CULTURA / ESPECTáCULOS › UNA GUERRA DE PELíCULA, UNA COMEDIA DE BEN STILLER
› Por Leandro Arteaga
Una guerra de película. (Tropic Thunder) EE.UU./Alemania, 2008
Dirección: Ben Stiller.
Guión: Ben Stiller, Justin Theroux, Etan Cohen.
Intérpretes: Ben Stiller, Robert Downey Jr., Jack Black, Nick Nolte.
Duración: 107 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Village.
7 (siete) puntos
No vamos a negar que el sólo rostro de Ben Stiller ya nos predispone a la comedia. Es cierto que ha sido parte de films menores pero algunos, de veras, son muy buenos; baste pensar en Duplex (2003, Danny DeVito) o en los dos films de los Hermanos Farrelly: Loco por Mary y La novia de mis pesadillas.
Pero Stiller es también director, y aún cuando Zoolander (2001) no posea el pleno cinismo que prometía, sí podíamos divertirnos un tanto desprejuiciadamente sobre el mundo de la moda. En Una guerra de película, Stiller pone ahora el foco en el mundo de la guerra y del cine, analogía que, por sí sola, ya nos dice mucho respecto de Hollywood y su maquinaria.
En este rodaje alocado, integrado por actores veleidosos, rebosantes de ego, nada sale como debiera. Por un lado por los caprichos de las estrellas. Por el otro por la falta de práctica del realizador. Y también por las exigencias letales del productor (rol que cubre Tom Cruise, de modo irónico, ya que él es uno de los más letales productores actuales).
Entonces, no puede obtenerse una buena película sobre Vietnam en estas condiciones, menos aún cuando el film es blanco de los chismes del espectáculo y se pierden ganancias fastuosas. Guiño que nos recuerda -también desde algunos encuadres- al mismísimo rodaje conflictivo de Apocalyps Now, guerra personal entre su director -Francis Coppola- y el cuerpo ejecutivo.
Basta de asistentes y manías. A caminar la selva y resolver el film. Por medio de un rodaje oculto, y abandonando a los actores en el medio de la jungla, sólo el guión cinematográfico les servirá de guía. Pero cuando un grupo armado y traficante se les cruce de veras en el camino, la situación será otra.
Si el fantasma del film de Coppola aparecía para reír, ni qué decir respecto de otros títulos bélicos como Pelotón, Rambo y, sobre todo, Rescatando al soldado Ryan. Una guerra de película puede entenderse, cómo no, a la manera de una mueca respecto de este último film. Basado en un bestseller tan falso como los mismos trailers iniciales, la película dentro de la película de Stiller burla el triunfalismo del título de Spielberg mientras copia, exacta y paródicamente, los brazos en alto de Pelotón.
Todo ello a través de un grupo de soldados digno de crédito. Y aún cuando todos sean divertidos y brillantes, habrá que detenerse, cuándo no, en Robert Downey Jr. Sometido a una operación facial que le pigmentara la piel de negro, su personaje compone el estereotipo del afroamericano, lleno de frases hechas y tics sureños. Una fiesta del ridículo, que alcanza momentos mayores cuando es un negro verdadero el que le planta cara y lo increpa.
Habrá que reparar también en la reflexión que sobre el retardado cinematográfico y el premio Oscar Robert Downey realiza. Rain Man, Forrest Gump y Sam. Hoffman, Hanks y Penn. No hay que actuar como Penn, porque un retardado siempre debe ser algo brillante. Es eso lo que premia la Academia.
Una guerra así, en plena era Bush, es un festejo del disparate y el artificio, rasgos que no menguan, sino todo lo contrario, una mirada lúcida, crítica y muy divertida.
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