CULTURA / ESPECTáCULOS › EL ESPACIO DE ARTE JOSEFINA MERIENDA
Este espacio de arte, que funcionó entre 2003 y 2005 en barrio Belgrano, fue una experiencia fuera del centro, en todo sentido. Se pusieron en circulación una constelación de propuestas de muy diverso carácter.
› Por Sabina Florio
A inicios del año 2003, en Rosario, un grupo de artistas amigos: Ignacio Argañarás, Georgina Ieraci y Maximiliano Masuelli, decidió abrir un espacio dedicado al arte contemporáneo. Esta preocupación de los artistas por ensayar estrategias alternativas y sostener espacios propios, independientes y autogestionados, comenzó a ser frecuente hacia mediados de los '90. (Ver Rosario/12 19/02/2008).
Fue en barrio Belgrano (más precisamente en Mendoza 6304) donde Argañarás, Ieraci y Masuelli emplazaron su espacio dedicado al arte contemporáneo. Inauguraron el sitio con una exposición de obras inéditas del fotógrafo porteño Marcos López. Así, mediante una convocatoria audaz, un artista consagrado en la plástica argentina resultó expuesto en un barrio periférico y en una galería de arte desconocida. López acompañó su muestra con un texto denominado "subrealismo criollo", donde retrata en un tono desencantado a un país que de ninguna manera es lo que desde el poder menemista -en el transcurso de los '90- se ostentaba como imagen ligada al primer mundo. Esta fue la primera muestra del artista en la ciudad.
Luego de una instalación de piezas escultóricas de quien suscribe, expuso un joven fotógrafo porteño cuya mirada voyeur se posa en relaciones amorosas homosexuales. Con el elocuente título 1+1=3, Leonel Yoia declaró ser "un espectador, un cómplice, testigo de una fantasía, protagonista indirecto y necesario". Aquí la galería empezó a delinear su intención de hacer circular propuestas de artistas jóvenes, quienes podrían realizar sus primeras muestras, sin la necesidad de adaptar sus prácticas a los lineamientos vigentes en las instituciones oficiales.
A continuación, Georgina Ieraci presentó su primera muestra individual, que dialoga con las propuestas que resignifican subjetivamente el minimalismo, y María Zorzón dio a ver sus Retratos desvestidos. La apertura del año 2004 consistió en una muestra colectiva denominada Belgrano expone. La propuesta pivotó sobre la idea de crear un evento cultural que pusiera en escena la historia del barrio. En un texto adjunto a la exposición se destacaron las "familias que transitan ya por la quinta generación de belgranenses" quienes "ostentan con orgullo el 'lema' de su blasón: 'aquí vinimos y nos quedamos'" -aludiendo a la primera generación de inmigrantes italianos radicados allí. Luego, se presentó por primera vez la exhibición de un trabajo final de tesina de licenciatura de la carrera de Bellas Artes. La propuesta de Evelyna Callegari, denominada "Realidad y ficción sobre la percha. Reciclaje, arte e indumentaria", replantea el estatuto de la obra de arte y propone la reunión entre lo bello y lo útil.
La puesta en escena del rigor en el acto de hacer y la defensa del oficio llegó con la muestra de fotografías de Gustavo Frittegotto. El artista no sólo bucea en las tradiciones de la disciplina sino también en sus huellas biográficas a través de la resignificación de tomas realizadas por su padre. Otro artista que se alimenta de su propia biografía, Maximiliano Masuelli, denominó a su muestra con la siguiente pregunta: ¿Quién no sabrá que nos queremos tanto? Al igual que Frittegotto, Masuelli recuperó fotografías, en este caso, las realizadas por su abuelo, fotógrafo profesional residente en barrio Belgrano.
Otra apuesta de alto riesgo la constituyó la exposición de Mónica Castagnotto, quien -al igual que todos los artistas que se presentaron en la galería en el transcurso del 2004- apeló al reciclaje, la resignificación y la proposición de una configuración diferente al ordenamiento habitual de las cosas en las sociedades de consumo. Al mundo intimista de Masuelli y a las proposiciones experimentales de Castagnotto siguieron las fotografías de Esteban Pastorino. En este caso el fotógrafo recuperó la figura y la obra de un arquitecto excéntrico: Francisco Salamone, quien construyó mataderos, cementerios y municipios en la franja sur de la provincia de Buenos Aires entre 1936 y 1940. A continuación, Evangelina Cipriani realizó su primera muestra individual con un montaje poco habitual. Colocó a sus objetos mirando hacia la calle como si la galería fuera una suerte de escaparate o vidriera. Luego, para finalizar el calendario del 2004, se presentaron allí obras pertenecientes a todos los artistas que participaron en el lugar desde su apertura.
El año 2005 se inicio con un nuevo equipo de coordinadores: Mariana Lezcano, Maximiliano Masuelli, Jimena Rodríguez y Elina Rossignol. Expusieron: Jimena Rodríguez, Marisol Coradazzi, Mónica Castagnotto, Maximiliano Masuelli, María Sol Gómez y María Gabriela Di Franco. La última muestra realizada en el espacio fue un homenaje a una artista rosarina fallecida y escasamente valorada: María Laura Schiavoni. En la muestra convivieron distintas generaciones de artistas y diferentes proposiciones formales.
En resumen, en el transcurso de tres años, los gestores del espacio de arte Josefina Merienda pusieron en circulación una constelación de propuestas de muy diverso carácter. Confluyeron allí distintas posiciones autorales, diversas disciplinas: la fotografía, el objeto y la instalación, como así también la mixtura del público habitual que frecuenta las galerías de arte contemporáneo con la gente que vive en un barrio. La experiencia demostró además que resulta posible sustentar una práctica independiente en una ciudad altamente centralizada como lo es la ciudad de Rosario. Ojalá surjan nuevos espacios creados por artistas, autogestionados e independientes, que reconfiguren el campo plástico de la ciudad.
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