Mié 04.01.2006
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS

Los fastos del Congreso y los clásicos reeditados

Lleno de claroscuros, el balance del año en materia de Letras
deja la muerte de Saer, la de Naranjo y la del periodista
Fernando Toloza entre las pérdidas. La reedición de obras.

Cultura y letras en el 2005

Por Rafael Ielpi*

Puede que los fastos (y gastos) del III Congreso Internacional de la Lengua Española hayan impresionado a más de uno al punto de hacerle pensar que con el castizo evento comenzaba la generación de cultura en la ciudad. Fue la opinión, por ejemplo, del aún entonces presidente de la Bolsa de Comercio, para quien el Congreso nos había hecho acceder, por fin, a los arcanos culturales. Uno de los dislates del 2005. Comparable al de aquel reconocido escritor rosarino que afirmara, desde su condición de actual integrante de los cenáculos literarios porteños: "Me dicen que en Rosario hay cultura, pero yo no la veo" (sic), pese a lo cual aceptó dirigir la editorial municipal de una urbe sin cultura...En realidad, desde la recuperación democrática, la ciudad comenzó a generar hechos culturales con una dinámica que superó incluso el fervor, a veces voluntarista de los 60 y los 70. El 2005 encontró a los rosarinos protagonizando una movida cultural que se convirtió incluso en módico atractivo turístico por su variedad y en muchos casos, originalidad.

Hechos positivos fueron el relanzamiento de Ciudad Gótica, la revista que Sergio Gioachini trata de sostener a toda costa; la aparición de libros de poetas de distintas características e incluso generaciones: Hugo Diz, Reynaldo Sietecase, Concepción Bertone, junto a otros más jóvenes, a veces desconocidos pero no por ello menos interesantes.

El fenómeno del Festival de Poesía debe ser señalado como otro dato positivo. Trece ediciones consecutivas, con auditorios siempre nutridos, no es un dato menor. Más allá de las nuevas propuestas que demanda, su reiteración en el 2006 es un dato alentador y auspicioso.

La consecuencia de Lucera, la revista del Centro Cultural Parque de España, más allá de su perfil que muchos señalan como dirigido a una minoría especializada, es otro dato positivo. Ligado a ello, dos de los malos momentos del año que terminara hace pocos días: la muerte de Juan José Saer, a quien allí se le dedicaron algunos artículos, y la trágica pérdida de Fernando Toloza, crítico sensible, periodista cultural no convencional y ser humano querible.

La larga etapa de menosprecio y de ignorancia hacia la obra de Saer parte de los nuevos "académicos" porteños que sacralizan y premian a escritores de su círculo en concursos más de una vez vergonzosos, no impidió que sea visto hoy como lo que en realidad siempre fue: uno de los grandes narradores argentinos del siglo XX, a quien si en algún lugar se lo consideró siempre, fue justamente en esta ciudad.

Rosario demostró asimismo su avidez por aquellas propuestas que admiten la participación y el debate. Ejemplo de ello fue el ciclo "Indagaciones" que permitió que intelectuales como Beatriz Sarlo, Tomás Abraham, León Rozitchner y Horacio González fueran escuchados y escucharan a un auditorio que supo interrogarlos a su vez.

Lo deseable para el 2006: que funcione la mentada alianza entre "lo oficial" y "lo privado" para poder generar hechos culturales relevantes, consolidando el perfil de una Rosario esperanzada en eso de ser, de verdad, la Capital Cultural de país. Para eso no alcanzan los macro-recitales, los fuegos artificiales (que nadie discute iluminan las noches) ni el voluntarismo: hacen falta inversiones también. Y éstas deben venir tanto de presupuestos culturales dignos como de los aportes de una sector privado que se solaza con la bonanza de la soja, las industrias que renacen, el sector bancario. Soñar no cuesta nada. "Y en el 2006 también", como señalara Discepolín.

*Escritor, director del C.C. Bernardino Rivadavia.

El resurgimiento del ensayo

Por Rodolfo Raúl Hachén*

Rosario es una ciudad con una gran trayectoria escrituraria. Abundan los talleres de creación y lectura, las ediciones de autor, los encuentros, pero gran parte de esta producción queda fuera de lo que podríamos llamar el "circuito literario" por falta de promoción, de mayor cantidad de proyectos editoriales y de la posibilidad de generar un adecuado campo de recepción de nuevas obras y autores. El año 2005 no fue una excepción. Si nos guiáramos sólo por las obras que han alcanzado cierta notoriedad o al menos reconocimiento por parte del público lector el listado sería demasiado sucinto.

No han faltado las publicaciones de los rosarinos nativos --o por opción-- que mantuvieron su presencia en el mercado, como Patricia Suárez (Ésta no es mi noche), Angélica Gorodischer (Tumba de jaguares) y Roberto Fontanarrosa (El rey de la milonga), entre otros.

