CULTURA / ESPECTáCULOS › MUSICA. RUBéN "CHIVO" GONZáLEZ ACTúA EN LA TERRAZA DE LA CúPULA DE PLATAFORMA LAVARDéN
Músicos y oyentes son cómplices, dice el músico. "Lo mejor es la espontaneidad de la improvisación" agrega sobre el show que hará mañana, a las 21.30. "Vamos a pasar un rato lindo, con canciones que muchos van a recordar", promete.
› Por Leandro Arteaga
La oportunidad de escuchar a Rubén "Chivo" González significa desde una raigambre musical especial, de camino ciudadano, con el jazz como escenario de toda la vida, traslúcido desde el saxo y el clarinete. Mañana a las 21.30, en la Terraza de la Cúpula de Plataforma Lavardén (Mendoza y Sarmiento) el músico acompañará su repertorio con las presencias de Nicolás Polichiso, Charlie Samamé, Pau Ansaldi, Liza Polichiso, Pedro Casís y Mercedes González.
"Estamos muy contentos de tocar ahí porque es un lugar muy lindo, recuperado para la ciudad, y que para mí tiene una mezcla de emociones" relata el músico a Rosario/12. "Me resulta muy importante estar en un edificio que ha sido recuperado por gente que entiende de arquitectura y de posibilidades de desarrollo cultural. En segundo lugar, porque es un ámbito agradable donde pasar un buen momento; es por eso que uno elige juntarse con la gente con la que se ha tocado prácticamente toda la vida, a la cual le agregás también la prole, porque tanto la hija de Polichiso como la mía cantan unos temas que ya hemos hecho en muchas oportunidades, y que a la gente -y a nosotros- les encanta. Hemos armado una especie de programa de verano, vamos a pasar un rato lindo, con canciones que muchos van a recordar, otros más o menos, pero que están dirigidas al corazón, al más puro sentimiento. También invitamos a un gran amigo, a Pedro Casís, un gran trompetista de la ciudad de Santa Fe."
--¿De qué manera podríamos describir esa seducción "rara" que nos provoca el jazz?
-Me parece que el jazz representa uno de los últimos lenguajes que se ha nutrido de casi todo lo que está dando vueltas en materia musical, que tiene que ver en principio con el ritmo, con lo africano, y en segundo lugar con todo lo mejor de la cultura europea, hasta llegar a ese lugar tan especial como crisol de razas que es Estados Unidos, en la desembocadura de un río como el Mississippi. Por eso, pienso que las ciudades portuarias han dado lugar a una música que ha trascendido las fronteras y que produjo "asociados" en todo el mundo; porque el jazz es algo que necesariamente tiene un poco de humor, un poco de tristeza, un poco de lo más básico que es el ritmo, y que se ha nutrido con el paso de los años de todo lo que le ha rodeado. Fijate que el jazz intervino en la creación de la bossa nova, de alguna manera, e indirectamente, a través del rythm and blues influyó al rock y a todo lo que vino después. Cada una de las capas que se han ido produciendo generaron músicas menos complejas, más básicas, pero el jazz ha seguido ahí siempre. Por ejemplo, el rock de los '60 es un poco más elaborado que el rock más básico que se escucha hoy en día. Mientras que el jazz, al contrario, empezó como una música de puro divertimento, pasó por todas las etapas que puedas imaginarte, tuvo el esplendor de las orquestas de swing de Benny Goodman o Tommy Dorsey, tipos que eran mega stars como hoy lo son otros, que juntaban multitudes. Pero el jazz fue dejando eso y se fue concentrando, achicando, haciendo una música de espacios más reducidos, donde el oyente tiene que poner un granito de arena para que el resultado sea justo. Porque músico y oyente se sienten cómplices, se ayudan mutuamente a producir lo que sucede en ese momento que nunca va a poder tocarse de nuevo de la misma manera; eso es lo que tiene de bueno el jazz.
-¿Es pensable algún aspecto desde el cual distinguir al jazz de Rosario?
-Esto se parece a los chicos que se trasladan a otro país y aprenden el lenguaje, pero siguen siendo extranjeros; cualquiera puede decir "este tipo habla un poquito mejor o peor pero le sigo sintiendo el acento". Es preferible hablar de una música y de un fenómeno al que, por supuesto, se le agregan cuestiones locales, de un color propio; a pesar de que no se toquen los mismos temas que en Nueva York, Londres, o París, cada uno tiene un acento distinto. Por supuesto, el más puro de todos es el que se desarrolla en el país de origen, pero bajando los decibeles, no me animaría a decir que hay un color especial en el jazz local. En general, hay una tendencia de los músicos en todo el mundo de desarrollar temas propios, y no meramente repetir lo que se escuchó, lo que es una cuestión absolutamente válida, pero también hace que los oyentes -si no reconocen algo de lo que van a escuchar- en algún punto se sientan alejados del intercambio que te mencioné. Mi teoría es que por más que vos estés en Varsovia, en Londres, en Barcelona, uno tiene que proponer un condimento especial, que se le agregue a esa música. Para el recital de mañana, elegimos temas que muchos de los que van a ir van a reconocer así como otros no tanto, pero en el medio, todo lo que se produce es la espontaneidad de la improvisación que te proveen las armonías y los ritmos del tema. En cuanto al jazz rosarino, lo que me alegra es cómo día a día se agregan muchos jóvenes, mucha gente, a tratar de practicar esto, pero lo que veo es que no es sencillo mantener audiencias más o menos grandes, que satisfagan la necesidad de comunicación que tiene todo músico. Hay casi más oferta que demanda, lo que de alguna manera choca un poco con la posibilidad de que esta corriente se prolongue en el tiempo. Pero yo prefiero que sea esto, que haya más músicos, y no que se estanque y que desaparezca.
-Hay también una discusión con el mercado y su consumismo que el jazz tiene que sobrellevar.
-Desde ya que es complicado. Por ejemplo, hay espectáculos llenos de músicas, explosiones, luces, colores, que congregan miles de personas, y cuando comenzás a destilar lo que ocurrió musicalmente te quedás con muy poco. Como si se tratara de una gran producción hollywoodense, me viene el ejemplo de BenHur, le quitás toda la producción y ¿qué te quedó? Bueno, muy poco, en realidad era mucho papel y confeti. Mientras que una película como El rata, con Richard Widmark, era una sinfonía cortita en blanco y negro, que a mí me quedó para toda la vida, me acuerdo de casi todo. Quiero decir, vas a un bar, a un teatrito, y ves a cuatro, cinco, seis tipos tocando y quizás se deba a la conjunción del momento, al público, pero lo recordás mucho más que a un recital de Madonna. Por eso, lo que más cuesta en estos momentos en todo el mundo es mantener audiencias más o menos sólidas, que permitan que la gente vaya a tocar con mucho entusiasmo y hagan al músico decir, como lo hacía el gran Dexter Gordon, "espero que lo que hayan escuchado hoy lo puedan poner debajo de la almohada y lo recuerden por un tiempo".
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