CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. QUéMESE DESPUéS DE LEERSE, UNA VISIóN PARóDICA SOBRE LA SOCIEDAD ESTADOUNIDENSE
La última realización de los hermanos Cohen rescata un tono caricaturesco en la historia de un agente de inteligencia que es despedido por alcohólico, y escribe reveladoras memorias.
› Por Emilio A. Bellon
Quémese después de leerse. ("Burn after reading"). EEUU - G. Bretaña - Francia, 2008
Guión, montaje y dirección: Joel y Ethan Coen
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Interpretes: George Clooney, Frances McDormand, Brad Pitt, John Malkovich, Tilda Swinton, Richard Jenkins.
Duración: 96 minutos.
Salas de estreno: Monumental, Showcase y Village.
Calificación: 8 (ocho)
Desde 1984 los hermanos Ethan y Joel Coen, con primer film Simplemente sangre -hoy, auténtico "cult-movie"-, ocupan un lugar no sólo relevante sino de referencia en la historia del cine. Sobre su obra se han publicado numerosas monografías y textos de análisis y críticas y en más de una oportunidad fueron homenajeados en festivales y muestras. Los Coen, que ya tienen más de cincuenta años, han podido repensar y recrear a los llamados géneros tradicionales, desde una perspectiva paródica y autorreflexiva.
Si revisamos atentamente su filmografía observamos que sus títulos nos llevan a los clásicos del cine y la literatura, el policial negro, los films de gángsters, la comedia sentimental y el sueño americano, los films de enredos y las películas sobre el mundo del cine. Sólo parecerían faltar el western y el musical, aunque en ¿Dónde estas hermano? aspectos de estos géneros se cruzan y se seducen jubilosamente y en Sin lugar para los débiles reconocemos huellas del lejano Far West.
Algunos de sus títulos han merecido publicaciones particulares, tales como De paseo a la muerte, Barton Fink, Fargo, El hombre que nunca estuvo y la reciente Sin lugar para los débiles. Olvidables, en cambio -para un amplio sector de la crítica-, son El gran Lebowski, la remake de El quinteto de la muerte y El amor cuesta caro.
Difícilmente Quémese después de leerse obtenga una nominación a los Oscars. La visión que los Coen nos acercan sobre los comportamientos y las costumbres de la sociedad estadounidense es la de un país un estadio intermedio entre la niñez y la adolescencia.
Desde las primeras imágenes, la Tierra es vista desde una mirada satelital: de lo alto a lo bajo, de lo cósmico a lo particular. Y de esta manera, con un vertiginoso acercamiento, se desciende a un espacio fortificado de la CIA, órgano secreto del Estado que comenzó a ponerse en marcha en 1943.
Allí, en ese espacio dominante, custodiado, un hombre de mediana edad, Osbourne Cox, analista de información, recibirá la noticia de su despido por motivos de alcoholismo. Este rol lo cumple histriónicamente, hasta el límite de la caricatura, John Malkovich; quien al igual que los otros personajes centrales del film parece criatura de un film de dibujos animados.
Admirable es el trazado de estos personajes que comenzaran a poner en marcha una serie de desaciertos, a partir de que el Señor Cox decide grabar sus memorias; es decir, lo que cree recordar y lo que puede llegar a revelar sobre la CIA. Pero esto no es más que el principio de un efecto dominó de equívocos que dejan al descubierto conductas marcadas por la ambición y el idiotismo.
Termino a subrayar, idiotismo que ya se manifiesta en otros títulos de su filmografía. El disco grabado con las memorias, vaya a saber por qué, aparece en el salón de un gimnasio llamado Hardbodies Fitness Center, ubicado en un barrio de Washington. Y este disparador abre a una larga lista de absurdas aventuras.
Pero el disco grabado es solo un pretexto: tal como pedía Alfred Hitchcock en sus historias. Ese pretexto que se conoce como McGuffin, ya que es el mismo el que nos lleva a revelar reacciones y formas de ser de cada uno de sus protagonistas. En Quémese después de leerse, cada personaje se cruzara con el otro creando una atrapante relación particular.
La esposa de Osbourne Cox, Katie Cox, dispuesta a separarse, fría y calculadora, para ir a vivir con su amante, el agente federal del FBI, Harry Pfarrer, paranoico e hipocondríaco; quien por otra parte se encontrara ocasionalmente con una empleada del centro gimnástico, Linda Litzke, que sólo ansía refundar su imagen y vida a través de cirugías estéticas y quien se conecta vía Internet con posibles amantes. A su lado, en el mismo ámbito, un joven empleado, alienado y torpe, compartirá con ella la aventura del chantaje. Mientras tanto, el encargado del local espera a Linda. A todo esto, el material grabado esta allí y es entonces que se desata una loca carrera, a la manera de los antiguos "cartoons" y hasta irrumpirá un cadáver en el ropero.
Radiografía en clave irreverente de organismos de control y del idiotismo de una sociedad que se monta en sus apariencias y frivolidades, Quémese después de leerse se puede pensar como "divertimento puro", lo que nos lleva a tener que aceptar otras reglas; distintas, claro está, de las que los Coen nos proponían en su penúltimo film, singularmente trágico y desesperado, Sin lugar para los débiles.
En el film, los Coen se citan a sí mismos y también a otros realizadores del género, sin olvidar a Hitchcock, con situaciones y encuadres que nos recuerdan a Psicosis. Cada uno de los personajes entrará en un juego que, igualmente, es su propia trampa y el film reviste el tono de falsa crónica, que igualmente satiriza a aquellos films sobre la CIA, los Happy End y de los años de la Guerra Fría. Un film en el que los actores se divierten en la misma medida en que los personajes van enloqueciendo y el público sonríe viendo, ahora, como nos alejamos de ese punto en el universo que es la tierra.
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