Lun 27.09.2010
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. LONDON RIVER, DEL MAGREBí RACHID BOUCHAREB, SOBRE LOS ATENTADOS DE JULIO DE 2005

El río que separa y también conecta

La realización se aleja de los escenarios de gritos y de sangre, para elegir una modulación que da cuenta de los tiempos interiores, de la capacidad de los primeros planos para transmitir la ausencia, de acercarse al dolor de la muerte.

› Por Emilio A. Bellon

A un año y medio de su presentación en el Festival de Berlín, en la que obtuvo el premio al "mejor actor" y el "premio especial del jurado", London River de Rachid Bouchareb, su segundo film, mira hacia otro de los hechos trágicos que marcan el principio de este nuevo siglo, en relación con atentados terroristas que nos llevan a replantear el funcionamiento de las sociedades en el marco de las conductas fundamentalistas, que arrasan, que aniquilan, la vida humana.

En el film que hoy comentamos, que se ha estrenado sin repercusión alguna, la acción abre en julio del 2005. En el día 7 de ese mes y de ese año, cuatro bombas estallaron en el centro de Londres a las 9 de la mañana, en un espacio público, en esa hora pico en que los medios de transporte se ven poblados por una inmensa oleada humana que se dirige a sus respectivos lugares de trabajo. En ese ámbito poblado por tantas vidas y tantos sueños, más de cincuenta personas fallecían y setecientos permanecían heridos.

Es en ese después en el que Rachid Bouchareb, junto a los coguionistas, ubica los planteos de este film que nos lleva, necesariamente, a recordar tantos otros hechos marcados por una febril y creciente violencia. Podemos pensar en esta dirección en el más necesario film colectivo, 18 J integrado por diez episodios que llevan la firma de diez realizadores argentinos, quienes, desde diferentes perspectivas, parten del trágico atentado a la AMIA.

En su primer film, no estrenado en nuestro país, Outside the law, Rachid Bouchareb, de origen magrebí, va representando a través de historias particulares, y con parte del elenco de London River, diferentes episodios desde fines de la Segunda Guerra Mundial hasta la independencia de Argelia, pasando por la represión desatada por la policía francesa contra los inmigrantes obreros en octubre del 61. En esta línea, pero desde otro ángulo, Bouchareb elige contar el trágico hecho de 2005, desde el cruce de una orilla a otra, sea de Francia a Inglaterra o bien de una isla de Guernsey al centro urbano de Londres.

Y es que London River, título que afortunadamente ha permanecido en nuestro país en el momento de su actual exhibición, no es sólo un nombre, es un recuperar la naturaleza simbólica del mismo río, en lo que hace a lo que une y separa, a lo que aleja y acerca, a lo que nos lleva, por igual, a trazar un puente imaginario.

A partir del horroroso hecho de julio del 2005, veremos como rostros anónimos deambulan en busca de sus seres queridos. Notas periodísticas, inciertas informaciones televisivas, carteles que piden dar cuenta de paraderos, fotografías de rostros en las paredes acompañados por números de teléfonos de familiares, espera de alguna llamada. En esta atmósfera de expectativas y pesadumbre, una mujer de cierta edad, que vive volcada a las tareas campesinas, al cuidado de sus asnos, de religión protestante, entrará en contacto, involuntariamente, con un hombre mayor, llegado de París, de religión musulmana, de piel negra, con su largo cabello trenzado, de mirada profunda y brillante, de gestos serenos y amables, con la mano tendida.

Lejos, muy lejos de precipitarnos hacia los escenarios de gritos y de sangre, el film de Rachid Bouchareb elige una modulación que da cuenta de los tiempos interiores, de la capacidad de los primeros planos para transmitir la ausencia, de manifestarse cercano ante tanto dolor. Ante su pausado modo narrativo, ante la fuerza de la elipsis que nos lleva a reconstruir el fuera de la escena, London River va planteando un recorrido que parte de la sospecha y el rechazo, acciones generadas por el desprecio al otro, al diferente, hasta llegar a un sincero diálogo por la vía de la unión en el dolor. Ambos, la señora Sommers y el señor Ousmane nos irán acercando a sus historias de vida; ambos han tenido que cruzar a la otra orilla, movidos por una similar búsqueda.

Las figuras de los que ya no están se va reconstruyendo desde fotografías y queribles objetos. El nombrar a los ausentes lleva a la confirmación de lo irremediable y a otro conocimiento sobre la vida del ser querido. London River profundiza en las emociones sin torcer hacia un literal sentimentalismo, que a veces impide una reflexión más profunda.

Film de caracteres, en un escenario herido y marcado por las pérdidas, London River de Rachid Bouchareb puede pensarse como un film que continúa la obra de algunos realizadores críticos -tales como Stephen Frears, Mark Herman, Ken Loach, entre otros- sobre la cuestión inmigratoria, la problemática del multiculturalismo y las profundas diferencias socio económicas.

En el orden actoral, que evidencia un notable y a subrayar trabajo de composición, nos reencontramos con Brenda Blethyn, la sublime actriz de Secretos y mentiras y El jardín de la alegría y de Sotigui Kouyatè, integrante del teatro de Peter Brook, fallecido hace algunos meses.

London River. 8 (ocho) puntos.

Gran Bretaña Francia Argelia, 2009

Dirección: Rachid Bouchareb

Guión: Olivier Lorelle, Zoè Galeron y Rachid Bouchareb.

Fotografía: Jèrome Almèras

Música: Armand Amar

Intérpretes: Brenda Blethyn, Sotigui Kouyatè, Roschdy Zem, Sami Bouajila.

Duración: 87 minutos.

Salas de estreno: Monumental y Showcase.

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