Lun 06.03.2006
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › A PROPOSITO DE LAS FANTASTICAS AVENTURAS DE LA NANA MAGICA

El lado más oscuro de Mary Poppins

› Por Leandro Arteaga

Nanny McPhee, la nana mágica

(Nanny McPhee)

EEUU/GB/Francia, 2005

Dirección: Kirk Jones.

Guión: Emma Thompson, a partir de los libros de Christianna Brand.

Fotografía: Henry Braham.

Música: Patrick Doyle.

Montaje: Justin Krish, Nick Moore.

Intérpretes: Emma Thompson, Colin Firth, Kelly Macdonald, Celia Imrie, Imelda Staunton, Derek Jacobi, Angela Lansbury.

Duración: 97 minutos.

Salas: Monumental, Village, Showcase.

Puntos: 7 (siete).

Uno de los rasgos que llama la atención de "Nanny McPhee, la nana mágica", es la casi ausencia del usual despliegue de efectos digitales. Dentro de un marco de cine infantil en el que los efectos están llamados a predominar -piénsese en la saga Harry Potter o en Las Crónicas de Narnia- para su éxito paralelo en el terreno de los video-juegos, este film puede, por lo menos, ser algo atípico dentro de su género.

La nana mágica se plantea, sin duda, como una relectura en clave oscura de aquella otra nana que, bajo el nombre de Mary Poppins, ha sabido ocupar su lugar de privilegio en la historia del cine. Sin los colores alegres de aquel film -dirigido por el artesanal Robert Stevenson en 1964-, y sin los rasgos refinados de Julie Andrews, Nanny McPhee es, bajo la piel de Emma Thompson, una nana fea, con verrugas, dientes torcidos, y pelo canoso.

Los tiempos han cambiado, y aún cuando el universo de cuento de hadas del film siga respondiendo a sus lugares comunes, las hadas ya no son tan lindas ni tan buenas, los niños ya no son tan inocentes ni tan angelicales, y el humor negro puede tener un lugar antes impensado. En este sentido, podría situarse este film a la par de aquel otro que conocimos bajo el nombre de "Una serie de eventos desafortunados", en donde otra gran actriz como Meryl Streep nos sorprendía, tal como sucede con Emma Thompson, con una caracterización insólita. Pero si de grandes actrices se trata, quien sobresale en La nana mágica desde una historia artística enorme y desde un personaje que es una fiesta, es Angela Lansbury, quien no duda en ser parte del desenfadado casamiento que, bajo una lluvia de tortas de crema, ocurre hacia el final.

Suele ocurrir que las madrastras son malas, pero estos niños de padre viudo necesitan, cuanto menos, de dicho prejuicio. Sus caprichos y pataleos parecen reclamar una contención que se encuentra lejos de aquella música mágica con la que la encantadora Mary Poppins lograba la limpieza de la habitación. Nanny McPhee, su reverso oscuro, parece preocuparse por cuestiones, cuanto menos, más complejas.

Los tiempos, claro, han cambiado y -como se dijo- los niños y sus gustos, también. Pero más allá del contexto y las buenas actuaciones, la historia resiste y cumple con su función de estímulo a la imaginación y as aventuras para los más pequeños.

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