¿Hay que augurar "merde" antes de bajar este viernes a las 22 al subsuelo de La Toma (Tucumán 1349)? ¿Es teatro lo que se verá y oirá? ¿Es, más bien, un cruce entre disciplinas artísticas que abordan el tiempo y el espacio? La respuesta a la segunda pregunta es un no. La respuesta a la tercera es un sí. Tomado por su cámara, Mauro Guzmán, vía Skype en la pantalla de la computadora de Nancy Rojas, habla del "presente futuro" como si estuviera en una vieja serie de ciencia ficción, comunicándose a través del hiperespacio. Para esta segunda parte de la entrevista, las dos mitades del colectivo Studio Brócoli cuentan su nueva "pieza escénica" de un modo que es una puesta en sí.

Obra ganadora de un Subsidio de Artes Escénicas 2012 otorgado por la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario, Um und um die Zukunft ("Alrededor el futuro", en alemán) combina la performance, el video, la música, la escultura, el diseño de moda y de objetos: el muy cuidado proyecto completó los costos de producción con otro subsidio, el del Instituto Nacional del Teatro. Se estrenó en el CEC el 11 de mayo, con más público del esperado; se vio todos los viernes de junio en La Toma y promete más funciones en otras salas. Se pueden hacer reservas a [email protected]. Hay que pagar una módica entrada, con descuentos especiales para estudiantes de Bellas Artes de la Facultad de Humanidades y Artes y para los socios de Teatro en Rosario. Pero (como advierten Rojas y Guzmán) no es un espectáculo.

La manera en que todo sucede a lo largo de los 50 minutos que duran en total las tres secciones de la pieza, es más bien como si aquella pesadilla futurista del cuerpo﷓máquina, o aquellos sueños de una escultura cinética sonora corporal que apuntaron en sus manifiestos los vanguardistas de comienzos del siglo XX, se hicieran realidad cien años después. Tras una investigación que llevó a los Brócoli a un terreno temático en común con otras propuestas apocalípticas del arte contemporáneo, Um und um die Zukunft recupera el futuro, con la historia del arte y el cine como punto de partida.

Ya antes de entrar, algo marca una diferencia. Un hermoso programa de mano a todo color, con diseño gráfico y fotos de Georgina Ricci, ofrece un equivalente al texto de catálogo de una muestra, sumando una lista ilustrada de referencias inspiradoras, que funciona como bitácora de la investigación en código abierto u open source. "Lo primero que se nos ocurrió fue mostrar la obra en desiertos, en ruinas, en lugares abandonados a donde pudiéramos llevar al público en una combi", se explaya Rojas. Esa es exactamente la sensación al entrar a la sala: un sonido atonal envolvente, oscuridad; luces frías que apenas si irradian, enigmáticas esculturas de cerámica que se yerguen cual monumentos extraterrestres olvidados en la Luna, dos cuerpos﷓máquina que repiten rituales incomprensibles. ¿Restos de nuestra civilización?

Una reconocida actriz rosarina de teatro, Paula Fernández Besso, y una bailarina de danza contemporánea, Anabel Martin, respondieron con intensa entrega al desafío de desdramatizar sus rostros y frenar sus movimientos antes de que comiencen a narrar algún relato con el que el espectador pueda identificarse. Realza la extrañeza una parodia seria, en video, en cámara fija, de un plano del film de ciencia ficción de Stanley Kubrick 2001 Odisea del espacio (1968). Un sutil ajuste de foco revela la verdadera escala de lo que parecían objetos monumentales: es el único gag que se permite esta vez Studio Brócoli, y es de una comicidad tan exquisita que pasa casi desapercibido. "Se nos gastó el humor de tanto usarlo", se ríe Guzmán.

El momento más nítidamente Brócoli de esta nueva e inquietante producción de los autores de la Trilogía del Terror, la Trilogía del Amor Trágico y la Trilogía Animal (todas protagonizadas por una estrella de ficción: Linda Bler) es cuando retoman su fuerte: la parodia cinematográfica. De pronto las actrices interactúan, las luces crean escena y la puesta es poseída por tres diálogos de un film de Fassbinder: Las amargas lágrimas de Petra Von Kant (1972). Nicolás Biolatto, diseñador y productor del vestuario, copió el de la película. "Todos somos reemplazables. Todos", declama Fernández Besso en alemán, con subtítulos.

Igual que en el film, la romántica danza entre dos mujeres evoca al hombre ausente al ritmo de la voz del cantante de Los Plateros, en off. Hasta ahí, las protagonistas eran la tesis y la experimentación con los lenguajes. Un actor invisible es Diego Liñan, quien no sólo compuso las pistas musicales de la puesta sino que las combina en vivo, como un DJ de su propia obra, a modo de performance sonora.

En las coreografías que abarcan otra parte de la obra, los movimientos mecánicos de las performers, caracterizadas como siniestras muñecas, coinciden con horrenda precisión con sonidos industriales, una y otra vez: la repetición es angustiante, el efecto es ominoso. "El sueño surrealista en realidad era una pesadilla. Descubrimos eso al leer el capítulo sobre el automatismo en Belleza compulsiva, de Hal Foster --confiesa Guzmán--. Eso nos llevó a Blade Runner, al personaje no humano que hace Daryl Hannah, su tiempo limitado que se le escurre". El pathos del film de Ridley Scott no está presente, pero hay otra cosa: una pesadilla de hipnótica belleza.