CULTURA / ESPECTáCULOS › TEATRO. JUAN HESSEL REPONE "MAL DE OJO" EN EL CENTRO DE ESTUDIOS TEATRALES.
El director y dramaturgo rosarino en esta propuesta sorprende por el equilibrio alcanzado entre un elenco que no tiene fisuras y en el que se deposita gran parte de los logros de esta obra que participará de la Fiesta Nacional en Chacho.
› Por Julio Cejas
La obra "Mal de ojo", dirigida por Juan Hessel, se repone todos los viernes de marzo a las 22 en el Centro de Estudios Teatrales (San Juan 842) antes de partir a la ciudad de Resistencia (Chaco) para participar en la próxima Fiesta Nacional del Teatro. El estilo de búsqueda iniciado con "Almas Fatales" (Melodrama patrio), también seleccionada en el 2002 para participar de la "Fiesta Nacional del Teatro" que se desarrolló en Mar del Plata, se enriquece y alcanza uno de sus momentos de mayor madurez.
En el 2004 aparece otro de sus trabajos donde concentra el máximo de sus esfuerzos para dibujar una poética distinta, en base al trabajo intensivo con sus alumnos: "Naturaleza muerta". Dos años más tarde, después de despertar el interés de una gran cantidad de actores que vienen de otros talleres y de las escuelas de teatro locales que ven en el entrenamiento con Hessel una nueva motivación para la creación, pone en escena "Territorio falso".
En "Mal de ojo" se cruza un grupo de jóvenes actores integrado por
Gustavo Castilla, Lucrecia Zamboni y María Romano con dos actrices como
Silvia Ferrari y Adriana Frodella, de recordada participación en "Naturaleza muerta".
Y esto es uno de los puntos a destacar en la labor de formación y dirección que logra Hessel y que en su última propuesta sorprende por el equilibrio alcanzado entre un elenco que no tiene fisuras y en el que se deposita gran parte de los logros de "Mal de ojo".
Toda la dramaturgia y la puesta en escena de este inteligente creador esta basada en la potente presencia de cuerpos que se proyectan en forma vertiginosa, desarticulando los parámetros de las convenciones teatrales que presuponen una forma de decir el texto que aquí esta al servicio de la estética hesseliana.
Como en todos sus trabajos, se parte de un pretexto, un pequeño indicio que desde el programa de mano insinúa alguna historia para tranquilidad de los que van al teatro a buscar alguna fabula para pisar tierra firme. En lo que bien podría ser la acostumbrada necrológica de cualquier diario se anuncia que "el día 23 de agosto a las 15:45, falleció el doctor Enrique Torcuatto, a la edad de 51 años, luego de una extraña enfermedad".
La noticia destaca las bondades del extinto que se habría destacado como "eximio fotógrafo" a pesar de que se reconoce un solo trabajo denominado "Misterios de Colastiné, obra expuesta en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso De la Nación".
El disparador se parece mucho al entorno de la clásica tragedia lorquiana, "La Casa de Bernarda Alba", donde las mujeres regresaban del entierro de Antonio María Benavides para encerrar una tormenta que no evitaría el final clausurado por la celebre frase de Bernada: "¡nos hundiremos todas en un mar de luto!". Paradójicamente, Lorca aclara después de detallar las características de los personajes de su obra: "El poeta advierte que estos tres actos tienen la intención de un documental fotográfico".
De alguna manera "Mal de ojo" cuyo subtitulo es tan perturbador como la puesta "Tu mirada no es de este mundo", es también una especie de documental fotográfico de cinco seres que irán revelando sus historias frente al ojo incisivo de una cámara fotográfica.
Pero en este caso la Voigtlander, vieja y clásica cámara alemana es una prolongación de los ojos de Albertina, la discípula del doctor Torcuatto, heredera de los secretos familiares y dotada de una mirada especial, una mirada "de otro mundo".
El espacio es una vez más el típico living al que Hessel nos tiene acostumbrados a lo largo de sus últimos trabajos, un lugar cargado de símbolos y a su vez un acotado trampolín para las pruebas de riesgo a la que se someten sus personajes.
Hay algo de la sofocación y del espacio cerrado de aquella emblemática casa de Bernarda Alba, un intento permanente de querer purificar el ambiente: -..."el olor y la maldad... ¿y si abro las ventanas?..., las ventanas tienen que estar cerradas...". Y siguiendo con los paralelismos lorqueanos, hay algo de Adela, en Albertina, algo que la impulsa a escapar de ese lugar, de ese sitio que en algún momento pensó, sería el único en el que podrían mirarla sin sospechas.
Es un mundo de mujeres insatisfechas como el mundo clausurado de "La casa de Bernarda Alba", donde los hombres siempre implican algún peligro, pero aquí hasta Javier que es el único hombre en esa casa, pareciera un muñeco que se desarticula frente al deseo de esas cuatro mujeres atormentadas.
Hay mucho del melodrama que por momentos nos recuerda a un culebrón expresionista, las repeticiones y las exacerbaciones de los personajes arrancan alguna risa frente a las constantes alusiones a los tics de una clase social enmarcada como siempre en el paisaje santafesino.
Pero la teatralidad se asoma permanentemente por las costuras de las historias y los recursos escénicos juegan un papel decisivo como la puesta de luces y la banda sonora que al final depara una sorpresa ,como si ese tema cantado por Roberto Carlos, "iluminara" tanta oscuridad.
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