Lun 21.04.2008
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. MUERTE EN UN FUNERAL ES MUCHO MAS QUE UNA COMEDIA NEGRA CLASICA.

La muerte como excusa de reflexión

El director Frank Oz, el mismo de "Qué tal Bob", parte de un típico funeral inglés para abrir otros interrogantes.

› Por Emilio A. Bellon

"Muerte en un funeral".

Dirección: Frank Oz

Guión: Dean Craig

Intérpretes: Matthew MacFadyen, Keeley Hawes, Rupert Graves.

Duración: 90 minutos.

Salas: Del Siglo, Monumental, Showcase y Village.

Calificación: 8 (ocho)

¿Una comedia en cartelera? Y en este caso, con una duración que nos puede llevar a pensar que se trata de un film standard, ya que la misma concluye a los noventa minutos de haberse iniciado. Pero, lejos de ser un film convencional, el nuevo divertimento de Frank Oz brinda por el género y lo hace recuperando ciertos elementos de la comedia de humor negro, de sello típicamente inglés.

Y es que Frank Oz, nacido en Inglaterra, marionetista, actor y director de filmes tan sugestivos como El cristal encantado y tan eufórico y liberador como ¿Es o no es? -forma parte actualmente de la programación de I-Sat-, además de su brillante remake de La tiendita del horror, no sólo mira a la tradición de un género, sino que amplia su propuesta a una reflexión sobre las conductas humanas, sin juzgamientos, desde una perspectiva amplia que nos permite revisar nuestros paralizantes prejuicios.

Film coral, de progresión dramática, a partir de una serie de indicios que ya están planteados desde las primeras imágenes, Muerte en un funeral se puede pensar como una sucesión de equívocos que están articulados según un efecto domino. Desde otro ángulo, podemos decir que dichos equívocos definen una delirante coreografía que, en un espacio y tiempo definidos, y con una marcada economía de elementos, lleva cada situación al terreno de la farsa.

En cierta medida irreverente, el funeral del padre de una familia prestigiosa, con dos hijos que están ligados de diferente manera al oficio de escritor, el film de Frank Oz nos va presentando una galería de personajes que pone en juego, a lo largo de una jornada, diferentes actitudes, reacciones, de cada uno de los que asisten a ese oficio fúnebre.

Nuevamente aquí, como en aquel cine de humor negro de los años 40 y 50, entran en juego ciertas estrategias que van modificando una tan organizada trama de vínculos. Y será entonces que algo comienza a amenazar ese orden, algo que puede llevar a que un acto tan solemne llegue a precipitar en catástrofe. A ese funeral, enmarcado en las reglas de la cortesía y de un luto riguroso, llega de manera casi clandestina un hombre de pequeña talla, muy diferente a los demás, vestido de otra manera, cuya mirada, ya desde el primer momento, parece apuntar a alguien.

Personaje intruso, mirado con recelo y en parte con burla, el mismo es depositario de ciertos secretos que unidos a la creciente conducta lunática de otro de los presentes, junto al desaforado accionar de un cierto tío Alfie, ponen a ese ceremonial en situación de riesgo. Sorprendentemente, y de manera natural, el público ríe, aplaude. Festeja, comparte.

A pesar de que Frank Oz mira hacia la comedia clásica, de ninguna manera pierde de vista los cambios que a nivel narrativo plantea cierto cine de hoy. Y en este caso, en su regreso a Inglaterra, hace suya y honra a aquellas comedias de malentendidos y falsas coartadas, de situaciones de herencia, de difuntos y funerales. Todo sin olvidar, desde su propuesta autoral, las variaciones del género hoy.

Es la muerte como pretexto la que actúa como disparador en esta, por momentos, desternillante comedia que me lleva a pensar, por un instante y minutos mas, en aquel relato de Julio Cortázar, Conductas en los velorios e igualmente en los nombres de Alec Guinness, Margaret Rutherford, Robert Donat, Peter Sellers, Herbert Lom, entre otros.

Pensemos igualmente en un baile de disfraces. Veamos a esta comedia como ese encuentro de individuos, que asisten serios y atildados, haciendo gala algunos de su comportamiento flemático, a un ceremonial de despedida. Pese al riguroso negro de sus vestimentas, el cuadro de conjunto se coloreara gradualmente y hasta los colores llegaran a ser chirriantes. La puesta en escena marca, entonces, un contraste y los actos de cada personaje, que permiten descubrir otros comportamientos, se van planteando desde un dejar caer la máscara en un trepidante ritmo, por momentos surreal.

Comedia marcada por el desborde, proyectada desde una combinación alquímica de alucinógenos, fotos íntimas, gritos y chantaje, por actos de seducción y desnudos que orillan azoteas, Muerte en un funeral transforma ese espacio apacible, la mansión familiar inglesa, en un encadenamiento de situaciones que levantan el telón del absurdo.

Con ritmo de vaudeville, el film de Frank Oz si bien pone el acento en el accionar colectivo, no obstante reserva los más logrados momentos a los actores que interpretan al rechazado abogado Simon, al intruso ante la mirada familiar que compone Peter Dinklage, al tío veterano que era el padre de aquel mayordomo que interpretaba obedientemente Anthony Hopkins en Lo que queda del día de James Ivory.

Lindante igualmente con interrogantes límites, el film del director de ¿Qué tal Bob? va circulando por los carriles de un territorio accidentado, que nos lleva de iniciales situaciones de enojo y rechazo a la más abierta comprensión. Entre simuladas pastillas de Valium, manías particulares y obsesiones hipocondríacas, entre fotografías que pueden llegar a mostrarse y dinamitar una ajustada puesta en escena familiar, entre amordazamientos y cuerdas que se tensan, Muerte en un funeral se va construyendo desde un papel en la mano de uno de los hijos, una lectura rutinaria y formal de una expresión que se ira resignificando pausadamente, y que puede obrar como otro de los tantos leitmotivs del film: "Mi padre era un hombre excepcional..."

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