CULTURA / ESPECTáCULOS › REúNE OCHO PINTURAS RECIENTES EN LA SALA TRILLAS DEL TEATRO EL CíRCULO
Volvió brevemente a Rosario para inaugurar su nueva exposición, "¡Aglutinante!". Su pincel ecléctico muele y mezcla elementos góticos, barrocos, decadentistas, vanguardistas y psicodélicos, además de parodiar cuanto estilo oficial se cruce en el camino.
› Por Beatriz Vignoli
"Vivir en una cabaña en las montañas, modesta pero equipada con..." ¿cuántas guitarras tenía Steve Howe? "Ochenta y dos", responde una voz del otro lado de la línea telefónica y la cronista toma nota: "82 guitarras como Steve Howe". La escena transcurre en 1992; el texto es de ficción y no hace falta cruzar datos. La voz en el teléfono (una voz que tira sin dudar la cifra exacta, como un buscador Google avant la lettre) es del pintor Aurelio García (Rosario, 1964), quien en aquel momento vivía en su ciudad natal, luego de una niñez y adolescencia en el Barrio Somisa, de San Nicolás, en la provincia de Buenos Aires. Hoy reside en algo muy parecido a la cabaña soñada del relato: una casa en el bosque patagónico en Lago Gutiérrez, cerca de Bariloche (Río Negro), de donde volvió brevemente a Rosario para inaugurar su nueva exposición, "¡Aglutinante!". La misma reúne ocho pinturas recientes (de los últimos 18 meses) en la sala Trillas del Teatro El Círculo (Laprida y Mendoza).
"La pintura es una cosa mental", dijo uno de aquellos maestros renacentistas cuyo nombre la cronista ha olvidado y García seguramente recuerda. El cerebro sobreinformado de Aurelio García es como el de Funes el memorioso: no olvida nada. Rostros y perfiles de personajes del poder del siglo pasado coexisten en sus pinturas con ídolos rockeros de su adolescencia, motivos decorativos de viejas tapas de discos de vinilo y modelos de automóviles que alguna vez fueron "el" auto. Su pincel ecléctico muele y mezcla elementos góticos, barrocos, decadentistas, vanguardistas y psicodélicos, además de parodiar cuanto estilo oficial se cruce en el camino de su genio satírico. Todos los lados B de la(s) cultura(s) se dan cita en sus bizarros e ingeniosísimos collages pictóricos, basados en bocetos digitales que él reelabora con un gran virtuosismo del oficio.
Allí retoza de un modo muy autoconsciente la respuesta a la pregunta por los resultados de aquel experimento en exceso de educación que fueron los niños argentinos de clase media en los años sesenta. El efecto de festín irónico de obsolescencias se refuerza con la labor de García como diseñador, capaz de producir íntegramente sus propios catálogos, inclusive los textos, en un gesto muy "hágalo usted mismo" pero de alta calidad, tanto gráfica como literaria. Son de un humor paródico imperdible. Pueden leerse en su sitio web http://www.sanaurelin.com.ar
En el de la presente muestra, el artista se inventa un alter ego mediante el cual describe los cambios en su obra, entre los que se incluye la incorporación de minuciosas copias de láminas de libros de anatomía y zoología. "En estos años de sosegada contemplación su pintura ha incorporado microorganismos diversos, insectos en su fase larvaria, pájaros carpinteros de la variedad magallánica y esqueletos de gorila entre otras formas no humanas", escribe. A tales libros los consigue gracias a su "contacto frecuente con biólogos conservacionistas interesados en la pintura de caballete". Cabe agregar que, además de los esqueletos de gorila, se lucen en la muestra sendas secciones anatómicas de Evita y Perón, a punto de besarse en un plano final de comedia hollywoodense de fondo algo ambiguo, mitad Apocalipsis, mitad Edén. Eso sí: es un Hollywood pasado por el LSD que García y sus amigos seguramente jamás tomaron, así como jamás incurrieron en controvertidas adhesiones políticas al peronismo como la del recientemente fallecido intelectual del grupo Contorno aludido en el título: "El fantasma del Dr. Casullo" (2009). La pintura (una cosa mental), parece ser la única pasión de Aurelio García, su único éxtasis.
Un cuadro de Aurelio García es como una canción de Beck: explora innumerables mundos de sentido sin implicarse en ninguno de ellos. Obra de la era global, establece con cada "orden del discurso" (Foucault dixit) una relación que sería puramente decorativa y epidérmica de no ser por la ironía. Lo que se deja leer entre líneas tras los colores ácidos es la historia aún no contada de cómo aquellos lectores del Anteojito y Billiken, luego expuestos a la afasia asimbólica del terror, perdieron toda capacidad de conectar palabra y experiencia. Después navegaron por los océanos de datos, arqueólogos posmodernos de un pasado sobresaturado de utopías muertas. La de García es una pintura a sangre fría, escéptica hasta lo esquizoparanoide, que calca los medios fríos y la gráfica dura para las masas. Una pintura vampírica, viva después de la muerte de la pintura, que sobrenada y comenta los mitos que hacen a la realidad, pero despegada de toda obligación para con cualquier verdad.
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