CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. NATURALEZA INTERVENIDA, MUESTRA DE ACRíLICOS Y ACUARELAS EN KRASS
Entre la abstracción y la figuración, en acrílicos trabajados con una superposición de veladuras y barnices, la artista expresa un mundo de atmósferas cromáticas con la maestría de quien logra "olvidar todo lo que sabe".
› Por Beatriz Vignoli
"Cuando fui por primera vez a visitar su espacio me inundó el color", cuenta Liliana Jones, recordando su llegada al taller de Julio Vanzo. Parecida sensación, la de un color que inunda con la luminosidad de todos sus matices, se tiene al entrar a la galería Krass (Urquiza 2030) donde hasta fin de mes (de 10 a 12 y de 16 a 19; los sábados de 10 a 12) puede verse una muestra de obras recientes de la pintora y docente rosarina: 13 pinturas al acrílico y 6 dibujos a la acuarela, 19 obras en total reunidas bajo el título común de Naturaleza intervenida. Entre la abstracción y la figuración, en acrílicos trabajados con una superposición de veladuras y barnices similar a la técnica del óleo, Jones expresa un mundo de atmósferas cromáticas con la maestría de quien logra "olvidar todo lo que sabe".
Ella venía egresada de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario, con la formación academicista de los años 70, cuando Vanzo la invitó a su taller, donde asistió cinco días a la semana durante tres años, desde 1978 hasta 1980. "Yo no estaba pintando, es más, le comenté que no me interesaba el color --recuerda--. Dibujaba a lápiz o con tintas. Claro que cuando fui por primera vez a visitar su espacio me inundó el color, la cantidad de pinturas y libros de arte, obras de otros artistas... Comencé a ir al taller a pintar. Yo pensaba que era una o dos veces por semana. No! De lunes a viernes de dos a seis de la tarde, con un corte a las cinco para tomar el té y conversar de diversos temas. Eramos dos o tres alumnas: María Luz Seghezzo (quien ya estaba cuando llegué al taller) y algún tiempo después se sumó Nora Venturelli, gran dibujante que venía de estudiar arte en Estados Unidos. Fueron tres años intensos. Desde esa época nunca dejé de pintar. Aprendí a no tener miedo a equivocarme, a pintar una obra encima de otra. Julio era un personaje con una mente muy joven y abierta a los cambios en la forma de expresarse. Muchas veces íbamos a ver muestras juntos, a escuchar conciertos, conferencias... y otras a almorzar al restaurante que había en la montañita del laguito en el Parque Independencia. Lo pasábamos muy bien".
Esa sólida formación rindió plenamente sus frutos cuando otro de sus maestros, Oscar Mara, discípulo de Battle Planas, le dijo: "Vos olvidate de todo lo que sabés, tenés que sentir". El automatismo psíquico cultivado con Mara le sirvió para lograr un color expresivo y un juego de formas que se libera en gran medida de su sujeción a la representación de figuras. "Primero soltar, después construir. De adentro hacia fuera", recuerda. Los cuadros de Jones abren espacios cromáticos que si bien superficialmente pueden asociarse al expresionismo por su gestualidad compositiva o al romanticismo por lo sugerente y ensoñador de sus vagos atisbos de paisajes, hunden sus raíces en una poética de tradición surrealista.
La frase "naturaleza intervenida" resume una síntesis muy personal entre sus espacios inventados o transformados por la imaginación, y las manchas o trazos que los vuelven extraños y misteriosos, casi oníricos, sin preocuparse de encontrar una justificación verosímil para una silla en medio de un paisaje litoraleño, o una ominosa sombra violeta que se instala en un patio por lo demás muy rosarino, casi schiavoniano en su intimismo.
Los paisajes visionarios de Liliana Jones están surcados, sesgados por esos gestos o trazos que aparecen como intuiciones súbitas, ramalazos de emoción profunda, interrupciones en la continuidad de la superficie. Puede haber uno de sus objetos recurrentes posado sobre un fondo que no representa más que color, o un elemento abstracto enrareciendo una escena. La silla es su objeto favorito, una imagen que normalmente remite al género del interior pero que aquí suele puntuar el espacio de una abstracción. "La silla para mí tiene que ver con las ausencias", dice Jones en relación con este continente o metonimia del cuerpo humano y su figura.
Jones expone en forma colectiva desde 1974 y en forma individual desde 1980. En 1990 participó en la Bienal Internacional de Grabado, CIPE 90, en La Habana, Cuba. Entre otras muestras individuales, ha mostrado su obra en el Museo de Bellas Artes de Austin, Texas (Estados Unidos) en 1998 y en la Exposición de Arte de Rosario en París de la Galería Arredamenti (Francia) en 2012.
El año pasado se inauguró una pintura mural suya en la "Bajada de los Maestros" de Avenida del Huerto entre Sarmiento y San Martín, junto a otros maestros de la ciudad. En julio de 2006 se vieron diez inolvidables acrílicos suyos en la sala Trillas del Teatro El Círculo (Mendoza y Laprida). Las más bellas de esas obras eran las que presentaban una dominante de azules, que remitían al ensueño de la hora crepuscular. Ahora, sus pinturas recientes suman amarillos, rojos y magentas, siempre en combinaciones armoniosas y radiantes. En Jones, el color, como en los cielos profundos de la escuela veneciana o en las tempestades de Turner, constituye su propia luz y su propio espacio.
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