CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. CADA VEZ MáS CERCA, DE ELVIO E. GANDOLFO
Publicada por la editorial cordobesa Caballo negro, la compilación reúne diesiséis cuentos de un autor que aquí se apropia con oficio de las fórmulas de los géneros modernos para reinventarlas en clave de realismo sucio rioplatense.
› Por Beatriz Vignoli
Hacía quince años que Elvio E. Gandolfo no publicaba un libro de cuentos. Sí había publicado crónicas, traducciones y ensayos. Y en 2013 salió por la editorial cordobesa Caballo negro su nueva compilación, Cada vez más cerca, que reúne en 225 páginas 16 cuentos en diversos géneros. "Cada vez más cerca contiene el universo de Gandolfo: el relato de género, en particular el fantástico y el cuento de terror; el recurso medido y magistral al humor; la incorporación de zonas y personajes precisos de Buenos Aires, Montevideo y Rosario", escribe Osvaldo Aguirre en la contratapa.
Nacido en 1947 en San Rafael, Mendoza, pero radicado en diversas épocas en las otras tres ciudades; poeta, crítico de cine, traductor de H. P. Lovecraft y Philip K. Dick, colaborador de la revista de ciencia ficción El Péndulo, coeditor de la legendaria revista rosarina El lagrimal Trifurca y editor de la obra de su padre Francisco y de una antología de poesía beat, Gandolfo (entre otros cientos de antecedentes igual de interesantes) ganó el Premio Planeta 1992 por Boomerang, una novela breve sobre una estafa que nunca es descubierta. Y en estos cuentos, como jugando, como si fuera un chiste, Gandolfo se apropia con oficio de las fórmulas de los géneros modernos para reinventarlas en clave de realismo sucio rioplatense.
Cuando aborda el policial negro prefiere, antes que el crimen espectacular, contar vidas grises como la de un estafador o un espía absurdo. La contaminación del cordón industrial de Buenos Aires le inspira el mejor cuento del libro, discretamente titulado "Pequeño". Allí renueva, con humor siniestro pero en un tono jovial, un tópico del terror y la ciencia ficción: la invasión del cuerpo.
Lo que sucede es por lo general un incidente secreto (apenas real y a veces puramente mental: un mero recuerdo erótico en el sillón del dentista, como en esa posible parodia de El paciente inglés que es el primer cuento del libro, "El cuerpo") y tan improbable como el encuentro entre un coronel desquiciado (a lo Esa mujer de Rodolfo Walsh) y un sutil visitante extraterrestre que lo estudia, en el cuento titulado "Contacto". Los personajes aislados por la sociedad son recurrentes en el libro. Gandolfo los retrata sin dramatismo, distanciándose desde la comedia negra, como la del chusmerío de barrio que se ceba en la pareja lesbiana de "Las negritas".
Hasta la distopía post apocalíptica se integra al proyecto estético gandolfiano de acriollar las escenas imposibles que Hollywood ha vuelto familiares: cuando, al comienzo de "Pegando la vuelta", un surfer hace piruetas en las olas del Paraná, el lector sospecha que algo ha mutado para mal.
Como aquellos artistas del barroco que pintaban su autorretrato en un rincón de sus cuadros, el autor se incluye (pone su propio nombre a un personaje de ficción, corregirán los críticos más rigurosos) en "El tango y Tito Lamónica": "Uno de los más viejos amigos de Lamónica era Elvio Gandolfo. Su trayectoria, a primera vista, parecía idéntica, incluso peor que la suya. Rebotaba constantemente entre tres ciudades, en vez de dos, porque había vivido un largo período en Montevideo (adonde regresaba con frecuencia), vivía en ese momento en Buenos Aires, y estaba trabajando en la editorial municipal de Rosario". Dato, este último, que la memoria local puede confirmar.
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