Mar 06.12.2011
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. ES IMPOSIBLE PERO PODRíA MENTIRTE LLEGó AL PASAJE PAM

En la ficción de la vidriera

La instalación de la artista Beatriz Vignoli superpone imágenes y objetos en el interior de un espacio, en una composición de textos visuales que se entrelazan, se cruzan, se citan, se plagian, se invaden y se contaminan entre sí.

› Por Victoria Ciaffone

Desde el jueves 17 de noviembre y hasta fin de año (de lunes a viernes de 9 a 20 y los sábados de 10 a 13) puede verse en el espacio El Cubo del Pasaje Pam (Córdoba 954) la instalación Es imposible pero podría mentirte, de la artista Beatriz Vignoli. El trabajo de un equipo formado por la autora y colaboradores autónomos (documentado fotográficamente en Facebook) concluyó en una composición que superpone imágenes y objetos en el interior de un espacio, presentado como una ficción de aquella función para la que fue originalmente diseñado: una vidriera. Ficcionalizar la función primaria de la vidriera es un mecanismo narrativo y un pretexto para dar cuenta de lo que se ofrece en la trastienda: obras de arte.

La materia prima de la puesta se dinamiza en una composición de textos visuales que se entrelazan, se cruzan, se citan, se plagian, se invaden y se contaminan entre sí. En este dispositivo montado por Vignoli con el fin de dar cuenta de prácticas artísticas conjuntas, el intertexto entre los elementos acentúa una idea de comunidad de trabajo. Tanto en la obra como en su registro, Vignoli recupera la noción de arte relacional de los años 60 y 70 de un modo que involucra al propio arte contemporáneo y lo pone en relación: entre autores, con lo cultural, con lo político y con otras obras que constituyen un legado y una genealogía, reflexionando desde la producción sobre lo que debería ser el arte relacional actual.

El sistema de elementos que forman este simulacro de vidriera es heterogéneo y abarca dos fotos "publicitarias" de Gustavo Goñi, un díptico de Aurelio García titulado ¡No!, cuatro sillas que remiten a Las sillas (1968) de Norberto Puzzolo, una de ellas intervenida por Virginia Negri; hay un maniquí trajeado (por Sastrería González), un puñado de corbatas, una fotonovela muda de Goñi editada por Vignoli y 30 fotos analógicas de Martín Kaissa, quien en las fotos de Goñi posa retratando a Mauricio Cedaro: las fotos que Kaissa obtuvo in fabula fueron reales y son estas. Cedaro luce ropa de la marca Domingo, de Agustina Alvez; los tres fueron captados por Goñi en una instantánea que se expone dentro de un portarretratos. La sesión fue en la galería Darkhaus, donde Silvia Cagnone aportó su propio arte. A la firma hay que buscarla y su gráfica alude a una obra anterior de Vignoli, el video El parrillero (2010).

"De todos los lugares y de todos los tiempos llegaban personas, muebles y sentimientos", escribe Felisberto Hernández en El caballo perdido. "Todavía y además de reunirse en un mismo lugar y en un cercano tiempo para la ceremonia y los ensayos del recuerdo, tenían otra cosa común: eran como una misma orquesta que tocara para distintos ballets; todos recibían el compás que les marcaba la respiración del que los miraba".

En el relato citado, el narrador se agencia de un "socio" que lo hace recordar; Vignoli recurre a dos fotógrafos, dos cámaras, dos socios enunciadores que van negociando las miradas. La puesta trata sobre la problemática del deseo; la mirada es irreconciliable y necesita un modo de ver fragmentado, que utiliza a esa sociedad de miradas para negociar la captura de aquello que fue fragmentado en el intento de narrarlo.

Exhibido en lo alto del vidrio (a modo de razón social de la empresa) en un diseño de logo de elegante tipografía creado especialmente desde Buenos Aires por Silvia González, el título de la obra funciona como punto de partida literario para el dispositivo. La primera parte de la frase, "Es imposible", remite a un contexto real que tiende a lo negativo; la segunda, más positiva, se orienta hacia la ficción. "Podría mentirte" actúa como un disparador que tienta al espectador a leer el fuera de campo en las fotos fijas o a adivinar cada intersticio entre los cuadros de la fotonovela. En ambos casos, lo que se muestra sugiere las piezas perdidas del puzzle, aquello que seduce desde más allá de la escena. Desde el punto de vista narratológico, Es imposible pero podría mentirte posee la estructura del policial, cuyo dinamismo emerge de la tensión entre los indicios puestos en evidencia y los relatos posibles.

El tiempo narrativo de la puesta en escena que compone Vignoli se encuentra fuera de quicio. Hay un presente triplicado, que evoca (en esta estructura en capas que se superponen y conviven en el relato planteado por la artista) un presente preciso, tangible, vivible. Como el muerto al comienzo de Sunset Boulevard (aquel inolvidable Joe Gillis dado vuelta en la pileta de la casa de Norma Desmond), la autora cuenta una historia desde un lugar de enunciación imposible. ¿Y quién se hace cargo del foco? ¿Serán esas cámaras digitales y analógicas usadas para la puesta? O bien, en esa profundidad de campo (y con la atención más que astuta del espectador), el real director de fotografía de esta trama en imágenes se encuentra allí en ese "Rosebud": en ese cartel que, en el estilo de escritura criminal ya propia de Vignoli, sólo propone su nombre.

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