CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. ENTRESIGLOS. EL IMPULSO COSMOPOLITA EN ROSARIO
El Museo de Bellas Artes celebra los 75 años en su actual edificio con una muestra que revela un pasado anterior de la institución: el de su primera sede, fundada en 1920. La exhibición de obras se complementa con datos históricos.
› Por Beatriz Vignoli
A fines de 2012, el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino cumplió 75 años en su actual sede de Oroño y Avenida Pellegrini, y el aniversario se celebra con una exposición de pinturas y esculturas de fines del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX, pertenecientes a las colecciones del Castagnino y del Museo Histórico Julio Marc. Con el título de Entresiglos. El impulso cosmopolita en Rosario, la muestra revela un pasado anterior de la institución: el de su primera sede, fundada en 1920. Los curadores fueron Laura Malosetti Costa, autora del libro Los primeros Modernos. Arte y sociedad en Buenos Aires a fines del siglo XIX (Buenos Aires, FCE, 2001), y María de la Paz López Carvajal y Pablo Montini, quienes ya habían colaborado en 2010 en la curaduría de la exposición Entre centenarios.
"Las obras de la colección Astengo eran lo que representaba al siglo XIX de la colección del Museo", contó la curadora María de la Paz López Carvajal en diálogo con Rosario/12. "Pero yo hace mucho tiempo que vengo estudiando la colección Carlés, que no tiene obra de primera línea pero de firmas importantes. Teniendo las obras catalogadas, quise contactar a gente que le pudiera dar otra mirada a esa colección", relató. El abogado rosarino Carlos Carlés (18661925) fue director de Correos y Telégrafos de Buenos Aires. Logró reunir en poco más un año, entre 1897 y 1898, una colección de casi trescientas pinturas, dibujos y grabados en pequeño formato dedicadas a él por un amplísimo rango de artistas contemporáneos, casi todos expositores del Salón de París.
Con el poeta Rubén Darío como secretario, logró "poner al correo al nivel de los correos internacionales". Carlés "viajaba a París" y luego "empieza a escribirles a los artistas, les manda esos libros que están exhibidos ahí donde además de dar cuenta de toda la actividad del correo incluye postales y estampillas", cuenta la curadora. Asombrados de que alguien al otro lado del océano conociera su obra, los artistas le responden enviando dibujos, pinturas y grabados. En 1898, Carlés "deja el correo para asumir como diputado, con su carrera política a pleno" y al fallecer en 1925 su colección entra al Museo, ya que en su testamento estipulaba donarla a su ciudad natal.
Los curadores produjeron junto al equipo del Museo un interesante "making of" de las colecciones, incluyendo fichas extendidas de las obras más algunos documentos históricos que formaron parte de la construcción de una escena artística moderna en Rosario: desde cartas que traman la novela epistolar de cómo llegaron las obras a las manos de Carlés, hasta vistas y fotografías de las grandes exposiciones. "En Rosario se inauguró en 1888 la Exposición Provincial del Rosario, organizada por el Club Industrial y el Estado provincial con el fin de seleccionar los productos que serían remitidos a la Exposición Universal de París de 1889", se lee en uno de los textos de sala, que relata la inclusión de la "fotografía artística" dentro de la sección grabados de la sección Bellas Artes de la Exposición Provincial. "Todo eso fue antes del arte de Rosario y sus instituciones", resumió López Carvajal.
La muestra ocupará hasta el 6 de junio todas las salas de la planta baja, menos el hall central (donde pueden verse obras de la colección de Castagnino, de períodos muy anteriores). Además de los reveladores textos informativos por los curadores, suma interés el diseño de sala por Marcelo Villegas, donde cada colección particular que fue luego incorporada al patrimonio público tiene un color de pared distinto: rojo para la colección Carlés, azul para la Astengo y verde musgo para la de Lisandro de la Torre, cedida temporariamente por el Museo Histórico Provincial Julio Marc. "Nos parece que el color en la sala permite tener un hilo en el recorrido", explica López Carvajal. "Son tres colecciones tan distintas: Carlés que pide las obras por correo, Astengo que compra en París, y Lisandro de la Torre que era de clase media y se rodea de obras. Los abogados y otros profesionales compraban arte, en casas de familia se compraba para colgar en las paredes", dice la curadora, y lo confirma el indudable parentesco estilístico entre una naturaleza muerta floral pintada por Domingo Fontana (tío de Lucio), unas rosas dentro del mismo género por el francés FantinLatour y tantos cuadros que adornaban hogares rosarinos de clase media en el siglo pasado, signos de distinción junto a la biblioteca y el piano. El mismo olor a living de la abuela se siente ante las pequeñas "Vistas de París".
Las salas y las colecciones están ordenadas por géneros, lo que permite según López Carvajal situar a cada artista argentino en el contexto internacional de la época: así, una vista de París por Schiaffino cuelga junto a las de autores franceses, dando cuenta de la voluntad cosmopolita de aquel período, a la que alude el subtítulo de la exposición, donde además pueden verse unas medallas conmemorativas de la época provenientes de la colección de Antonio Cafferata.
"Cuando se habla del arte de Rosario parece que empezara con Alfredo Guido, Manuel Musto y Schiavoni, y en realidad todos estos artistas produjeron porque había un contexto ya organizado", dijo López Carvajal, para quien la muestra busca "dar importancia a todos estos artistas inmigrantes que crearon un ambiente en el que las obras de arte empezaron a circular comercialmente, se daban clases de pintura y dibujo, y tanto en las academias de Rosario como en las de Europa circulaban las mismas ideas de lo que era el arte".
Si hay que destacar una obra, es la pintura de estilo simbolista "Die sterbende mutter" (La madre moribunda) firmada por Leo Putz, ilustrador de la revista Jugendstil. Fue exhibida con éxito en la Secesión de Munich de 1897. En 1937 la donó a la nueva sede del Museo el escultor Osvaldo Lauersdorf. Cuenta López Carvajal que "la obra estuvo guardada en el museo durante años. Cuando la restauradora Gabriela Baldomá le sacó el oxidado barniz, aparecieron los verdes y los azules. Detrás de cada una de estas obras hay una historia".
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