CULTURA / ESPECTáCULOS › "REZO POR Mí" O LA INSEGURIDAD VISTA POR EL CENTRO EXPERIMENTAL ROSARIO IMAGINA.
Este elenco decidió ritualizar el fantasma de la inseguridad. A través de sus personajes, son víctimas de esa inseguridad que los convierte en correa de transmisión de un modelo social que los pone por momentos en el sitio del verdugo.
› Por Julio Cejas
Hace tiempo que una buena parte del teatro no reflexiona acerca de problemáticas que parecieran ser sólo monopolio de algunos medios de comunicación. La realidad resulta ser más perturbadora y dinámica que algunos espectáculos, entonces el teatro pareciera no tener nada que decir, dedicándose a entretener a un espectador que cada vez reflexiona menos ya que otros lo hacen por él. En el marco de la celebración por sus 20 años de trayectoria el Centro Experimental Rosario Imagina, propone un desafío a esta situación y estrena "Rezo por mí" escrito y dirigido por Rody Bertol. Propuesta que puede verse todos los sábados de octubre y noviembre a las 22 en el teatro "La Manzana" (San Juan 1950).
Un grupo de actores decide entonces cargarse la responsabilidad de ritualizar el fantasma de la inseguridad y se transforman en nuevos comunicadores apropiándose de los materiales de difusión con los que los medios cargan las tintas sobre un tema bastante bastardeado.
Pero ellos a través de sus personajes, son víctimas de esa inseguridad que los convierte en correa de transmisión de un modelo social que los pone por momentos en el sitio del verdugo. Y allí como decía Discépolo, se juntan todos "en un mismo lodo, todos manoseados". Pasa que la inseguridad comienza adentro y se forja a partir de relaciones tortuosas entre padres e hijos, entre matrimonios desgarrados por el abandono, entre hermanos que nunca se encuentran y en la interioridad violenta,que desde afuera moldea el hambre y la falta de trabajo.
La violencia deviene en hilo conductor, una especie de "droga insoportable" como caracteriza uno de los personajes al deseo de vengarse, y entonces las víctimas se transforman en victimarios y la sangre pide más sangre a la manera de las legados de las tragedias griegas ,donde la sed del poder amenazaba generaciones enteras.
Pero en esta obra de Bertol, la tragedia está próxima,los nombres de las calles y los datos que circulan son familiares, la encrucijada de estas criaturas es la misma y entrañable ciudad de Rosario, "nadie es inocente" se plantea otro de los personajes y la mirada siempre atraviesa la escena y se espeja en algún espectador.
La puesta está planteada a manera de un ritual, el público ingresará a un "lugar sagrado" donde los actores también oficiarán de sacerdotes, guiando y comprendiendo a sus personajes, sintiendo a veces desprecio y otras compasión,a la manera de dramaturgos que se proponen defender a estos desamparados hijos de la escena social.
Con las heridas abiertas estos personajes se presentan y cuentan cómo fueron robados, asesinados, cómo fueron abandonados en la calle por algún automovilista que salió huyendo después de haberlos atropellado: Son de alguna manera la voz coral de una sociedad que sangra y pide justicia.
Pero también son los padres que se arrepienten por haber abandonado a sus hijos y los hijos que no se sienten merecedores de esos padres, y la culpa aguijoneando sus acciones. Toda la Comedia Humana desfila en este carnaval de espectros que lloran, se ríen y se quiebran en escena como muñecos desarticulados esperando que alguien recoga con piedad sus hilos.
Una vez más la adopción de La Manzana como sala generadora de una poética donde se desdibujan los límites de la escena y el espacio del espectador,provee a la puesta de un clima onírico y por momentos asfixiante donde nadie puede permanecer indiferente.
Esta es una particularidad que en "Rezo por mí" se tranforma en constante eje de un entramado dramático donde lo ideológico trata de involucrar persistentemente a los destinatarios, comprometiendo a todos por igual.
Una vez más el riesgo escénico está asumido por la entrega del equipo de actores que se desdobla y es exigido por la obra a tocar los picos más altos en los registros de actuación.
Claudio Danterre vuelve a otro de sus conmovedores trabajos donde su presencia y los matices que alcanza su personaje,lo posicionan en un momento muy sólido de su trayectoria actoral.
La dupla compuesta por Federico Tomé y Juan Nemirovsky,alcanza uno de los momentos más expresivos y contundentes de la obra, en este reencuentro entre los hermanos, una escena teñida con el color de la poética de Strindberg, otro de los autores preferidos de Bertol, que vuelve a acompañar sus pasos creativos.
En otros registros, un tanto exasperados, Erika Arístides y Melisa Patriarca, no alcanzan por momentos a lograr los matices necesarios para equilibrar las exigencias de una puesta que exige sus pausas y silencios en muchos pasajes donde el ritmo lo requiere.
La puesta lumínica y la acertada selección musical son parte de uno de los recursos que el director maneja con la solvencia de quien ha construido un estilo particular a partir de la dosificación intensa de estas herramientas.
Interesante trabajo de dramaturgia de Bertol que nunca olvida sus orígenes, planteando con inteligencia un teatro donde las historias mínimas se desgajan de la compleja trama social en la cual todos tenemos algo de responsabilidad, a pesar de que siempre la culpa la tienen los otros.
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