CULTURA / ESPECTáCULOS › KOZMIK TANGO, LIBRO DE BEATRIZ VIGNOLI EDITADO POR EMR
La publicación es parte de una colección destinada a retratar lugares de la ciudad. En el caso de la columnista de Rosario/12, aunque hace sólo cuatro años que se mudó al sur, retrata su apego a un barrio que es una seña de identidad.
› Por Edgardo Pérez Castillo
"El sur es el futuro del pasado, sólo que el presente decidió asentarse en otra parte", dice Beatriz Vignoli promediando su Kozmik tango. Publicada por la Editorial Municipal --dentro de una colección que meses atrás se inauguró con Parque del sur de Sergio Delgado, La vivienda del trabajador de Daniel García Helder y El canal San Urbano de Cecilia Muruaga--, la obra de Vignoli se instalada en la zona sur de Rosario, que se describe en dos tiempos: el del descubrimiento iniciático que la autora dejó plasmado, allá por 2005, en su blog existirapenaslevemente, y un tiempo actual, marcado por el afecto hacia los personajes y el paisaje.
Así, algunos párrafos después de aquella cita, Vignoli apunta: "La cultura alivia la vida, nos decimos. Es que nosotros, los sensibles de zona sur, tenemos una vida que necesita ser aliviada". La escritora, entonces, asume por completo su residencia, a pesar de que no es ése el ámbito de su infancia. "Yo fui haciendo una caída en picada siguiendo la caída de la clase media, porque nací en Barrio Martin, pero duramos un año y medio antes de irnos a una zona intermedia que es donde pasé la mayor parte de mi vida, que no es ni la zona oeste ni el centro, cerca de Facultad de Medicina --resume y ríe Vignoli--. Después remontamos un poquito y llegamos hasta Oroño, donde estuvimos un par de años antes de volver a Facultad de Medicina. De ahí me fui a Buenos Aires y luego volví al barrio por un tiempo, pero llegó un momento en que se me había tornado intolerable".
La aparición de algunas referencias, el azar y las coincidencias funcionaron como clave para que Vignoli se asentara en un departamento frente a la plaza José Hernández, que se ubica entre las calles Laprida y Buenos Aires y los pasajes Holmberg y Azara. Pronto, el barrio comenzó a cobrar protagonismo en distintos escritos, y al momento de recibir la propuesta de la Editorial Municipal, Vignoli no dudó en hacer de su territorio el eje de un nuevo trabajo, al que le aporta también las fotografías que produjo junto a su vecino Lisandro Murray, pieza fundamental dentro de todo el proceso.
"Venía trabajando sobre mi barrio desde géneros menores (desde el diario tipo blog y en fragmentos de cartas, emails). Y tenía fragmentos de novelas que eran muy descriptivos y después los había ido descartando, pero que también hablaban del barrio --explica la autora--. La idea era rescatarlo desde la privacidad del email y de esta cosa efímera del blog, juntarlo todo y tomar ese corpus de texto como punto de partida. Y, a partir de ahí, ver qué más se podía hacer".
A partir de esa decisión, Kosmik Tango terminó reuniendo el tiempo pasado del descubrimiento con un presente marcado por el afecto. "Me interesó registrar dos momentos --admite Vignoli--. Por un lado la llegada, esa especie de extrañeza y alegría. Desde el momento que llegué sentí que era un lugar muy especial, una especie de utopía realizada, de tierra prometida, era algo muy particular. Y lo digo como puedo en esos textos iniciales, esas cosas que puse en el blog. Después cuando asumo la tarea de escribir la crónica ya llevaba cuatro años viviendo en este lugar, entonces hablando con los vecinos se me hizo más patente que realmente es un lugar donde la gente llega y no se quiere ir nunca más. Algunos están hace 50 años, y yo sólo en cuatro años desarrollé un apego al lugar comparable al de estas personas. Realmente es un lugar muy especial".
Convencida alegremente de que "el barrio es un sentimiento", Vignoli logra romper con los estigmas y preconceptos en torno a ese sector de la ciudad. "Cuando llegaste a zona sur es porque ya no te importa nada de lo que opinen en el centro --analiza--. Porque todavía en zona oeste uno sigue siendo el del centro al que no le dio el cuero para sostenerse en Barrio Martin. Ese es un estigma que porté toda mi vida. Y en zona sur es otra cosa, es una ruptura. Sí, hay algo de inseguridad, pero eso es parte real y parte mito urbano. Hay leyendas urbanas que cuentan de unos ladrones que duermen en los árboles de las plazas, éso es algo en lo que todos los vecinos creen ciegamente, pero a los árboles los veo desde la ventana de mi casa y jamás vi que bajaran o estuvieran ahí (ríe)".
La ironía, fina, es también un rasgo distintivo en la prosa de Vignoli, que se ofrece como una hábil cronista de los tiempos de cambio: "Cuando yo llegué no había impactado el boom sojero. Eso lo pongo en una parte del libro, que originalmente iba a ir a una novela, porque veía los típicos autos de los 70 y 80, los autos de colores, pero en estos últimos años a gran velocidad se cambiaron todos los coches a un gris platinado. Y ya no se les decía más `autos`, sino `coches`, que es también un cambio particular. Después el año pasado estuve un tiempo haciendo un post-operatorio, y cuando volví a salir a la calle había muchísimas rejas".
"Vinieron de golpe los autos último modelo y las rejas, inmediatamente a continuación --agrega--. Me interesaba registrar todos estos cambios que, por supuesto, hablan del boom sojero, de la crisis, de un montón de condiciones socioeconómicas del país, del aumento de la pobreza al mismo tiempo que se enriquece un sector. Pero me interesaba hablar de esto desde indicios materiales concretos, puntuales, que yo veía cuando salía a hacer las compras por el barrio. Justamente busqué recabar un montón de información aparentemente irrelevante, pero muy puntual, muy concreta, de lo que uno ve todos los días. Y tratar, en algunos casos, de leer qué dice. Que es un poco también lo que intento hacer en mis novelas".
Sin embargo, la autora aclara: "A diferencia de una novela o un poema donde uno avanza con una ilusión (la ilusión de que uno está haciendo el único libro posible, el único poema posible, o por lo menos siente éso cuando lo escribe), con ésto no me pasó, porque como trabajo con elementos tan reales, y la realidad es tan cambiante, siento que hice una crónica entre muchas posibles. Podría haber empezado por cualquier otro lado, quedaron un montón de cosas afuera".
Abonada por el trabajo de campo realizado por Vignoli, la expectativa barrial en torno a Kosmik Tango creció hasta verse satisfecha por esta bella edición de la EmR. La satisfacción, claro, se relaciona íntimamente con la pintura que Vignoli hace del entorno, de sus personajes y de las pequeñas situaciones que lo hacen único. Así lo entiende la escritora, que concluye: "Desde el primer momento me llamó la atención el gran amor que tiene la gente por este lugar. No sé en el resto de zona sur, pero en esta parte está muy vinculada la identidad de la gente a un sentido de lugar, que no pasa por el contexto más amplio de la ciudad y el país, sino por el barrio. La identidad está vinculada a estos lugares que uno transita todos los días, y es algo que no pasa en otros lugares, ni de la ciudad ni del mundo. A mí me transformó vivir en este lugar, me produjo otra relación con el mundo, y es lo que trato de reflejar acá. Por éso lo de Kosmik tango, porque hablar de un barrio es como hablar de un cosmos".
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