CULTURA / ESPECTáCULOS › MUESTRA SOBRE LOS IMAGINARIOS DE LOS PINTORES ROSARINOS DE LA FIGURA FEMENINA
Con una mirada de género inusual para la ciudad, la curadora Adriana Armando propone una exposición que puede verse hasta el 27 de septiembre en Fundación Osde. Agrupadas por tema, hay obras de los artistas más importantes del siglo XX.
› Por Beatriz Vignoli
Hasta el 27 de este mes, se podrá recorrer una exposición de arte realizada con un criterio infrecuente en el medio local: el de la perspectiva de género. En el espacio de arte Imago, de la Fundación Osde (Oroño 973, 4 y 5 pisos) puede visitarse (de tarde: 12 a 20 los días de semana y de 17 a 20 los fines de semana) una selección de pinturas, dibujos y grabados de los más destacados artistas rosarinos del siglo pasado, hilvanadas por un tema en común: la figura femenina. La curadora de la muestra, Adriana Armando, las reunió bajo el título: "Figuras de mujeres. Imaginarios masculinos. Pintores rosarinos de la primera mitad del siglo XX". Las obras provienen de colecciones oficiales de Rosario y Santa Fe, como también de colecciones particulares, en su mayoría de las familias de los artistas. Ocupan un importante lugar las obras de artistas del grupo Litoral, como Gambartes, Grela, Garrone, Ventresca, Uriarte, Herrero Miranda y Ottmann. Lejos del criterio formalista con el que estas obras fueron analizadas por sus contemporáneos, Armando las agrupa en núcleos de sentido, de acuerdo a qué lugar ocupaban las figuras femeninas representadas en el imaginario social de época de los artistas.
Adriana Armando es Licenciada en Historia, Profesora Titular de Ideas Estéticas Latinoamericanas y Adjunta a Cargo de Historia de América I en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Es miembro investigador del Centro de Investigaciones del Arte Argentino y Latinoamericano de la UNR. El punto de partida fue un artículo publicado por Armando en la revista Teórica, de Córdoba, en el año 2005, titulado "Telas sobre mujeres: una breve antología de pintores rosarinos". Allí fue donde comenzó a elaborar las narraciones que desarrolla en el catálogo "para dar cuenta del sentido que tienen estas pequeñas escenas", como relató a Rosario/12.
Así, el cuarto piso está dedicado a los vínculos (esposas, madres y modelos) y el quinto a las evocaciones (diosas, magas, etc.). Es muy interesante la serie de seis retratos que pintó Gustavo Cochet de su esposa Francisca en los años 20 y 30. En los primeros, está vestida austeramente de negro, muy circunscripta a su rol de esposa; en dos de ellos posa según el desnudo convencional, y en un sexto retrato, titulado "La cupletista en el camarín" (1935), sonríe dando cuenta de una complicidad entre pintor y modelo/esposa que sigue cierta tradición de las pinturas españolas mediante un juego y una escenificación. Un collar, una caja de cigarros y un jarrón con flores funcionan como atributos a los que completa el gesto gracioso de Francisca, quien, desnuda y de pie, castañetea los dedos con la mano en alto en el aire como una bailarina flamenca, realizando así la fantasía que transmuta el tocador de la alcoba matrimonial en un espacio de fiesta.
Armando señala el contraste con Luis Ouvrard, quien "pinta a su esposa, Esther Vidal, como si fuese una muñeca, con su capelina y su cara de porcelana". Y en otro cuadro Ouvrard pinta muñecas, a las que "les otorga posiciones ligadas a las Venus". En 1939 y 1944 Julio Vanzo retrata, desnuda y vestida, a su esposa Rosa Wernike, escritora, quien escribió acerca de sí misma que "en vez de tejer medias se había dedicado a escribir cuentos". Otro pintor muy hogareño es Juan Grela, quien a partir de 1939 se pinta con su esposa Haydeé/Aid y el hijo de ambos, Dante. Estos retratos de familia se muestran en el cuarto piso, mientras que en el quinto hay un conjunto de bocetos de mediados de los 50 del mismo autor, "una evocación de Aid y del jardín. Grela por entonces miraba estampas japonesas y arte persa, estaba leyendo el Universalismo constructivo de Joaquín Torres García y el Silabario de la decoración americana de Ricardo Rojas", resume Armando.
