Hasta su sorprendente, aunque lógicamente previsible, escena final, Rain es una obra construida con más criterio estético que artilugios escénicos. Es en el imaginario del espectador donde todo va construyéndose, donde el humor y las destrezas del joven elenco del Cirque Eloize van creando una atmósfera de ensueño. En la frescura de sus protagonistas, en su capacidad de alternar sorprendentes disciplinas circences con actuación y su condición de intérpretes musicales, radica una de las claves de la obra con la que la compañía canadiense hizo su debut en Rosario el pasado jueves por la noche.

En tiempos de absorción tecnológica --y allí, en primera fila, podía ratificarlo un espectador alienado por una pantalla táctil del tamaño de una sartén--, el gran acierto de Rain es apostar a la imaginación, a la recuperación de aquellos juegos donde (inocentes o no) el propio cuerpo entraba en acción. Escrita y dirigida por el suizo Daniel Finzi Pasca, la obra se construye desde personajes que remiten a los circos de época, aunque insertándolos en una estructura del nuevo circo, género del que ellos mismos se mofan.

La burla, los imprevistos, los guiños al espectador adulto y la sorpresa siempre efectiva con los más chicos, son una constante en un espectáculo que tiene además momentos de belleza estética (allí están para ratificarlo las performers y su cuadro desde las telas). Y si bien la dosis de nostalgia propia de lo circense tiene su espacio en Rain, el tono general está más bien ligado a la comicidad.

Sobre la base pianística de Benoit Landry (en otro de los aciertos de la puesta, que sostiene la música en vivo), las intervenciones de los once artistas se encadenan a través de pequeñas escenas de transición, que van desde la comicidad a números sorprendentes de fuerza y acrobacia, hasta un final donde la magia ocurre. Con Rain el Cirque Eloize abrió así un vínculo con el público local que, esta noche a las 22 y mañana a las 19, tendrá dos nuevas posibilidades de volver a jugar.