CULTURA / ESPECTáCULOS
Este retorno de la Fiesta mayor del teatro argentino a la ciudad de
Buenos Aires, después de 16 años, ha potenciado virtudes y defectos de
un proceso que inicia el Instituto Nacional a partir de su creación y su intensa labor para apuntalar la actividad a lo largo y a lo ancho del país. Pero es claro que capital es una plaza difícil para los elencos del interior.
› Por Julio Cejas
Al cerrar esta edición se estaba desarrollando en Buenos Aires la penúltima jornada de la XXI Fiesta Nacional del Teatro que organiza el Instituto Nacional del Teatro conjuntamente con la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Las cifras a lo largo de las 76 funciones arrojaban según los organizadores un número estimativo que oscilaba entre los 6.000 espectadores, lo que marca un descenso con respecto a las fiestas anteriores y fundamentalmente con la realizada en la ciudad de Rafaela hace dos años.
Este fenómeno obedeció a la imposibilidad por parte de la organización de contar con salas de mayores dimensiones que las que se ofrecieron para albergar la vasta programación de la Fiesta.
En su mayoría las salas pequeñas del "off Corrientes" tienen capacidades que oscilan entre las 60 y las 100 butacas, a diferencias de espacios mayores como los utilizados en otras sedes de la tradicional Fiesta nacional de teatro.
En un hecho inédito dentro de la historia de este evento, en la ceremonia final serán entregadas 13 plaquetas al mejor espectáculo, a la mejor dirección, mejor obra original, mejor actriz, mejor actor, mejor escenografía, mejor vestuario, mejor iluminación, mejor música original, mejor maquillaje, revelación masculina en actuación, revelación femenina en actuación, y una mención a otras disciplinas escénicas (títeres, danzateatro y mimo). El jurado responsable de estas distinciones, estará integrado por Dante Cena (Región NEA) Julio Millares (región Nuevo Cuyo) Patricia Molinero (Región Patagonia) Rubén Iriarte (Región NOA) Antonio Rodríguez de Anca (Region Centro) y Ana Yukelson (Región Centro Litoral).
Hasta el momento este retorno de la Fiesta mayor del teatro argentino a la ciudad de Buenos Aires, después de 16 años, ha potenciado virtudes y defectos de un proceso que inicia el Instituto Nacional del Teatro a partir de su creación y su intensa labor para apuntalar la actividad a lo largo y a lo ancho del país.
Para algunos esta edición se apartó del camino iniciado en los últimos años donde se pretendía llevar la Fiesta "al interior del interior", iniciándose una etapa que descentralizó la tradicional movida teatrera hacia ciudades como Rafaela o el Valle de Río Negro.
El retorno a Buenos Aires, una plaza difícil para la mayoría de los elencos del interior, preocupó tanto a organizadores como a gran parte de los protagonistas de una Fiesta que pretende mostrar lo variado del abanico de las artes escénicas de la Argentina.
La elección de las salas en su mayoría pertenecientes al off Corrientes, obedeció en parte a esta idea previa de que al público porteño nunca le ha interesado el teatro que llega de las provincias.
De allí que las funciones se llenaran con buena parte de los acreditados a la Fiesta, quedando fuera parte del acotado sector de espectadores que se animaban a romper con la tradicional apatía local con respecto a estas movidas.
El nivel de las producciones en general vuelve a acentuar una tendencia que acompaña esta Fiesta desde sus comienzos y que sigue siendo desfavorable para algunas provincias que no parecieran aprovechar las apoyaturas técnicas y el intercambio con diferentes maestros del quehacer teatral nacional.
En esta edición se suma la expectativa de parte de algunos elencos de mostrar sus trabajos en una plaza tan tentadora como Capital Federal y obtener algún espacio en los importantes medios de prensa porteños.
En ese sentido el espíritu federalista y la concepción por parte de los integrantes del INT de no declarar desierta ninguna propuesta seleccionada para representar a las provincias integrantes de las zonas en las que fue dividido el mapa teatral argentino termina avalando la deserción de gran parte de los espectadores que prefieren productos que acrediten cierto rigor técnico.
Para una buena parte del público porteño que está entrenado en ver espectáculos legitimados por la prensa y sostenidos por una fuerte tradición de una de las ciudades con mayor movida teatral del mundo, muchos de los productos que se vieron en la Fiesta resultan muy poco atractivos. Las brechas entre el teatro de Buenos Aires, algunos productos de Córdoba, Rosario o Mendoza, con el resto de las puestas seleccionadas por cada región son profundas y en algunos casos parecieran imposibles de remontar.
En líneas generales retornó a la arena teatral el tema social y las cuestiones políticas que hace algunos años parece filtrarse más allá de las nuevas estéticas propias de cada región. El recurrente tema de las degradaciones producidas por la guerra de Malvinas fue tratado por el Grupo Barrilete de Tierra del Fuego en la obra Ya camina.
El tema del exilio ocupó un lugar de privilegio en el rescate de dos textos del emblemático autor argentino Arístides Vargas, residente hace años en Ecuador, un autor reconocido y homenajeado en el resto del mundo por su poética lascerante que pinta los desvelos de tantos exiliados fuera y dentro del propio país.
Donde el viento hace buñuelos a cargo del Grupo "Compañía teatral buñuelos" elenco surgido de un Seminario dentro de la Licenciatura de Arte Dramático de la Universidad Nacional de Cuyo, fue supervisado por el propio Vargas y se constituyó en una de las producciones más sólidas de las propuestas que llegaron desde Mendoza.
La otra obra del prolífico Vargas fue Tres viejos mares representada por el Grupo Sobretablas de San Juan, un interesante adaptación de un material que contó con notables actuaciones y la inteligente dirección de Rubén González Mayo. Otra tendencia que viene impregnando la producción de las jóvenes generaciones teatrales es el tema de las nuevas relaciones familiares a la luz de los cambios sociales y el replanteo de la sexualidad y el poder.
En la Fiesta esta problemática abarcó una cantidad interesante de planteos con diferentes resoluciones como el caso de La sexualidad de Sandra, dirigida por Maximiliano Gallo (Córdoba); un inquietante trabajo que indaga sobre las relaciones de dos jóvenes que luchan por sobrevivir a la soledad y al desamparo de una sociedad que poco entiende de amores marginales.
La desconfianza, del Grupo El Majadero Teatro también de la ciudad de Córdoba, escrita y dirigida por Rodrigo Cuesta, trabajó sobre la traumática relación de cuatro hermanos huérfanos.
La Provincia de Chaco llegó con dos interesantes trabajos que demuestran el grado de investigación y búsqueda a la que están abocados los teatreros de esa región. Desquicios, de un grupo reconocido como Actores Unidos de Resistencia, con un trabajo escrito, actuado y dirigido por el talentoso Marcelo Padelín. De la localidad de La Tigra (Chaco) un sitio que ha comenzado a sonar en el oído de los teatreros argentinos gracias a su Festival del Monólogo, llegó la perturbadora El número es másico, escrita y dirigida por Carlos Werlen.
El punto más elevado de esta búsqueda y uno de los productos más impactantes de la Fiesta fue La omisión de la familia Coleman, obra escrita y dirigida por Claudio Tolcachir y representante dentro de la Región Centro a la Ciudad autónoma de Buenos Aires.
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