CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. EXPOSICIóN DE TRABAJOS DE MARTíN KOVENSKY EN EL MACRO
De Cézanne al Simulcop: ésa podría ser la síntesis de la recorrida que Kovensky ha desarrollado a lo largo de una carrera. Su obra es al dibujo lo que el folletín a la novela: el coraje y la belleza como la gracia que surge bajo presión.
› Por Beatriz Vignoli
Pinturas, dibujos, ilustraciones, libros publicados, cuadernos de artista y fotos de Martín Kovensky, junto a trabajos de sus alumnos, pueden verse en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro, Boulevard Oroño y el río). "Acá hay una cosa muy fuerte con el control: una, dos, tres... cuatro cámaras", interpretó (oída al pasar) una espectadora de visita en el piso 6 del Macro. Las cuatro cámaras habían sido dibujadas por alumnos del taller que Martín Kovensky dictó ahí mismo el año pasado y donde, en efecto, las únicas formas estables a la vista son dos cámaras. No eran lo único que había en el gran mural de pared dibujado colectivamente a grafito, donde convivían con mates, mesas y otros objetos. La cámara, cabe suponer, estaba ahí y fue tomada como una forma. En la pared de enfrente están pegados los dibujos en papel por los participantes del taller, cuya obra en progreso puede seguirse en un video en la sala.
Las líneas, sueltas, apelotonadas o vibrantes pero siempre expresivas y vitales, plasman la idea que transmite Kovensky de lo que significa dibujar: "Alinear en un instante al objeto que queremos representar, la mano, el ojo y el alma". El dibujo, como lo define Kovensky, "es nuestra primera aproximación al pensamiento abstracto, al universo simbólico". Por eso no es casualidad que el modus vivendi de este artista y docente argentino nacido en Buenos Aires en 1958 haya sido la ilustración. Bastante de esto puede verse en el piso 7, donde se puede recorrer una selección de sus ilustraciones y libros, que incluye parte de su obra plástica autónoma desde 1962 (una curiosidad: un bodegón a todo color pintado a los 4 años).
"Obratallerobra" es el título de la exposición (que puede visitarse hasta el 15 de febrero en el horario de verano, de jueves a domingo de 17 a 21, y que sigue abierta hasta el 12 de marzo, retomando a mediados de febrero el horario normal de jueves a martes de 14 a 20). Pinturas, dibujos, ilustraciones, libros publicados, cuadernos de artista y fotografías: la transmisión del dibujo como una forma de práctica artística y un conjunto heterogéneo unificado por una colgada que adopte la forma de instalación, para crear una atmósfera de imágenes que den cuenta de un proceso vivo, prometía la agenda. Y en efecto, toda la muestra posee una frescura insólita, una expresividad que desborda el marco de los dibujos y pinturas para resolver con ingenio cuestiones como el fechado de las obras (algo así como un símil analógico de la biografía de Facebook) o qué hacer con ellas: todo está señalizado, con sencillos íconos instructivos dibujados en la pared que incluso dicen qué hacer con su parodia criolla de la "Rueda de bicicleta" de Duchamp, que al tocarla (se sugiere hacerlo) gira y confirma no estar sólidamente empotrada al banquito sino colgada al techo de una tanza.
"Trabajar implacablemente" es la consigna de este prolífico artista que diluye las fronteras entre la plástica y la gráfica, entre el arte y su enseñanza, y que calcula haber realizado unas 3 mil piezas en su labor de 30 años para medios como Página/30 y las revistas Crisis y El Porteño. Pueden verse en el piso 7 algunos originales con sus copias, sobre todo de lo realizado entre 2006 y 2010 para los editoriales de La Nación, con el mapamundi como tema recurrente desde 2007 a 2012.
Amable con el espectador, la muestra le ofrece un banquito donde sentarse a leer su libro Kovensky 4.0 (1998, La Marca); la selección de obras va de atrás para adelante así que lo mejor es leerlo al revés, empezando por sus Billares paulistas de 1982, su primera exposición de pinturas, donde reescribe completamente al Paul Cézanne de los "Jugadores de cartas", traduciéndolo a un lenguaje latinoamericano y contemporáneo, apropiándose de su geometría figurativa para captar las peripecias de la inmediatez de la vida nocturna paulista. Se nota ahí la mano y el ojo del estudiante formado en la Art Students League de Nueva York, y se sorprende el lector/espectador de cómo Kovensky fue desaprendiendo el modernismo. La angst neoexpresionista que hacía furor en la Argentina de los últimos años de la dictadura y la posdictadura (tan presente en la serie Siete últimas canciones, que pintó Guillermo Kuitca en 1982) se apoderó de los trazos de Kovensky a su retorno a Buenos Aires, y ya no los soltó más. Aunque más que una solemne angst (esa mezcla de furia y angustia de los expresionistas) lo suyo pareciera ser una dadaísta Schadenfreude, es decir, un regocijo como el que siente un chico ante las cosas que hacen kaputt.
El caos creativo de aquellos primeros años 80 no abandonó jamás su trabajo. Las obras contagian su energía, no sólo por lo impetuoso de su estilo sino porque por lo visto Kovensky prefiere, antes que el marco cerrado, el cuaderno de apuntes siempre inconcluso. Algo así hizo en su libro Limbo. Argentina 2002. Un relato en imágenes, editado ese año por el Fondo de Cultura Económica y que constituye una crónica en imágenes de la crisis, con cosas como fotos de los inmensos carteles ruteros de publicidad en venta, con los números de teléfono esperando en vano a sus anunciantes. También documentó los efímeros volantes y afiches de las asambleas populares y las fábricas recuperadas, fotografió la contrastante serenidad de San Marcos Sierra, reprodujo algunos dibujos de su serie Cuaderno Rivadavia e invitó a escritores amigos a escribir. Si uno se queda un rato en la muestra, Kovensky le cuenta su vida, por ejemplo cómo desde 2006 vive con su familia en las sierras de Córdoba (ese año fundó con Ana Gilligan la Galería de arte Júpiter, en La Cumbre, provincia de Córdoba) donde tiene su casa taller. En la muestra se ven algunas pinturas de la serie Biodiversidad, que realiza desde entonces. Allí, como en algunas pinturas icónicas de Frida Kahlo, la figura humana se mezcla con las formas vegetales y animales para dar cuenta de otro modo de vivir, tal vez más en armonía con la naturaleza, pero sin que esta naturaleza aparezca idealizada sino que sigue siendo antagónica.
Desde los 80 hasta hoy (y ese mensaje queda bien claro en la exposición del piso 7), Kovensky ha llevado adelante una obra en diálogo permanente con las circunstancias políticas del país y del mundo. Su arte no es el de la torre de marfil sino que tiene la urgencia de las fechas de cierre. Es al dibujo lo que el folletín a la novela: el coraje y la belleza como la gracia que surge bajo presión. La ferocidad de la sátira y la ternura de los pequeños animales conviven siempre en sus trabajos para los medios. De su obra ha dicho el fotógrafo santafesino Marcos López que es una cruza entre todas las partes del Guernica de Picasso, vueltas a armar pero de otra forma, con los dibujitos del método Simulcop. "Pacta con la mosca", apunta Martín Caparrós, en alusión al insecto que no pica pero que zumba, molesta y si revolotea por ahí es que hay fruta podrida cerca.
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