CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. REIMPRIMEN EL CLáSICO LITERARIO DE LA CIUDAD EDITADO EN 2004 POR EMR
La nueva edición brinda una posibilidad renovada de acercarse a un recorrido de lectura y de imágenes. Nombres ilustres, locales e internacionales, con Rosario como promesa literaria y tantos recorridos como lectores coseche.
› Por Leandro Arteaga
Es una sorpresa feliz la reimpresión de Rosario Ilustrada. Quizás no tanta para quienes ya tuvieron el gusto de recorrerla. Pero sorpresa repartida y para todos por actualizar la posibilidad de su visita, por abrir su puerta de bienvenida a los recién llegados.
La puesta en estante en librerías de Rosario Ilustrada. Guía literaria de la ciudad significa la permanencia de un proyecto que viera luz primera en 2004, bajo la dirección de Pedro Cantini, hoy Secretario de Industrias Culturales del Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia. Las páginas ahora frescas, de lustre papel -que refleja sobre la mirada del lector-, devuelven las ilustraciones de Luis Lleonart, Milena Alessio y Silvina Marietta, en función de la compilación y edición que realizaran Martín Prieto y Nora Avaro. Y, atención a los desprevenidos, lo mejor es lo que sigue.
Es decir, y sin orden de preferencias, un reparto de lujo que puebla esta antología con fragmentos de prosa, poesía, teatro, y escritos varios; entre ellos y a modo de ejemplos: Roberto Arlt, Beatriz Vignoli (redactora de Rosario/12), Alfonsina Storni, Jorge Luis Borges, Rafael Ielpi, Angélica Gorodischer, Juan Carlos Onetti, Roger Pla, Edgardo Cozarinsky, César Tiempo, Elvio Gandolfo, Roberto Fontanarrosa, Beatriz Guido, Juan José Saer, Raymond Carver, César Aira, Graham Greene. Apenas algunos, la lista se duplica y alcanza los ochenta nombres.
¿Y qué es lo que sucede? Lo que para este cronista suele ser metáfora preferida (o juguete predilecto): un caleidoscopio de miradas; que confluyen y divergen desde los muchos ojos más que leen, leerán. Todas ellas cifradas en la ciudad que se habita, se visita, se escribe. Mixtura curiosa de palabras, de fragmentos que se entretejen y que construyen a Rosario desde un lugar de fundamento tan -muchas veces, más- sólido como el de cualquier construcción plomiza: un imaginario que perdura y se imbrica en formas nuevas. Moldeables y maleables para una ciudad de fantasía que se camina, para una ciudad de concreto que se sueña. O también, ¿de qué realidad se habla si no se contempla en ella al sueño?
Lo dice Arlt desde su fragmento de aguafuerte, el primero de todos: "¡Las ciudades son hermosas aunque no lo creamos cuando estamos en ellas! Para amar a las ciudades hay que perderlas de vista durante treinta horas". Perderse en el curso propuesto por las páginas de esta guía ilustrada es motivo semejante, aún cuando no se haya zarpado hacia puerto lejano. También porque es máquina del tiempo. Se va y se viene entre letras escritas, publicadas, compartidas, entre 1901 y la actualidad.
Un itinerario posible: tomar la calle Pichincha de Edgardo Cozarinsky, alojarse en el Madame Safó de Roger Pla, alcanzar el tren en la Rosario Norte de Saer -junto con Borges, Bioy, Briguet-, quedarse quieto en el pasaje Pam de Juan Martini y su penumbra, respirar el río de Graham Greene.
Hay más alternativas. Por ejemplo, otras calles: Bulevar Oroño (Perfecto Gambartes), Avenida Belgrano (Noemí Ulla); esquinas: Córdoba y Mitre (Jorge Riestra), Maipú y San Juan (Sergio Gioacchini), San Martín y Córdoba (Elvio Gandolfo); bares: Sorocabana (Rubens Bonifacio), Radar (Concepción Bertone); barrios: Saladillo (Alfonsina Storni), Refinería (Rodolfo Vinacua). Más la terraza del Jockey Club (Raymond Carver), el Palacio Fuentes (César Aira), la Plaza 25 de Mayo (Mateo Booz), el Club Atlético Central Córdoba (Sergio Cueto).
A su vez, las ilustraciones de Lleonart, Alessio y Marietta, se encargan de situar lo leído, de referirlo desde la recreación personal. Porque si de lo que se habla es de una ciudad literaria, poética, ensoñada, de ninguna manera podría privilegiarse la fotografía que lo dice todo, que es huella implacable (igualmente, sabe este cronista que esto no es tan así, licencia permitida). Y si las hay, que se mezclen con los trazos imprevisibles, de pulso definido pero no geométrico, desde un collage que conjugue, yuxtaponga, rememore. Es un hallazgo, en este sentido, la casi única mirada dura, precisa, que los dibujos exponen: la referida al Monumento a la Bandera, provocado o sugerido antes que expuesto, desde un contraste pleno, de sombras rígidas que emergen entre la luz blanca de la página, para la compañía de las palabras de Alejandro Rubio: "La América futura, ¿está opuesta o al lado del indígena? La constitucional, ¿sostiene una espiga o una espada?". El otro Monumento que se yergue, en verdad se ha caído, o descansa trozado, entre las arenas de un viento olvidado, con cuentos de un pariente que susurra veraz en la voz de Lilian Neumann: "Entonces, y el primo elevaba un dedo, amenazante: cayó la bomba atómica y reventó todo".
Lo mejor es que, si bien hay un recorrido pautado, comprendido entre el ordenamiento progresivo del 1 al 80, ¿cuál lector no se resiste al obligado abanico de páginas al que se somete a todo libro, en busca de un secreto acelerado y previo a la lectura? Lo que equivale a realizar paradas optativas, ociosas, llamativas. El puzzle se completa, desde ya, en el recuerdo de quien lea. Y la memoria, se sabe, arma trampas que alteran y conjugan edificios imposibles. ¿Cuál es la Rosario que han vivido padres, madres, abuelos, abuelas si, cuando se la recopila, hay tantas aristas como personas todavía la digan?
Porque es de preferencia -capricho- para quien escribe, palabras últimas al bueno de Graham Greene, con el recorte de las aguas a lo largo del Paraná: "Al levantarse la niebla, vi que el río había cambiado de aspecto. Muchas islas emergían de las aguas (...) pájaros extraños silbaban y susurraban junto a nosotros. Tuve una sensación de viajar mucho más intensa que al cruzar las fronteras pobladas del Orient Express".
Rosario Ilustrada se encuentra en todas las librerías, así como en el puesto de venta de Editorial Municipal, situado en Corrientes y Córdoba, misma esquina que en el libro, Felipe Aldana delinea del modo siguiente: "Calle Corrientes señala / a Calle Córdoba en vuelo: / melenas de rubio trigo / apresados en los pañuelos."
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