Dom 22.01.2006
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › GERETTO CON SU NUEVO ESPECTACULO "COMO QUIEN OYE LLOVER"

La reconstrucción de las muñecas

Otra vez este actor saca de su galera a
esas mujeres solas que le prestan historias
para que él las transforme en humor y poesía.

› Por Julio Cejas

Hace tiempo que los adultos no se detienen a escuchar ciertos sonidos, no hay mucho tiempo para dedicarle a ciertos gestos que la naturaleza pone para que no nos olvidemos que somos parte de ella, o para que recordemos que en algún otro tiempo teníamos los oídos más cerca de la piel. Tampoco tenemos tiempo para disfrutar de un espectáculo que no esté recargado del trillado repertorio que se puede disfrutar mientras se está pendiente del último mensaje de texto que llegará a nuestro celular, lamentablemente enmudecido para dar paso precisamente a ese espectáculo.

Mientras llueve estamos ocupados en no llegar tarde a donde como dice Serrat "nunca pasa nada", por eso la lluvia pasa como la vida sin que nos demos cuenta del sentido que tienen a veces algunas gotas de agua golpeando sobre la ventana.

Será por eso que un sector del público se detiene a escuchar lo que nos quiere contar un actor que se trasviste para mostrar el lado oculto de la vida que pasa sin que oigamos el verdadero rumor de un tiempo en el que teníamos tiempo para disfrutar de lo intangible.

"Cómo quien oye llover" es otro desafío de Juan Pablo Geretto, alguien que ya se ha convertido en un personaje mediático y que aprovecha lo que le sirve de esa imagen para seguir reforzando su proyecto de ser fiel a su infancia.

Después de seguir sorprendiéndose y sorprendiendo a todos con ese increíble, inextinguible suceso que fue "Sólo como una perra", el actor oriundo de Gálvez es el primero que ha roto el mito de una ciudad imposibilitada de sostener una temporada teatral en verano.

Nuevamente el Broadway se prepara para cobijar en su sala otra producción que ya cuenta con la abrumadora presencia de un público que masivamente acude a la cita y aplaude de pie al finalizar la función.

Otra vez Juan Pablo, sacando de su inagotable galera, ese manojo de mujeres solas que le prestan sus historias para que él las transforme poéticamente y las haga más presentables bajo el ropaje del humor.

Pero ahora ya no es sólo aquel espectáculo heredero de las mejores tradiciones del transformismo que fue "Sólo como una perra", ahora el divertimento se enriquece y profundiza apelando a una estructura más teatral.

No es casual percibir ciertos rumores del imaginario poético de Chiqui González colándose por las costuras del espectáculo, cierta forma de organizar las imágenes que resultan familiares para quien ha conocido en parte la producción artística de esa talentosa creadora rosarina.

Juan Pablo apela a su universo, ese rico manantial que de niño lo cobijó en su recordada Gálvez, todos sus recursos técnicos parecieran estar al servicio de un intermitente homenaje a esa localidad de la cual se siente orgulloso por que allí descubrió parte de su identidad.

Allí conoció a esas mujeres cuyas historias le proveen el material para ir urdiendo un recorrido a la manera de un narrador que escribe en su propio cuerpo una historia mayor, la historia de tantas señoras anónimas que se reafirma a partir del encuentro con un público eminentemente femenino.

El es una especie de partero que introduce sus manos en el vientre de esos blancos maniquíes donde se encuentran las tripas hechas vestuario, para parirlas ya inscriptas en su cuerpo de actor; para dar a luz a esas criaturas que nos hacen reír y llorar, igual que los hijos.

De alguna manera también es un homenaje al oficio del actor, ese prodigioso partero de la escena, ese implacable juez y redentor de los personajes que tiene que recrear.

Allí está Ana María festejando el cumpleaños de su perro Apolo, ese sustituto de hijo que le obsequiara su amante, ese ser enmascarado por una sonrisa artificial que hace reír a todos menos a ella.

O esa otra vecina suya, la Nelly, de riguroso luto por la muerte del Negro, un marido que "le hizo tres hijos porque la agarró dormida...",una especie de infaltable compañía de enfermos y moribundos.

O la madre de La Chucky que busca desesperadamente a su hija precoz que con sólo 12 años ya la hizo abuela de cuatro hijos y no se adapta al nuevo espacio del monoblock al cual se mudaron para huir de las vicisitudes de la villa.

Algunos de estos personajes ya estaban en la esencia original de "Sólo como una perra" en su formato concert, y retornan ahora corregidos y ampliados para integrarse a ese mundo caricaturesco y a la vez dramático.

Todas quizás herederas pobres de aquella inolvidable Nora de "Casa de Muñecas" de Ibsen, que huye de su casa, clausurando un matrimonio burgués y forjando el primer alegato feminista del teatro occidental.

Juan Pablo vestido con el corset de las muñecas antiguas, invita a recrear en ese juguete el imaginario de nuestros abuelos y el concepto de sexualidad que se tenía en esos tiempos.

De igual manera no se priva de establecer ciertos paralelismos inequívocos cuando se pregunta el sentido de que las niñas jueguen hoy con las Barbies,"﷓¿por qué juegan a acunar a muñecas que tienen la edad de sus madres?","¡qué mal que estaremos que los chicos necesitan acunarnos!".

Por eso resuelve invitar a alguien del público para acunarlo mientras le canta una dulce nana, un gesto único e irrepetible en el teatro de los últimos tiempos.

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