Por su parte, "Manuel Musto pinta a la modelo en el taller, una idea presente en la historia del arte, casi como si fuese un objeto clásico más: la modelo, de pie, está rodeada de esculturas y de bocetos". Pero Augusto Schiavoni se acerca más a su modelo, "una modelo a la que retrató frecuentemente, una mujer de pelo oscuro y mirada inquietante". Antonio Berni "pinta en la década del 30 una serie de mujeres pensativas" que reúnen dos tradiciones pictóricas europeas de otros siglos: la mujer junto a la ventana y la mujer leyendo una carta. Domingo Garrone pinta a su esposa junto a una ventana que revela "paisajes muy localizados del suburbio de Rosario, un tema presente en la Mutualidad de Artistas Plásticos". Las mujeres que retrata Juan Berlengieri, en cambio, dejan perderse su mirada soñadora en un paisaje ideal. Y, "cerrando ese clima" de rostros pensativos en tiempos de crisis, Armando ubica una demoledora pintura expresionista de Pedro Gianzone, del año 1947, donde una crucifixión humanista de cuerpos retorcidos bajo un cielo de nubarrones de colores espesos, contra ruinas humeantes, parece gritar el horror de lo que dejó la guerra.
Abre el quinto piso Alfredo Guido con una extraña Venus pintada sobre plástico y cubierta de purpurina dorada. "El emplazamiento original era uno de los barcos de la marina mercante", explica Armando, y continúa el recorrido hacia unas obras de Carlos Uriarte y Oscar Herrero Miranda, pintadas en los años 40, antes de que estos artistas integraran el grupo Litoral. "De Uriarte hay figuras en el paisaje: río y campo, dos paisajes que luego fueron muy característicos". Del paisaje de río, señala Armando que "es una excelente pintura, de un período en que Uriarte trabajaba con una paleta de grises de color, fríos, y una imagen austera". Y Herrero Miranda representa "grupos de trabajadores, con las mujeres trabajando a la par de los hombres". A las tres enigmáticas obras de Alberto Pedrotti que se incluyen, las define Armando como "una cita con el pasado", signada por los anacronismos en los ropajes y capelinas. De Leónidas Gambartes hay una excelente obra sobre el suburbio, con dos mujeres conversando; "al tema de las confidencias entre mujeres ya lo había trabajado en 1935, en una tinta titulada, precisamente, 'Confidencias entre mujeres'". Además figuran varios de sus cromos al yeso, con "mujeres ligadas a la tierra, al mundo mágico, que manejan poderes sobrenaturales: saberes que Gambartes les atribuye a las mujeres, las conjurantes, los gualichos".
Por último, para Ricardo Sívori, con sus dibujos despojados, y para Hugo Ottmann con sus veladuras al óleo y su geometría, "la figura de la mujer es una excusa para trabajar cuestiones del lenguaje". Junto a ellos, Arturo Ventresca, que siempre pintó mujeres, las muestra "calmas, aún en soledad o en un marco de sociabilidad. Entre los referentes estéticos se halla el tema clásico de las bañistas, donde se identifica a las mujeres con la naturaleza, uno de los tópicos de la historia del arte". Y al final retorna, ya en los años 60, Oscar Herrero Miranda, pintando a su célebre modelo, Totó, con un cuerpo tan carnal como plana es la representación; en sus expresiones pícaras, en su pose de ocio sensual, se alcanza a entrever un ideal de época más liberador.
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