Cuando Gustavo Bulgach comenzó a tocar el clarinete, la música tradicional judía fue la que inevitablemente ocupó su repertorio. Con el tiempo, el músico bonaerense fue abriendo el espectro aunque las raíces siempre estuvieron presentes. La distancia --ese factor que asienta sentimientos, que profundiza vínculos invisibles-- y el acercamiento a nuevas culturas llevaron a Bulgach a lograr un nuevo abordaje de aquellas melodías que tocaba siendo niño. Y fue la maquinaria de Hollywood la que hizo de esa apuesta un éxito: desde la aparición de Bulgach y su Klezmer Juice en el film Los rompebodas, el grupo no paró de girar por el mundo con esa renovada visión de la música judía, propuesta con la que esta noche, a las 21.30, abrirá el ciclo Las Veladas de marzo en el teatro La Comedia.

"Esta música es la que aprendí en mi infancia, por cuestión folclórica --relata Bulgach en diálogo con Rosario/12, horas antes de su arribo a la ciudad--. Aprendí todo ésto de mi familia, en las sinagogas, en las celebraciones. Siempre tocaba esta música, y en el 92 viajé a Nueva York. Viví ahí un año y medio y después me mudé a Los Angeles, donde todavía vivo. Ahí trabajé durante seis años y medio en la orquesta del House of Blues, donde todas las noches había músicos increíbles. Y los artistas que no tenían su grupo nos usaban como banda, entonces he tocado con Little Richard, Taj Mahal, con un montón de artistas africanos. Eso fue como encontrar un poco el reflejo de la identidad de los demás. Entonces a la identidad de los demás se le sucede una búsqueda de la propia identidad".

Fue su maestro Bennie Maupin (integrante de The Headhunters junto a Herbie Hancock) el que terminó de indicarle el rumbo. "Me dijo que, a su criterio, dentro de la música judía yo era el mejor --recuerda el argentino--. Pero éso no cuenta para nada, lo importante son los hechos, entonces empecé a tocar, a tener contratos, a tocar en fiestas, hasta que en el 2006 me contrataron para la película Los rompebodas. Yo fui el productor de toda la parte donde ellos van a la boda judía, donde aparecimos en cámara, grabamos la canción y todo. Eso le dio como una especie de identidad pública, entonces empezaron a contratarme más para hacer conciertos".

A partir de la utilización de instrumentos como batería, bajo y guitarra eléctrica, Bulgach encontró la posibilidad de combinar la música tradicional judía con otros ritmos que también, en cierto modo, le resultaban cercanos: "Tomo también un poco la identidad latina. Entonces, por ejemplo, mezclamos mucho temas que no tienen letra pero sí tienen melodía (nigulim) con ritmos latinos. Eso es lo que hago alrededor del mundo, representar un poco a los artistas judíos que llegaron y se desarrollaron en la Argentina".

- ¿Ese trabajo despertó críticas de parte de cierta ortodoxia en relación a qué hacía con la música tradicional judía?

-Mirá, hay un factor en la música que es el factor de la sinceridad. El klezmer es en su esencia una música folclórica, que por ahí necesita nutrirse un poco de otras músicas. Creo que ésa es la única forma de sobrevivir, manteniendo la autenticidad por medio de la experimentación con el exterior. La verdad si vamos a la base de lo que estoy proponiendo, es música y baile. Por supuesto que al tocar en un teatro como La Comedia, el concierto tiene otras características, dentro de su dinamismo tiene subidas y bajadas, y vamos a experimentar con otras cosas que a veces no son posibles en un casamiento o en una fiesta. Pero vamos a ver qué ocurre con la gente, por ahí me gustaría que las mesas se corran y que la gente use ese espacio para bailar, para sentirse un poco integrada. Que vengan a bailar con espíritu de celebración.