CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. CENTROJáS, PRIMERA NOVELA DE NICOLáS MANZI
Fundador de la editorial El ombú bonsai, el escritor nacido en Venado Tuerto le dio forma a una obra en la que redondea un perfil de autor claramente ligado a la cultura popular, sin descuidar un alto grado de conciencia estética.
› Por Beatriz Vignoli
A Nicolás Manzi (Venado Tuerto, 1978) se lo conoce en Rosario más como editor y gestor cultural que como autor. Egresado de la carrera de Letras de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (institución en cuya editorial trabaja como corrector, donde organizó Jornadas de Literatura Rosarina y por cuya radio se ha oído la voz de su alter ego cantor, Manzinatra) Manzi vivió un par de años en Italia y de regreso fundó con Rafael Carlucci y Rodrigo Castillo la editorial inicialmente artesanal El ombú bonsai.
Además de escribir poesía épica inspirada en el club de sus pasiones (Rosario Central), Manzi ha publicado relatos breves sobre fútbol en la contratapa de Rosario/12 y en otros medios. Menos conocidos son sus dos libros de poesía: uno de sonetos guarangos y otro de limericks criollos. Editado en 2004 por la editorial rosarina, también artesanal, Junco y Capulí, el libro Sonetos guarangos es uno donde reconoce Manzi la influencia de los Sonetos mugres de Daniel Giribaldi. El de limericks criollos se llamó Minga! y fue un experimento previo a El ombú bonsai, donde publicó (pero ya no en formato artesanal sino industrial y "de mi propio bolsillo", es decir, por fuera de todo subsidio) su primera novela: Centrojás (2013).
Centrojás es una novela de fútbol, sobre fútbol y no sin el fútbol, como se deduce enseguida de su prosa vertiginosa, rauda, casi sin (en el buen sentido) aliento; y redondea un perfil de autor claramente ligado a la cultura popular en sus contenidos y lengua. Sin embargo, al mismo tiempo y sin que esto implique contradicción alguna, en Centrojás se hace cargo Manzi, con un alto grado de conciencia estética, de toda una tradición modernista culta de la voz. Tradición que cultivaron tanto William Faulkner como Juan José Saer y que para Manzi encuentra su ficción de sujeto de la enunciación en la figura del relator.
Desde el primer capítulo, el relator es quien va contando el partido de fútbol y a la vez lo va haciendo; o eso al menos en la fantasía del oyente, quien no repara en que los jugadores no pueden oír sus indicaciones. Con esta reflexión se abre la novela, donde de inmediato se sitúa al relator en un papel demiúrgico. En otro capítulo se lo piensa como el contador de historias desde la prehistoria. Lo que sucede en la cancha es un proceso complejo, un caos organizado alejado del equilibrio y que incluye a cada paso la contingencia: la del pase o el "penal que pudo ser" y no fue. Fuera y dentro de ella se juegan la amistad, las lealtades, las traiciones...
"La pelota vuelve, pero vos Rodríguez siempre queriendo demostrar que sabés gambetear, no ves que Fatiga está al lado tuyo, y atrás lo tenés a Moreno, y vos Petiso, lo seguís, porque siempre ustedes dos se la pasan demostrando quién la tiene más larga, gambeta y gambeta, no. Asegurar el balón, descargar con el compañero, pared, vos, Miguel, cambio de frente uno de cuatro, todo el tiempo no, pero sí jugar la pelota, a nuestro arquero no le tiene que llegar nunca, porque la tenemos segura, pero si hay que dársela, está bien, es un jugador más y está en la cancha, está jugando, Armando, ¿entendido?". Así escribe Manzi, sin concesiones al sentimentalismo, no muy sucesor del Fontanarrosa futbolero. Más bien, podría decirse que Centrojás es al fútbol lo que Salón de Billares de Jorge Riestra ha sido al billar.
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