CULTURA / ESPECTáCULOS › UNA RADIOGRAFíA DE LOS GRUPOS DE NARRADORES ORALES QUE TRABAJAN EN ROSARIO
En la era de la tecnología, el pensamiento rápido y la atención dispersa, estos cuentacuentos desafían con la calidez de su voz y aseguran que no hay placer más grande que saber que otro está atrapado en la historia que se narra.
› Por Evelyn Arach
Contar un cuento para que un niño quiera leer, para llegar a hombres y mujeres con poco acceso a la cultura, para darle vida a los objetos de un prestigioso museo o simplemente por el placer de contar. Así de heterogéneos y disímiles son los objetivos de los distintos grupos de narradores orales de Rosario, surgidos en años recientes. Rosario/12 reunió a todos con el objetivo de saber cómo sobrevive y se reproduce un arte ancestral en el mundo de la imagen y la tecnología. "No hay mayor placer que sentir que el otro está atrapado en tu historia", aseguran, cómplices de la imaginación. Y coinciden en una premisa: "Sólo se pueden narrar los textos que uno ama". Así Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Isidoro Blaisten y Angélica Gorodisher, entre otros, aparecen en un repertorio variado en el que los más chicos prefieren escuchar los cuentos de terror y los adultos se inclinan por el humor o la nostalgia.
Monica Alfonso es actriz desde hace 35 años, pero hace diez que comenzó a experimentar con la narración como único elemento. La palabra y lo que el otro imagine se reúnen para crear un espacio mágico. En ese contexto ha participado de festivales internacionales en Colombia y Alemania, pero también realiza espectáculos en Rosario como "Al abrigo del tiempo", en donde los objetos del Museo Estevez son el disparador de varias historias. "La palabra dicha tiene que ser aireada y corta, no puede cansar porque eso impide la emoción", sostiene y afirma que su arte está basado "en el respeto por los textos de autor". En junio de este año presentó "Pérdidas de tiempo", un CD en el que recrea textos de escritoras rosarinas.
También convencidos de que contar es un arte, en el 2004 surgió MORONAO (Movimiento Rosarino de Narradores Orales) perteneciente al círculo de Cuentacuentos en donde nueve personas, entre actores y narradores inclinan la balanza hacia la oralidad y con distintas voces recrean una historia, en la mayoría de los casos dirigida a un público infanto juvenil. "Lo más importante es que restaura el contacto humano mediatizado por la tecnología, y eso puede emocionar", explica Claudia Vives, una de sus integrantes. Adriana Felicia, fundadora del proyecto afirma que el trabajo de Moronao desmitifica la afirmación de que "los chicos no leen". "Toda vez que terminamos de contar una buena historia sea en una sala céntrica o en un barrio los chicos quieren llevarse el libro para volver a leerla", cuenta.
El grupo lucha por el profesionalismo de la narración oral y se deferencia de los cuentacuentos amateurs. Por otro lado afirman que algunas docentes lejos de fomentar el amor por los libros, los convierten en una tortura. "Lo primero que les aclaramos a los chicos es que los cuentos no son para sacar sustantivos y adjetivos, dividir las oraciones semánticamente, ni aprender moralejas, son para disfrutar y punto. Entonces se relajan", detalla Felicia.
"¿Y vos estabas ahí"", preguntó un azorado nene de tres años a Paola Pedalino mientras ella narraba una historia de terror en la Biblioteca Cachilo emplazada en Barrio Triángulo. Paola cuenta que es habitual que los chicos se compenetren tanto en un relato que quieran seguir escuchándolo una y otra vez, aunque nunca hayan tenido un libro en sus manos. El espacio está enfocado en el trabajo social territorial en la zona oeste de Rosario. Todos los viernes y sábados unos veinte chicos de Triángulo, Villa Urquiza y Cabin 9 escuchan relatos cuyo fin es el mismo: "La narración es un puente hacia la lectura. Es muy emocionante que un niño o un adulto se conmuevan con una palabra", se entusiasma.
Los narradores orales de la Cachilo comenzaron el movimiento hace nueve años con objetivos sociales pero sin despegarse de los parámetros artísticos. "No contamos cualquier cosa, hacemos una selección literaria porque queremos llevar historias de calidad", afirma Pedalino. Desde hace un tiempo los encuentros trascienden el espacio físico de la Biblioteca y se han trasladado a tres veredas del barrio, donde algunos vecinos prestan su casa para albergar los libros que chicos y grandes se llevan a préstamo después de cada relato. "Los que escuchan logran meterse en la historia", afirman. Allí, al aire libre la voz del narrador y la imaginación propia son lo único que subsiste.
En el aspecto teórico el relato está atravesado por distintas corrientes artísticas diferenciadas entre sí. Por ejemplo los seguidores del escritor cubano Francisco Garzón Céspedes, fundador de la cátedra Iberoamericana de Narración Oral Escenica sostienen que el cuerpo y la voz deben ser el único universo. Otros, incorporan elementos musicales y del teatro.
Tal es el caso del grupo NARRAENDO, surgido en Rosario hace menos de un año. Se trata de tres jóvenes mujeres que narran cuentos teatralizados al ritmo de la percusión. Así, palos de lluvia, pezuñas, cachimbas, un cajón peruano y un xilofón aportan sonidos al relato. Cuando le preguntan a Ayelén Romero por qué eligieron este género, responde con una frase del colombiano Gabriel García Márquez: "La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla". Así la narración se vuelve una proyección de reminiscencias propias y ajenas de las que el espectador puede formar parte.
"A los adultos al principio les cuesta engancharse, pero después de un rato cambian de postura y son parte del relato", explica Romero, que ha comenzado a recorrer las salas de teatro independiente de la ciudad.
La huella del Congreso de la Lengua. No sólo los profesionales narran. Desde el 2004 unos 50 voluntarios participan del programa municipal La Hora del Cuento, donde el escenario es itinerante y el público heterogéneo. Asilos de ancianos, hogares para madres adolescentes, centros de alfabetización para adultos son el marco de estos encuentros que se realizan en todos los distritos de Rosario.
Marta Alcalá era un ama de casa aficionada a la lectura que se sintió movilizada a promoverla tras el Congreso de la Lengua Española. "Entonces leí en Rosario/12 la convocatoria de la municipalidad y me sumé al proyecto", cuenta. En los últimos cinco años Marta ha recorrido todas las semanas distintas instituciones públicas narrando textos de autores argentinos sumados a algunos relatos que los escuchantes se animan a contar. "En un centro de alfabetización una chica de 21 años que apenas sabía leer quiso escribir un cuento y era tan bueno que lo leímos al finalizar el año. Los maestros se sorprendieron y fue muy emocionante", recuerda con satisfacción.
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