Licenciada en Comunicación Social, periodista y docente, en el flamante Gallina ciega Alicia Salinas deja fluir además su veta poética. Y no es ésta la primer edición de la rosarina, que en 2003 publicó La sumergida, y que participó además de las antologías poéticas Las 40, poetas santafesinas 1922-1981, Poetas del Tercer Mundo, Diecinueve de fondo, Nueve de nueve, Pulpa, Dodecaedro de poetas y Los que siguen, veintiún poetas rosarinos. Publicado por la editorial Ciudad Gótica, este nuevo trabajo (ilustrado por una obra de acrílico sobre lienzo de Daniel García) reúne más de treinta poesías divididas en los capítulos "Huellas urbanas", "Huellas domésticas" y "Huellas silvestres".

Parte de todo ese material tendrá su presentación pública mañana, a las 20, en el Centro Cultural de la Cooperación (San Martín 1371), donde la autora compartirá algunas lecturas y palabras junto a las poetas María Paula Alzugaray y Mercedes Gómez de la Cruz, y a los editores Sergio Gioacchini (responsable de Ciudad Gótica) y Sergio Ferreira (de Colección de la Abadía).

En su segunda publicación en solitario, Salinas se pasea por distintos paisajes y situaciones. Así, en "Sol de noche" dispara: "A qué juegan los niños de la sombra/ en su terreno dulce de heces,/ periférica contusión de la calle/ cuando los maderos de San Juan/ piden pan.// A qué juegan los niños de la sombra,/ riegan el cannabis/ que la próxima noche fumaremos/ hablando de pinos y de océanos,/ leyendo palabras sobre luces.// Sol de noche/ que olvida la deuda nuestra/ de cada día.".

Tomando breves citas de Juan Gelman, Roberto Juarroz, Alejandra Pizarnik, Aldo Oliva, García Lorza y Olga Orozco, entre otros poetas que admira, Salinas va de lo social a los recuerdos y a un carácter más personal, como en "Endivia": "De las huertas del pueblo, ésta/ la más preciada. Preciosas la parcela/ y las azadas si rozan cada hoja de la tierra/ de los ancestros. Desconocidos/ de ojos huraños, se arqueaban/ todo el día en el campo./ No sabían leer./ Doble misterio para ellos la letra/ que hoy cava y socava la descendencia".

La poeta rosarina dice que su libro "procura relacionarse con los otros e iluminarse. Sus recorridos e intentos lo son desde la tiniebla, desde el otro lado de la venda". Por eso, en la contratapa de la publicación se consigna: "Este libro registra el camino de un sujeto torturado que de apoco va encontrando pequeñas redenciones".