Dom 07.09.2008
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLáSTICA. EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE LA PINTURA ROSARINA ES HOY UNA REVELACIóN

Pedrotti, mago alquimista del color

El Museo Castagnino salda su deuda de décadas con un artista que donó 400 obras con la condición de exponerlas y quedaron arrumbadas en un depósito: hoy el Museo muestra 102 de ellas.

› Por Beatriz Vignoli

Hasta las 20 de hoy es la última oportunidad de ver en el Museo Municipal de Bellas Artes "Juan B. Castagnino" (Av, Pellegrini y Bv. Oroño) la muestra retrospectiva homenaje Alberto Pedrotti: Despliegue de misterio y asombro. Nacido en 1899, integrante del Grupo Litoral en los años 50, Pedrotti pintó desde los 22 años hasta su muerte, en 1980. Sin descendencia, donó al Museo sus tres propiedades (su vivienda y dos que rentaba, por un valor total de 250.000 dólares) además de toda la obra que tenía en el taller. Esta abarca una diversidad de géneros (paisaje, figura, bodegón, retrato) y combinaciones eclécticas de los mismos, pasando por experimentaciones en las más variadas técnicas: óleo, encaustos, acuarelas y dibujos. "Todos trasuntan un inquietante humanismo", escribe el docente de la UNR y semiólogo Edgardo Donoso, curador de la exposición.

Esta comienza a saldar una deuda que el Museo tenía con el artista. "La obra ingresó en 1988 y nunca se mostró", contó Donoso a Rosario/12. "Quedó abandonadísimo". Las tres propiedades fueron vendidas (presuntamente, saqueadas) y apenas si quedó un resto de dinero de la donación para comprar material plástico en el que envolver y preservar las pinturas, que nunca se enmarcaron y aún no se conservan debidamente. Nunca se escribió ningún estudio sobre ellas ni se investigó para determinar la fecha de las mismas. El legado Pedrotti parecía pesarle al Museo, que lo había recibido prometiendo cumplir con las condiciones que el artista exigía. Entre ellas: la itinerancia y difusión de su obra, y destinar una sala para su muestra permanente. El Museo "cumplió" con la sala Pedrotti: techó un patio de descanso y le puso una placa con su nombre. Hoy es un depósito. "La lucha va a ser ahora mostrar su producción a través de un libro", declaró a este medio Carlos Herrera, director ejecutivo del Museo Castagnino y "fan" de Pedrotti.

El planteo curatorial de Donoso se basaba en primera instancia en ordenar la muestra según diversos "grados de iconicidad", pero luego optó por agrupar según sus temáticas las 102 obras seleccionadas de entre un conjunto de 400. Al no estar fechadas, se hizo imposible seguir un orden cronológico. Pero además el ordenamiento por temáticas responde a la formación semiológica de Donoso, a la vez que la haría más aprehensible para el público en general. Como buen modernista del siglo pasado es muy posible que Pedrotti haya seguido el desarrollo típico de los artistas de su época: desde un realismo figurativo hasta grados cada vez menores de iconicidad, es decir, grados cada vez mayores de abstracción. Las fuentes consultadas por el curador confirman estas suposiciones. Un recorrido posible hubiera sido entonces forzar en este corpus de obra el relato canónico del modernismo, que presupone una suerte de evolución natural a través de cuyas etapas la abstracción va superando al "primitivo" realismo. Esta narrativa museográfica habría sido, por un lado, más legible para el experto en arte moderno que la manera en que está ordenada la presente muestra. Pero nada es tan lineal; además, como buen rosarino, periférico al fin, Pedrotti se caracterizó siempre por combinar eclécticamente estilos y lenguajes de procedencias dispares. Así, una paleta en clave baja, de azules, verdes y ocres oscuros, se pone al servicio de composiciones donde las figuras coexisten con fondos de planos rectangulares y ángulos rectos. Nada más lejos del rigor racionalista de un Mondrian que esta creatividad abierta a toda clase de inspiraciones e influencias artísticas, e irreductible a cualquier teoría sencilla.

La muestra incluye también fotos, cartas, bosquejos de la muestra y el video, cedido por Norberto Moretti, de una entrevista para su programa "El cuento de la buena pipa", realizada hace unos 15 años atrás. Allí cuentan historias sobre vida y obra de Pedrotti los pintores (hoy fallecidos) Pedro Giacaglia y Rubén de la Colina, además del galerista Gilberto Krasniasky y Miguel Ballesteros, entonces director del Museo. "Hemos considerado como eje conceptual para el despliegue de la obra el supuesto, argumentado por Pedro Giacaglia, por el cual Pedrotti al tiempo que incorpora el uso del color va disminuyendo los grados de iconicidad", escribe en un texto preliminar Donoso, quien tuvo la suerte de recibir de manos de una amiga de la novia de Pedrotti una caja con las cartas de amor que él le escribía a "Negri" ((Judith Agle). Nunca llegaron a casarse. Estudiante de medicina que se enfermó de tuberculosis quedándole una materia para recibirse, Pedrotti viajó a Córdoba para curarse; allí conoció a Fernando Fader y se empezó a dedicar a la pintura. Sus paisajes de las sierras cordobesas son de esta época. Hubiera querido tener un hijo de Agle, cuya histerectomía le impidió realizar este sueño, con lo cual depositó sus expectativas de posteridad en la obra. Su vocación médica halló su continuidad en el estudio de la alquimia de Paracelso, el ejemplar de cuya obra "Las plantas mágicas" hallado en la biblioteca del artista se exhibe también. "Pedrotti pensaba que los muertos y los vivos convivían en un mismo plano", dice Donoso, y relata una escalofriante anécdota: estando de visita un amigo en su casa (donde siempre colgaban cortinas negras), se apagó la luz y el anfitrión comentó, como al pasar: "Debe ser mi madre, que a esta hora anda por la casa y apaga las luces". Un detalle nada menor: la madre de Pedrotti había muerto hacía varios años.

¿Se reflejan estas creencias en su pintura? "La luz viene de atrás del personaje", refiere Donoso acerca de sus retratos, y da como ejemplo una obra, titulada "Trasluz". "El pinta con estructuras de vitral, según de la Colina. En su vejez se libera de la definición de la línea, como contorno, si bien la línea permanece, pero como trazos gestuales. La suya es una obra intensa. Se percibe como sublime en el sentido en que trabaja este concepto Kant: en un sentido que te atemoriza. Siempre se lo consideró un pintor pesado, denso. Este estereotripo conspiró contra su recepción", afirma Donoso.

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