julie Gayet, Julie Durand, Jacques Mathou, Marie Pillet, Henri Garcin.

Duración: 94 minutos.

Salas: Monumental, Showcase, Village.

Puntaje: 7 (siete) puntos

Fue Agustín de Hipona quien sostuvo que la amistad es un vínculo dulce y amable, capaz de hacer de muchas almas una sola. La cita, es cierto, se vuelve retórica, de aplicación fácil. Pero también es cierto que algo de ella hay en el planteo de "Mi mejor amigo", film que nos devuelve a la pantalla grande al director francés Patrice Leconte (El marido de la peluquera, Ridicule), junto con el protagónico de Daniel Auteuil.

De acuerdo, vamos a señalar también que así como nos suena ingenua la inclusión de la frase del filósofo, también algo de tono ingenuo recorre algunos de los tramos del film de Leconte. El argumento encuentra su eje en la apuesta que a un coleccionista de antigüedades (Auteuil) le realiza su ayudante, convencida de que el afecto y la amistad son rasgos ausentes en la vida de su compañero. Es así que el desafío que François enfrenta le significará la búsqueda desesperada de un amigo que poder mostrar, con el cual lograr corroborar su capacidad para la amistad.

Sólo la casualidad es la que lo lleva a reparar en el chofer de un taxi (Dany Boon). Cuando logra ver más allá de la verborragia del conductor, a quien los datos, etimologías y hechos históricos de cualquier época, convierten en una suerte de biblioteca de curiosidades, François encuentra la oportunidad de plasmar lo que los libros de autoayuda proponen: "aprender" a hacer amigos.

Maestro y discípulo comienzan la tarea ardua, mientras entre ellos comienza a surgir una relación diferente, que aúna sus problemas desde el imprevisto, el error y la disculpa. Sí, es verdad, la escritura se vuelve cursi, pero debiera uno preguntarse si la misma plasmación visual de un tema o idea como la amistad no debiera, casi forzosamente, serlo. Y nada hay de cuestionable en ello si lo que se desprende es el descubrimiento del otro como persona, como alguien que es y me permite ser, reconocimiento que -y esto el film lo expone desde un auditorio filosófico casi vacío- ha pasado a ser preocupación social ante el avasallamiento de lo público.

Y guardo las últimas líneas para el recuerdo de los pequeños gestos con los que, a lo largo de la película, se viste el rostro de Daniel Auteuil. Qué actor extraordinario. Capaz de interpretar cualquier papel, cualquier historia. Su participación, en el film que sea, será siempre un deleite.