CULTURA / ESPECTáCULOS › EL GRUPO PASILLO TEATRO Y SU VERSIóN DE "FRATERNIDAD" DE MARIANO MORO.
Todos los viernes en el Cultural de Abajo se pone esta obra centrada en la historia de dos hermanas patéticas, dos cuerpos travestidos que son la maqueta de la historia argentina, plagada de cuerpos que devoraron a otros cuerpos.
› Por Julio Cejas
Hay una nueva corriente de jóvenes realizadores en Rosario, una generación de actores y actrices que debutan a su vez como directores y autores y forman grupos nuevos que recuperan sorprendentemente la escritura teatral tantas veces bastardeada y otras tantas pobremente adaptada a una escena carente de sorpresas. El grupo Pasillo Teatro, integrante de ese contingente renovador, se presenta todos los viernes a las 20.30 en el Cultural de Abajo (San Lorenzo y Entre Ríos) con una versión propia de "Fraternidad", consagrada obra del marplatense Mariano Moro, un prolífico y destacado dramaturgo de los últimos años ("Quien lo probó lo sabe", "De hombre a hombre" ,"La Suplente", etc.)
La joven actriz Carla Saccani ("De nuevo la furia", "Martha Stutz") se lanza en este su primer trabajo de dirección, al abordaje de un texto complejo y plagado de guiños que resuelve a partir de el desafío siempre tentador de travestir a los actores para dar cuenta del universo femenino, un recurso que hace años perturbaba a la platea y que con el tiempo terminó por incorporarse a los nuevos códigos de expectación.
Pero en "Fraternidad", el recurso de presentar los cuerpos de Marta y Lucía, dos hermanas "al borde de un ataque de nervios", envueltas en la piel de los actores Cristian Mengoni y Carlos Chiappero, se constituye en una estrategia para resignificar el texto de Moro.
Estas dos hermanas pertenecientes a una típica familia de clase media alta, que parecieran encontrarse para enrostrarse todo un pasado de fabulaciones, en las que Marta fue siempre el ejemplo imperfecto en el que Lucía intentaba espejarse sin lograrlo, podrían haber sido representadas por algunas de las dúctiles actrices que abundan en esta ciudad.
Si recalamos en una de las tantas lecturas que genera la puesta de Saccani, podemos encontrar en las escenas de violencia verbal y los despliegues de desprecio que Marta lanza sobre su atribulada hermana, en esos momentos en que el rencor y el odio contenido parecieran estar a punto de estallar, aquel fatídico universo de las hermanas Jane que tan bien retratara Robert Aldrich en el film "¿Quién le teme a Baby Jane?".
Un tema llevado al teatro en "Baby Jane", otra obra que prestigia el teatro rosarino y que actualmente sigue en cartel en Espacio Bravo a cargo del grupo Hijos de Roche con dirección de Romina Mazzadi Arro.
No es casual que Saccani haya participado en la obra "Martha Stutz" que también dirige Mazzadi Arro, hay algo de esta poética teatral que se comparte y se percibe en la puesta en escena del dispositivo escénico y actoral de "Fraternidad".
Pero lo perturbador de la interpretación que estos actores hacen de estas dos hermanas, es justamente el lado siniestro que se esconde detrás del ropaje de estas mujeres que amenazan desencadenar un melodrama de telenovela, detrás está la piel desgarrada de una historia que compromete el quiebre de la fraternidad social.
Detrás aparece el pasado montonero y la sangre que finalmente fue negociada, las conspiraciones del poder, los intereses de clase, las discriminaciones a los "negros" y "provincianos", las marcas de una aristocracia decadente que celebra con champagne, siempre al borde de un fingido suicido personal como el que Marta amaga para atraer a Lucía y que será el desencadenante de una confesión inesperada.
Aquí están en esos cuerpos travestidos de estas hermanas patéticas, la maqueta de la historia argentina, plagada de cuerpos que devoraron a otros cuerpos, mientras otros cuerpos contemplaban indolentes o miraban para otro lado, favoreciendo la gran antropofagia nacional.
La directora contó con un invalorable equipo de colaboradores que acertaron a decodificar estos signos a partir del vestuario diseñado y creado por Renata Minoldo ,un dispositivo que debía entallar los cuerpos de los actores ,permitiendo el doble juego donde asomaran vestigios de lo femenino en pugna con lo varonil,de la misma manera en que el trabajo de maquillaje a cargo del talentoso Ramiro Sorrequieta, permitía destacar rasgos y atenuar otros.
Por su parte Cristian Grinolio responsable de la escenografía y los objetos escénicos, generó la atmósfera de un set de televisión para destacar la frivolidad y la exposición de lo íntimo en un espacio público ,signo de los tiempos que corren,sembrando pequeños indicios de los personajes en los libros y videos esparcidos debajo de la pequeña mesa del living.
La música de Esteban Sesso se acopló en distintos registros a estos climas que se inician con la banda de sonido de los acostumbrados y ruidosos anuncios de ciertos programas de televisión ,a cargo de la meliflua voz en off de la locutora de turno.
Todo sostenido por el despliegue de Cristian Mengoni y Carlos Chiappero: dos actores que aceptaron el desafío de la dirección, sosteniendo un trabajo que se aleja de ciertos estereotipos para bucear en la profundidad de dos personajes que impactan en el espectador y lo invitan a reflexionar en busca de la fraternidad perdida.
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