La continuidad de las revistas literarias/culturales (Riel, Lote, Juglaría, Casa Tomada, Ciudad Gótica, Lucera, etc.) y de los certámenes literarios de la Municipalidad que este año fueron dedicados a poesía y a ensayo resulta un fenómeno destacable. Este interesante "resurgimiento" del ensayo se vio plasmado en la apuesta que por él hicieron diferentes editoriales: UNR (Oliverio Girondo: el devenir de su poesía, de Roberto Retamoso), Municipalidad (Los clásicos argentinos, con conferencias de autores varios), Beatriz Viterbo (Modos del ensayo de Borges a Piglia, de Alberto Giordano). También sería interesante rescatar la cuidada y necesaria edición de El Gualeguay de Juan L. Ortiz, que Beatriz Viterbo presentó con un importante trabajo crítico de Sergio Delgado.

La Feria del Libro permitió, a través de las lecturas realizadas por jóvenes autores locales (Cecilia Muruaga, Oscar Taborda, Beatriz Vignoli, etc.), entrar en contacto con el work in progress de obras que esperan ser editadas algún día y de alguna manera.

Lo peor del año, sin dudas, fue la muerte del escritor Juan José Saer quien desde su visión del litoral y con su estrecha vinculación con Rosario supo representarnos en el mundo. Nos dejó el consuelo (siempre insuficiente) de una magnífica novela póstuma e inconclusa: La Grande.

Entre lo pendiente podemos señalar la ausencia casi total de proyectos que involucren la literatura de y para niños y/o adolescentes.

*Magister en Teoría Lingüística, investigador del Conicet.

Palabras de Fin de Año

Por Jorge Isaías*

Para los que creen que esta ciudad empezó interesarse por la cultura a partir del éxito mediático del Congreso de la Lengua, les prevengo que están en un error. Acá se viene trabajando arduamente en el plano cultural por lo menos de la década del 40 del pasado siglo, si pasamos por alto el trabajo pionero de pintores de la década anterior.

El Congreso nos sirvió -creo y espero no pecar de ingenuo-, para demoler esa superstición que hacía de Rosario un centro comercial, un polo sojero o una plaza financiera de las más importantes de América latina.

Pero la cosa viene de lejos y apenas uno sale de la ciudad comprueba el respeto con que se nos mira afuera por la actividad de sus artistas. Hay que acabar con el complejo "del triunfo en Buenos Aires", porque entre otras cosas es demasiado provinciano.

Este año realmente hubo tantas actividades culturales importantes en la ciudad que es imposible de reseñar, al menos para un solo ser humano.

Me quedo con tres cosas buenas: la recuperación que hizo el Gobierno de Santa Fe de la antigua Jefatura de Policía, otrora símbolo de la tortura y la represión de los años negros y ahora transformado en Centro Cívico y Cultural para toda la ciudadanía. Las otras actividades también buenas fueron las dos ferias del Libro: la infantil, que se realizó allí justamente y la otra, para todo público, en el Bernardino Rivadavia. Con gran éxito de público, probaron que Rosario sigue siendo una ciudad de buenos lectores.

Lo malo, muy malo: cuatro muertes. La primera la del irrepetible Juan José Saer, quien nos enseñó a mirar nuestra llanura con ojos diferentes, no exentos de ironía y reflexión; la del entrañable Rubén Naranjo, siempre amigo cercano desde los tiempos míticos de la Vigil; la de otra amiga, también editora: Virginia Pascazzi, activa difusora de las escritoras y escritores rosarinos; y la última, de hace apenas unos días, la muerte del noble, inteligente y humilde poeta y crítico Fernando Toloza, a quien tuve como colaborador en mis lejanos años de librero. Todas muertes irreparables, todas ellas me dejan más solo, más desamparado ante el límite del año que expira.

*Escritor.

La vuelta de un género

Por María Fernanda Mainelli*

Quizás el hecho editorial más interesante del 2005 haya sido la llegada a Rosario de la nueva colección de Seix Barral "Crónicas". Con cuatro títulos editados (Con la muerte en el bolsillo, Montañas, Equipaje de mano y Falsa calma) vuelve un género olvidado, donde se conjuga periodismo y literatura. La editorial acompañó esta iniciativa con un concurso que, con el auspicio de la fundación que dirige García Márquez, premiará con 20.000 dólares la mejor crónica en castellano. Incluso algo antes, la tendencia tenía su correlato en Rosario donde hasta la municipalidad lanzó su propio concurso.

Sin embargo, y balanceando, habría que mencionar que Rosario aún no ha logrado conformar una industria editorial que tenga trascendencia en el resto del país, aunque hay que destacar la labor del sello editorial Beatriz Viterbo, que tiene una identidad propia y una elección coherente de temáticas y autores. Además, dos autores locales, Angélica Gorodischer y Roberto Fontanarrosa siguen cosechando más lectores adictos en la ciudad y en el resto del país. Ambos tienen una producción literaria acorde a los tiempos que la industria requiere: editan al menos un libro por año, no todos los escritores logran estar en las bateas vigentes como ellos dos lo hacen.

*Periodista, jefa de prensa de Ross Centro Cultural.

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