CULTURA / ESPECTáCULOS › MUESTRA ANTOLóGICA DEL ARTISTA ALEMáN GERHARD RICHTER EN EL CCPE
La muestra -titulada "Sinopsis", en español- produce toda clase de sensaciones, llegando al tedio. Se incluye un video sobre su obra. A partir de allí es posible comprender la heterogeneidad y el eclecticismo de sus propuestas.
› Por Beatriz Vignoli
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"Todo se lo toman literal", escribía hace poco un amigo argentino, escritor, emigrado, por chat, desde Dresden, acerca de los alemanes. "Es como 'Todo por dos pesos'. Pero en serio, sin ironía". "No tienen metáfora", fue la respuesta desde su patria.
- Satamente, dotora.
- ¡Uy, qué aburrido!
- No disocian.
- No juegan, me imagino.
- No saben jugar.
- Como que es todo real.
- Son violentos que te jodas.
- No hay ficción tampoco.
- Y muy malos artistas.
- Claro, ¡deben ser documentalistas o abstractos!
2
Escribe el pintor Richard Hennessy en un artículo elogioso ya clásico sobre Picasso, "The Man Who Forgot How to Paint" (El hombre que se olvidó de cómo pintar, Art in America, Summer 1984, pp. 13 a 25), acerca de la famosa serie de pinturas basadas en la bandera estadounidense hechas por el neodadaísta de dicha nacionalidad Jasper Johns: "El qué de estas pinturas estaba predeterminado. El cómo era el único lugar donde todavía quedaba algún espacio de maniobra. Esta era la parte linda, la parte `sensible`, por no decir la parte sentimental: esas lágrimas de encáustico que corren a raudales. Las banderas de Johns son como las pinturas de Francis Bacon, pero en una clave mucho más baja: no hay en ellas el estridente horror de un Bacon, con una mutilada figura retorcida y aullante. Hallamos aquí, sin embargo, el equivalente pictórico de una persona físicamente rígida que llora en silencio sin poder contenerse".
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Ana:
Richter me pareció un idiota sobrevaluado por la moda minimalista de la época. ¿Le entro por el lado procesual y neodadá? Sus procedimientos de baja intensidad y amplísima extensión, un artista del monocultivo... Bea.
Bea:
¡Richter es un alemanote! Con sus aburridores y rigurosos estudios sobre la materia y el color, que se pueden obviar, pero también con todo el romanticismo de esas fotos que convierte en pinturas como por arte de magia, y que arrastran toda la melancolía y la nostalgia del pasado.
Y después de vuelta a la foto, virtuoso como un malabarista.
No me cites, usá lo que te sirva, pero ubicate en el momento histórico, en la persecución de los alemanes que genera obsesión... ¿Viste qué loco lo del video? ¿Lo de los miles y miles de colores y de vidriecitos de vitreaux que está haciendo ahora?
Me parece que el arte procesual es su delirio, pero que es tan bruto que no se da cuenta por dónde es que corre su talento, que sin duda lo tiene. Al cruce entre pintura y fotografía a partir como decís, del neodadá, y más adelante también, se le puede sacar el jugo, porque es lo que les interesa a los chicos jóvenes... Ana.
Ana:
Me encanta lo que decís de Richter porque la verdad que a mí me pareció un enfermo, un neurótico obsesivo compulsivo total. Muuuy alemán y sí, esos paisajes fotográficos son románticos, son lo más lindo. Lo de los 180 y pico de cuadraditos y cómo lo cuenta él me quemó el cerebro de sólo pensarlo. "Empecé con tres...", dice, la bestia. Y después ese vitral: 72x72 cuadraditos. Una composición de 500 y pico de piezas, `perá que agarro la calculadora... Si no existiera la palabra "procesual" habría que recetarle Prozac ya.
Es buenísimo ese video. La muestra no se entiende sin él.
Pero sí, esa economía extrema del sentido es muy de joven contemporáneo... la cosa carcelaria, ¿no? Las perlitas de (Román) Vitali pero con más locura. Bea
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En fin. Rosarinos: tenéis hasta el 10 de agosto para ver la breve muestra antológica del artista alemán reconocido internacionalmente Gerhard Richter (nacido en 1932 en Dresden, radicado en los `60 y `70 en Düsseldorf y desde 1983 en Colonia). Fue organizada con el IFA de Stuttgart y el Instituto Goethe (ver más información en www.ccpe.org.ar). Titulada Survey (Sinopsis) en honor a la más antigua de las obras presentadas, la muestra produce toda clase de sensaciones, desde nostalgia a náusea, pasando por el tedio. Se incluye un video sobre su obra en curso, que arroja luz sobre lo esencial de su obra, que son los procedimientos. A partir de allí es posible comprender la heterogeneidad y el eclecticismo de sus diversas propuestas. Y Richter se perfila como un sujeto perplejo pero humilde, sabio reconocedor de sus límites, que no se arroga el poder de fabricar sentido ni la magia de ingresar a los sentidos dados, limitándose con toda honestidad a hacer lo que puede, es decir, lo que aprendió: a repetir movimientos. Es un (¿neo? ¿post?) dadaísta manso y dócil, cuyo antiarte deviene arte, como gran parte de mucha neovanguardia hoy, sólo que él la vio primero.
Como artista, Richter hace sin hacer, crea como si no creara y labura como un buey. Fluye con el wu wei, se desinscribe, se desentiende, trabaja a reglamento y pone el oficio en modo automático para limitarse a encuadrar, iluminar y obturar sobre lo dado. Podría decirse que, incluso cuando pinta, es un fotógrafo de instantáneas. Algo en él lo emparienta con aquel desencantado cineasta de ficción en una película de Wim Wenders, titulada Lisboa, quien disparaba a ciegas su cámara colgada de la espalda. Así es como el arte alemán dialoga hoy con su gran tradición dentro del Romanticismo, diálogo en el que irrumpió el horror de dos guerras mundiales. En la segunda, Dresden fue bombardeada hasta que sólo quedaron los escombros. Richter estaba ahí. Toda foto de Dresden anterior a 1945 es un fantasma y él lo sabe.
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