Fugacidad de la presencia humana, permanencia del paisaje marítimo o fluvial: tales son las coordenadas, característicamente locales (salvo por el mar, claro), sobre las que la escritora y ensayista literaria rosarina Antonia B. Taleti asienta la experiencia poética en que se basa su libro Río de paso (Grupo Editor Latinoamericano, 2009). Aunque el mar, cabe señalar, no sólo es el de las vacaciones sino que también es el de la memoria de los ancestros italianos y opera como espectro, como metáfora, como imagen que abre el espacio real al de la imaginación. El poemario se compone de dos partes: "De río y de mar" y "Gente de paso". Se abre con algunas páginas acaso demasiado líricas, cuando lo mejor viene después: lo mejor es cuando la mirada impone cierta distancia y la inmovilidad abre cauce al asombro de la contemplación. Surgen entonces verdaderas viñetas de gran precisión, como la figura de la colega que juega al pool en "Mujer que juega": "Una mujer en escorzo se extiende/ sobre el paño verde,/ los pies se aferran y vuelan en la arena/ los brazos desnudos precisan el taco./ En cada golpe una mitología/ de barrio adolescente, la rodea/ el humo de antiguos hombres que envuelve / como la espuma del mar./ El pareo ceñido a la cintura/ ajusta un tiempo indescifrable./ Ella busca en la carambola/ el poema que la declame/ la rubia, ésa/ que escribe al pool".

Un buen escritor es quien, ante todo, sabe estar a la altura de sus epígrafes. El citado en particular carga con uno muy pesado (Borges, nada menos) pero los de otros de estos poemas tienen la particularidad de situar a su autora en un campo social del arte que es el de la poesía local. Autores acaso escuchados en noches de lecturas en bares, probablemente con lápiz en mano entre las cervezas y los cafés: poetas como Angel Oliva o Concepción Bertone parecen dialogar con su obra. (Cierto mito personal en torno a esta última tal vez tenga que ver con la mujer del poema citado, que tanto en el juego como en la escritura ocupa el espacio que hasta su llegada fue casi exclusivo de los hombres). La luz del verano junto al Paraná está presente en casi todas las vívidas imágenes de Taleti y en ellas se trasluce el fulgor marítimo de Italia. La palabra hallada en el centro del paisaje o del recuerdo cobra especial significación y en torno a ella se construye el poema como una música. El que una barcaza se llame Antares o una canción en italiano haya marcado el ritmo de los juegos de su niñez no le es indiferente; al contrario, instala una nostalgia por el futuro del pasado: "repito órdenes en lengua extraña pero no ajena / da un baccio a chi voui tu / intuyo el futuro / busco campanillas y lo celebro".

Construir desde la mirada el sentido del mundo, a partir de un acto de contemplación que incluye a la palabra como parte de lo contemplado, y que desde esa palabra hallada el poema ritme la vida, enlazándola doblemente a una tradición literaria peninsular y local: tal parece ser la misión que guía a estos textos líricos guiados a su vez por una búsqueda, más o menos feliz según la inspiración, pero siempre genuina.

Antonia B. Taleti es profesora en Letras por la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad de Rosario, ciudad donde nació, vive, dictó clases de Literatura Española y Teoría Literaria y coordina talleres de lectura y escritura. Sus trabajos críticos han sido editados por universidades nacionales y extranjeras. Sus libros anteriores fueron publicados por sellos locales. En éste, cuya tapa es un hermoso grabado de Pedro Sinópoli, y con empatía típicamente meridional entre lo humano y las cosas, escribe: "En la desmesura del instante/ fingen ignorarse/ cruzan identidades aguerridas/ fieras bellezas las barcazas/ no serán juzgadas por la herrumbre de sus cascos.// Detrás del cristal que lo enmarca/ ciego el navegante sueña/ barcos en un puerto perdido".