Mar 14.03.2006
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS

Eduardo Favario o el retrato del artista como lugarteniente

En el Museo de la Memoria quedó inaugurada la muestra "Eduardo Favario. Fuera de marco: un ejercicio de memoria", donde se presentan obras y documentación del artista y guerrillero.

› Por Beatriz Vignoli

Se inauguró el pasado viernes en el Museo de la Memoria (Aristóbulo del Valle y Callao, Estación Rosario Norte) la muestra Eduardo Favario. Fuera de marco: un ejercicio de memoria, donde se presentan obras y documentación del artista y guerrillero Eduardo Favario (n. Rosario, 1939; m. Clarke, 1975). Algunos de estos documentos y obras formaron parte hace unos años de Eduardo Favario: entre la pintura y la acción. Obras (1962 ﷓ 1968); otros no se veían en Rosario desde la muestra "Tucumán Arde" en 1968, y otros se muestran por primera vez al público.

La muestra se adentra en los territorios de la lucha armada ante cuyos umbrales se detenía la de 1999. Así, el Museo de la Memoria exhibe una carta del "Partido Revolucionario de los Trabajadores, dirección política y militar del ERP", a la "compañera madre" de E.F., fechada en Rosario, 21/10/75, que empieza: "El 11 de octubre, cinco de nuestros mejores camaradas caían vilmente asesinados por la policía de los explotadores en la zona rural donde habían ido a entrenar para el combate". Un cartel da los otros nombres: Pabla Lorena Galarza, Santiago Hernán Krasuk, Carlos Eduardo Muller y Mario Eduardo Russo. Junto a una serie de insignias, el artículo "Teniente Eduardo Favario" (que según el prolijo catálogo de 1999 fue publicado en 1975 en Estrella Roja, órgano del Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP) informa: "Se liga a nuestra organización en 1969. Participa en la dirección regional Rosario, ligado a la tarea de propaganda... Más tarde se hace cargo de la tarea legal... En 1973 forma parte del equipo de Redacción Nacional. A su regreso se lo destina a tareas militares". En la campana vecina, entre papeles sueltos que bosquejan un diagrama para una teoría de la experiencia artística, en la entrada del 29/11/1961 de sus diarios manuscritos confiesa Favario: "Si me gusta la materia, ¿qué espero para empezar con el óleo? ... ¿Será miedo?". La cultivada caligrafía de sus diarios contrasta con la de la carta anónima, que tiene los rasgos trabajosos del adulto que no pasó de la escuela elemental.

Aparte de las preguntas éticas que pudieran surgir respecto de esto (¿hubiera querido el valeroso guerrillero que su miedo al óleo tomara estado público?), una virtud de esta muestra es su carácter abierto: "Invitamos a todos aquellos que tuvieron la suerte de conocer a Eduardo y que quieran acercar su testimonio o aportar alguna documentación, a acercarse a las oficinas del Museo...", reza un cartel junto a las páginas sueltas de las remembranzas de su esposa, Sara López Dupuy, fechadas en el vigésimo sexto aniversario de la muerte de Favario. Pero se revela una pereza inexcusable en el descuido y la falta de precisión informativa con que la sección "La búsqueda de las formas" trata la documentación pertinente a su participación inicial en el Grupo de Artistas de Vanguardia.

Si bien una colección bastante completa de sus catálogos originales yace en una vitrina entre fotos y dibujos, nada de la información contenida en aquellos parece haber sido usada para añadir epígrafe alguno a las mudas ampliaciones de fotos, mal pegadas, de obras que ya de por sí apelan menos a la sensibilidad que al intelecto; omisión que ojalá se subsane en el transcurso de la exposición. Así, la foto del arresto de E. F. en la "Acción contra el premio Braque" (1968) permanece descontextualizada, y es imposible saber que los cubos en la foto junto a la puerta trasera fueron realizados en 1967, eran de metal, medían un metro de lado y se titulaban "Volúmenes de naturaleza estática, tensionados por un cambio de situación". Dicha obra fue exhibida en el marco de la sección "Rosario 67" dentro de la Semana del Arte Avanzado de la Argentina, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires que por entonces ocupaba el edificio del Teatro San Martín. Bastante mejor es el trato que recibe aquí Tucumán Arde, de donde se rescatan algunas fotos publicitarias urbanas y otras tomadas en los ingenios azucareros tucumanos, e incluso el testimonio del hijo de Hilda Guerrero de Molina, asesinada por la represión policial en una manifestación obrera: "Molina relata los hechos durante los cuales su madre halló la muerte".

Una cita de Proust preside la sección subtitulada "La fuerza del color", que incluye unas magníficas pinturas abstractas gestuales de gran formato en esmalte sintético sobre terciado, fechada una de ellas en 1966. Pero nada más lejos de Proust que este relato épico signado por dos polos: inocencia y experiencia. En la sección "Primeros años" se ven fotos con la gente del taller de Grela, dibujos en carbonilla, pequeños cuadros al óleo que parecieran querer humanizar el paisaje, autorretratos en diversos estilos, retratos fotográficos y fotos con el GAV. Sus obras plásticas tempranas, tanto las abstractas como las figurativas, se sitúan claramente entre las caligrafías vegetales de Van Gogh y la abstracción sígnica de Hans Hartung, dos artistas que Favario admiraba. Si además se comparan sus ramajes flamígeros juveniles con los estudios de manos y árboles que se hallan en la vitrina del fondo, puede comprenderse el sentido plástico de sus objetos (sillas amontonadas, construcciones de alambre) experimentales de los sesenta.

En una entrevista, Noemí Escandell cuenta que Eduardo Favario participó en un grupo de artistas de "Tucumán Arde" que salía a grabar, filmar y fotografiar junto con ella, Oscar Pidustwa, Norberto Puzzolo y Aldo Bortolotti. "Eduardo, que era apoyo logístico del grupo, controlaba qué ocurría a nuestro alrededor, si corríamos algún peligro...". En el verano de 1968 a 1969, a semanas del fin de "Tucumán Arde" y de la reunión donde el GAV decidió conjuntamente disolverse, Favario se sumó al PRT, que todavía no era Ejército Revolucionario del Pueblo, y conservó, incluso desde la clandestinidad, su amistad con ella. Escandell recuerda que los restos mortales de Favario le fueron entregados a su madre. "Hubo velatorio, en la calle Gaboto, antes de llegar a San Martín... Según lo que a mí me dijo la mamá, habían pasado por sobre su cuerpo con un tanque. Qué necesidad había, ¿no?".

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