CULTURA / ESPECTáCULOS › TEATRO. "MIRTA MUERTA", DE ESTEBAN GOICOECHEA POR "PATA DE MUSA TEATRO".
En "Mirta muerta" hay muchas lecturas y no tienen que ver con lo que pareciera estar contándose. No hay aquí una historia en el sentido formal que se entiende. Características de experimentación y de intensa búsqueda estética.
› Por Julio Cejas
El recientemente creado grupo "Pata de Musa Teatro", presentó en el CET (San Juan 842) la obra "Mirta muerta", escrita por Esteban Goicoechea bajo la dirección de Miguel Bosco. Esta dupla de actores que integran también el staff de "Blut!, una pareja de sangre" que cumple este año su tercera temporada en cartelera, han constituido un equipo de trabajo donde intentan perfilar una manera particular de abordar el proceso dramático. En esta oportunidad el elenco integrado por el propio Goicoechea se completa con la participación de Paola Chávez, Carlos Rossi, Ariel Hamoui y Nicolás Marinsalta, todos bajo la asistencia de dirección de Tania Scaglione. "Mirta muerta" podrá verse todos los domingos en el horario de las 21 horas y sus organizadores prometen que seguirán en la Sala del CET, durante por lo menos tres meses.
La propuesta sobrevuela un clima cercano al policial negro donde los personajes no parecieran bastante definidos y tampoco la situación en la que se encuentran arroja claridad sobre lo que el espectador va a presenciar. En principio en una escena cargada de sensualidad, una mujer ensaya unos movimientos tratando de acompañar una melodía, mientras dos hombres que en principio la observan, se acercan y comienza un ritual de acercamiento y complicidad.
Todo bajo una ambientación lumínica que irá recortando las siluetas de los protagonistas contra las paredes de un espacio acotado que también irá encerrando al público dentro de la siniestra habitación.
Posiblemente estemos en presencia de un secuestro, hay una mujer que en principio nos enteramos que se llama Sabrina, pero que bien podría ser Mirta o en todo caso la víctima de este supuesto secuestro.
Los supuestos serán el eje de una trama que se abre y se bifurca hasta el punto de la exacerbación y donde pareciera estar jugándose un juego de roles rotativos que exigen una explicitación por parte de los propios integrantes.
La irrupción de un abogado que también intentara justificar su posicionamiento en este juego y otro hombre que pareciera ser el Jefe de los otros pero que despues se correrá de ese lugar,preanuncia la imposibilidad de toda certeza. De alguna manera este abogado que tampoco es doctor es el único personaje que llega del exterior,con la aparente misión de esclarecer este caso, si es que presuponemos que estamos en presencia de algún caso que resolver.
De pronto comienza un interrogatorio, y Sabrina pareciera estar interpretando el papel de Mirta, la muerta, la que nada puede decir, pero lo curioso es que no es el abogado quien inicia el interrogatorio sino el Jefe que adopta el rol de un cafishio interpelando a su pupila.
Y entonces aparece un dispositivo que nos recuerda una obra anterior del propio Goicoechea: "Intervenidos" (2007), un trabajo donde se reconstruia el procedimiento dramático y la trama era un pretexto para investigar el tema de los límites entre la realidad y la ficción.
Y no es casual que el propio dramaturgo se ubique en esta nueva búsqueda en el rol del abogado al que se le va a contar las razones por la que fue citado en un aviso donde solicitaban sus servicios.
Esteban Goicoechea va a escuchar una indagatoria que hacen los actores a alguien que ocupa el lugar del muerto y más allá de las implicancias psicológicas a las que remite ese rol, en el juego teatral es volver una vez más sobre una palabra que desprovista de la escritura teatral tradicional, retorna a partir de la dramaturgia del actor.
Mirta entonces está muerta en función de una trama que sólo pueden revivir los personajes que interactuan con ella, sabiendo que nada puede responder, por eso tampoco nadie sabrá cuál es su verdadero nombre, ni el rol que ocupa en un juego que se torna cada vez más laberíntico.
Podrán aparecer intentos de una lectura que conecte este trabajo con ecos de la actual situación de violencia e inseguridad y en la que la palabra secuestro pasaría a ser ya parte de una cotideaneidad exasperante.
En "Mirta muerta" hay muchas lecturas y no tienen que ver con lo que pareciera estar contándose, no hay aquí una historia en el sentido formal de lo que entendemos, quién busque la anécdota no la encontrará por ese camino.
En los últimos años a los especialistas e investigadores teatrales les gusta hablar de "procedimiento" y privilegiar los dispositivos con los que se produce un teatro que se regodea en mostrar procesos y formas de manufacturar una obra.
Miguel Bosco desde la dirección pareciera acercarse a este formato en el que dialoga permanentemente con una escritura donde los puntos sólidos son aquellos que sostienen el juego y los itinerarios actorales.
Hay un ritual que se realiza en espacio clausurado, un espacio que interviene y transforma la misma sala en la que se realiza la obra, ubicando a los espectadores dentro de ese cuarto de permanente interrogación.
Por las características de experimentación y de intensa búsqueda estética, "Mirta Muerta", se expondrá al desafío de nuevas funciones que intensificarán algunos aspectos que desde la propia dramaturgia deberán correr a la par del crecimiento de un sólido equipo actoral en el que destaca el sugestivo e intenso trabajo de Paola Chávez.
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