CULTURA / ESPECTáCULOS › "CHRISTINE Y LEA PAPIN", LA VERSIóN DE HUGO CARDOZO Y LA ESTACIóN.
El texto de Jean Genet de 1947, "Las criadas", sirve apenas de base a esta versión con un complejo arsenal de texturas poéticas con las cuales se nutrirá un recorrido que tiene a cuatro actrices como oficiantes de un ritual oscuro.
› Por Julio Cejas
Lo sorpresivo, lo inesperado, siempre desconcertó a las sociedades de todas las épocas. Esas verdaderas matanzas producidas por seres insospechados, por vecinos del barrio, por aquellos que viven en la propia casa y un día se lanzan como fieras salvajes sobre los que hasta ese momento no podían intuir tales desenlaces. Quién podría sospechar en la Francia de entreguerras, de aquellas "empleadas modelo" que tanto ponderaban Los Lancelín, familia en la que servían como mucamas las hermanas Christine y Lea Papin, las mismas que se convertirían en tema de discusión y análisis todavía vigentes, a partir del macabro crimen perpetuado contra la señora Lancelín y su hija.
En teatro, la incisiva mirada del dramaturgo francés Jean Genet, parió en 1947, "Las criadas" y su texto fue tan perturbador que todavía sigue generando nuevas versiones a lo largo de diferentes generaciones de teatristas que se permiten conjeturar acerca de las relaciones entre las criadas y la señora.
Pero otra es la búsqueda que se propone el director Hugo Cardozo y su grupo La Estación con "Christine y Lea Papin", estrenada en junio de este año y que debido a la buena respuesta de público, volvió a la cartelera de El Rayo (Salta 2991) todos los sábados de agosto a las 22. La historia real y sus distintas interpretaciones serán sólo uno de los componentes del complejo arsenal de texturas poéticas con las cuales se nutrirá un recorrido que tiene a cuatro actrices como oficiantes de un ritual oscuro en el que se enfrentarán dos grupos bastante diferenciados.
La Señora y la hija que conforman casi un mismo cuerpo donde se funden los registros actorales de Estela Arguello y Pochi Gotri y las protagonistas que le dan nombre a la obra: Christine y Lea, fantasmales servidoras en la piel de Lorena Salvaggio y Laura Wulfson.
Las cuatro se desplazarán por una casa que para las criadas se constituye en un "laberinto de ojos", una casa construida casi a la manera de un panóptico, con "paredes que viven mirándonos", un lugar donde se confirmaría aquel famoso dicho: "El ojo del amo, engorda el ganado".
Desde ese lugar la mirada de las actrices, la expresividad de esos ojos que parecieran dirigir sus pasos, vuelven una y otra vez ahora derramándose sobre esos otros ojos que escudriñan la escena, los ojos de los espectadores que parecieran mirar desde otro sector de la casa.
Esa sensación lograda por la puesta en escena que nos introduce en un sitio donde un corte de luz preanuncia la hora señalada en que esos ojos vigilantes dejarán de rondar en los rincones, cegados para siempre por las manos de las "criadas modelos".
Como una confesión, como un interrogatorio policial, la máquina de escribir interroga a Christine y ésta cuenta su historia, sus orígenes, Lea también aporta lo suyo, subrayando que en esa casa fueron "bien alimentadas y bien tratadas". Y abruptamente comienza el relato minucioso del crimen, con la precisión con la que antes Christine explicaba a su hermana la forma de despedazar a un conejo para la cena.
El supuesto papel donde se escribe esta declaración pasa a convertirse de pronto en el guión del discurso que la Señora deberá pronunciar en las acostumbradas reuniones de la Fundación, donde ellas son "administradoras de los bienes del Señor".
Las actrices parecieran desplazarse por corredores que delimitan sus pasos y las acciones a seguir: la Señora se desliza cual Reina que ordena a sus vasallos, mientras Christine la sigue, cepillando la alfombra por la que acaba de pasar.
Los efectos sonoros y la planta de luces recrean un clima onírico con cierta atmósfera de cine de terror, pero aquí el miedo está producido por los gritos amenazantes de la Señora cuando se dirige a sus criadas.
Los cruces con algunos textos poéticos de García Lorca nos remiten al universo cerrado de "La casa de Bernarda Alba", otro espacio de clausura, donde la muerte se prepara como otro ritual a espaldas de los ojos de la dueña de casa.
Cardozo administra sus materiales, dosificando la escena a partir de una concepción estética que no descuida los detalles del vestuario y la escenografía, todo al servicio de un espectáculo donde lo actoral está en primer plano y dentro de esos logros cabe destacar el registro poético alcanzado por la dupla integrada por Lorena Salvaggio y Laura Wulfson.
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