CULTURA / ESPECTáCULOS › MUESTRA ANTOLóGICA DE LA OBRA DE JULIáN USANDIZAGA EN EL TEATRO EL CíRCULO
Los dibujos de este destacado artista nacido en Juncal, pero rosarino desde los 14 años tienen un corte a partir de la dictadura militar. Durante el cautiverio político realiza una lectura profundamente política de la obra de Shakespeare.
› Por Beatriz Vignoli
En la sala Trillas del teatro El Círculo (Laprida y Mendoza) puede verse este mes una pequeña muestra antológica de obra gráfica de Julián Usandizaga. Compuesta de 17 piezas en total, abarca el período de 1972 a 2005 e incluye un aguafuerte original, varios grafitos originales e impresiones digitales de dibujos y de un grabado. Todo está prolijamente acompañado de títulos y fechas que permiten un recorrido histórico. Si bien no hay trabajos recientes, la selección y la diagramación están hechas con buen criterio, de modo que aún para quienes ya conocen estas obras del maestro vale la pena reencontrarlas aquí; además, la extensión del marco temporal habilita descubrimientos.
Julián Usandizaga nació en Juncal, Santa Fe, y se radicó a los 14 años en Rosario. Egresó de la Universidad Nacional del Litoral con la especialidad en Pintura y se especializó además en grabado con una beca en Barcelona. Docente en la Escuela Provincial de Artes Visuales, en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario y en su propio taller, expone desde 1960 en museos del país y del exterior, como Casa de las Américas (La Habana, 1992). Obtuvo numerosos premios y fue invitado a la III Bienal Americana de Artes Gráficas de Cali (Colombia, 1975) y a la Bienal de Grabado de América de Maracaibo (Venezuela, 1977).
Lo primero que llama la atención aquí es un corte en el tono de las obras, algo así como un antes y un después de la última dictadura. Los dos aguafuertes, fechados en 1972 y 1974, narran mundos utópicos con un alegre despliegue de fantasía. Aéreos y flotantes, habitados por una comunidad de seres sonrientes que resultan microscópicos para el ojo de un espectador de mediana edad (el miniaturismo de Usandizaga en esta etapa es de una precisión prodigiosa), estos mundos son tramados por la línea finísima de Usandizaga a través de nudos, sogas, puntales, tendones, nervios y toda clase de nexos más o menos orgánicos que articulan el espacio representado (o imaginado) según una lógica escultórica. Esta particular combinación de utopía fantástica y ley física verosímil se da también en cierta ciencia ficción, como la de Angélica Gorodischer; y, como se verá, la obra de Usandizaga está muy emparentada con la literatura.
Durante una detención por motivos políticos y recordando alguna lectura juvenil de "La tempestad", de Shakespeare, Usandizaga comenzó a dibujar a partir de "Calibán, apuntes sobre la cultura de nuestra América", del intelectual cubano Roberto Fernández Retamar. Director por muchos años de la revista Casa de las Américas, Fernández Retamar retoma en este ensayo publicado originalmente en 1971, cambiándole radicalmente el signo político, la alegoría americanista que a partir de "La tempestad" había elaborado otro intelectual latinoamericano, el uruguayo José Enrique Rodó, en otro ensayo influyente: "Ariel" (1900). Cabe recordar que los cuatro personajes principales de la obra que Shakespeare escribiera a comienzos del siglo XVII son: Próspero, el legítimo Duque de Milán que ha sido desterrado a una isla junto con su hija Miranda; Calibán, el isleño nativo esclavizado por él y que no cesa de maldecirlo en la lengua que su amo le ha enseñado, y Ariel, un espíritu del aire que sirve de buen grado a Próspero. (De aquí además sale la frase "O, brave new world!"). Por supuesto que la crítica post colonialista se hizo un festín con esta obra, cuya interpretación por Retamar no sólo fue una cornucopia de inspiración para la producción gráfica de Usandizaga durante toda la post dictadura, sino que además le inspiró una ponencia, presentada durante el Congreso de laS LenguaS en 2004: "En torno a Próspero, Ariel y Calibán".
Precisamente la lengua es un elemento fundamental entre las contradicciones que desgarran a Calibán, y así lo expresa elocuentemente Usandizaga a través de lenguas y de bocas monstruosas en sus dibujos. "Prospero invadió las islas, mató a nuestros antepasados, esclavizó a Calibán y le enseñó su idioma para poder entenderse con él: ¿qué otra cosa puede hacer Calibán sino utilizar ese mismo idioma para maldecirlo? No conozco otra metáfora más acertada de nuestra situación cultural, de nuestra realidad", escribe Fernández Retamar en referencia a la América mestiza. Para Rodó, en cambio, Latinoamérica estaba simbolizada por Ariel, quien de algún modo pacta con el colonizador y disfruta los beneficios de su cultura; Calibán representaba el utilitarismo de los Estados Unidos. Los dibujos de Usandizaga siguen a estas figuras desde el comienzo del proceso de imposición del neoliberalismo en el país, denunciando La seducción de Ariel (1986) y también La coima (1988) de un Ariel Emisor ya completamente corrompido. Todavía en 1983 podía imaginar Usandizaga a Calibán como el feto vivo del Hombre Nuevo en El nido, o a un Próspero Emperador rico y cadavérico. Es interesante seguir el proceso creativo por el cual Usandizaga se aleja cada vez más del cubano y argentiniza su alegoría shakesperiana, a la vez que enriquece sus claroscuros con una gama cada vez más exquisita de matices. Las escenas ganan en síntesis a medida que se agudiza su poder de elaborar todo un ensayo político a través de imágenes. Si en las obras de los años 70 su imaginación fluía con la generosidad de lo lúdico, en las posteriores a la detención se ciñe cada vez más a la retórica de un discurso. Una retórica visual que tiene su tradición en el muralismo mexicano, que Usandizaga traduce a miniatura, pero con la misma voluntad de monumentalidad.
"En el sistema autoritario de Próspero, la función subalterna de Ariel consiste en la ejecución y propagación de sus ideas hegemónicas", escribe Usandizaga en el texto mencionado. "Lo que Próspero piensa, Ariel lo comparte y realiza. Las ideas son de Próspero. Calibán, nos trae la leña, Próspero se atribuye así, todo. Es el dueño del trabajo, de los productos, también de las ideas. No conviene que Calibán piense, ¡que trabaje! Ni que Ariel tenga juicios propios, ¡puede discrepar! [?] ¿Quién es Ariel en el disociado sistema de Próspero? Es la mitad incompleta de la realidad. Es el ejecutor y propagador de los pensamientos y las convicciones del falso dueño de casa. Es el mayordomo fiel que disfruta como adulador/adulado de la generosidad prestigiadora de Próspero. Es el intelectual obediente, aristocratizado, disociador/disociado. ¿Disociado de qué? De las otras funciones que completan la realidad, aquéllas que fueron relegadas a Calibán, las del trabajo. Las más tangibles, prácticas y utilitarias. Las tan concretas del mundo material de la subsistencia. [...] Este Ariel de media realidad no proviene de la experiencia, y este Calibán de media realidad no accede a la conciencia. [...] En esa dicotomía intencionada entre la idea y la acción, Próspero construye su morada. [...] Ariel no sabe lo que Calibán ve, y Calibán no ve lo que Ariel sabe. Próspero es el que ve y sabe. La mano industriosa y artesana de Calibán es la prolongación de las necesidades prácticas de la delicada mano de Próspero, y la conciencia de la mirada y de la voz de Ariel es la prolongación refleja de la conciencia de supremacía de Próspero. La cultura propia emerge de la conciencia de su apropiación".
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