CULTURA / ESPECTáCULOS › MADRE CABRINI SIGUE OFRECIENDO GRANDES JOYAS
Atenta a ciertos títulos que forman parte de toda una época, y que hoy añoramos volver a ver, la familiar sala Madre Cabrini anuncia para esta semana una serie de films que marcan una propuesta alternativa totalmente diferente de la que podemos reconocer en la cartelera de los otros cines. Así, hoy, tras la presentación de dos westerns El sexto fugitivo y El último tren, a las 19 y 20.20, se podrá ver, a las 22, Mahler, de 1974, que se vio con cortes de la censura entonces en el país. El film adopta una visión conflictiva del eximio compositor e intérprete.
En Mahler, fiel a su línea de trabajo, Ken Russell plantea un cruce entre vida sentimental y artística, en el marco de una sociedad decadentista. Para ello, se vale de los recursos de una estética kitsch y pop, desafiando la mirada viscontiana sobre el compositor en su ya eximia obra Muerte en Venecia. Film que por momentos adopta visiones oníricas y surreales, la figura del creador está interpretada por Robert Powell acompañado ahora por Georgina Hale y Richard Morant.
Tras un día de intervalo, la primera función del miércoles, a las 19, nos lleva a uno de los grandes melodramas de la historia del cine, Dios sabe cuanto amé, film del siempre recordado Vicente Minnelli, de 1959, basada en la novela Como un torrente de James Jones.
En Dios sabe cuanto amé seguimos de cerca la llegada de un joven escritor a su pequeña ciudad natal, tras los años de la guerra y acompañado, sin saberlo él, por una prostituta. Frente a la familia del joven, de moral definidamente conservadora, y a la presencia de su amigo jugador de póker, los diferentes hechos irán precipitando conflictos que impugnarán los mandatos impuestos.
A las 21.30 del mismo día se exhibirá el primer film del sobresaliente realizador Ettore Scola, obra que data de 1964. Ocho episodios integran Si me permite, hablamos de mujeres, producido por Vittorio Gassman, gran colaborador y amigo, e igualmente exclusivo protagonista del film. Con su habitual nota de grotescos, y conforme a toda una marca del cine de los años 60, a través de diferentes sketches que juegan con el engaño y el equívoco, el cinismo y la ternura, se va marcando una mirada crítica sobre ciertos comportamientos sociales.
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