Mié 02.07.2014
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. LOS TELEFéRICOS, DE FRANCISCO SANGUINETI

Relato minimalista y familiar

En su primer libro, Sanguineti propone como núcleo central a una pareja anciana que va acortando sus pasos y su mundo. Ellos son los propios abuelos del autor, que con sus estampas breves desdramatiza con humor una realidad despiadada.

Los teleféricos (2014), de Francisco Sanguineti, fue primero "un caos de escritos inconexos" (según confiesa su autor); después, "una conmovedora ficción autobiográfica" (como coinciden reseñadora y editores) publicada en el primer número de la revista electrónica Ese.

En ese cuento se basó el guión de Federico Actis que fue seleccionado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) para el largometraje colectivo Historias Breves 6. Producido por el Incaa y dirigido por Actis, el cortometraje Los teleféricos (The cable cars) se estrenó a fines de 2010 en el Cine El Cairo.

La cuidada composición geométrica, en ángulos rectos y leves diagonales, de esa obrita maestra cinematográfica de 14 minutos (protagonizada por Juan Nemirovsky y Mirko Buchín) inspiró al diseñador e ilustrador Lucas Collosa la tapa minimalista de Los teleféricos, el libro: un estilo coherente, a su vez, con el arte de tapa de los títulos iniciales de Erizo Editora. Antes fue preciso que Gervasio Monchietti, coeditor con Collosa de dicho sello independiente local, pidiera los textos al autor; que éste (en los ratos libres que le dejan sus dos trabajos como guionista en Señal Santa Fe y locutor en Club de Fun) los revisara con José Sainz y Juan Manuel Alonso, y que Erizo Editora perfeccionara la calidad de sus publicaciones hasta hacer de cada ejemplar del libro otra pequeña obra maestra artesanal.

Antes aún, Sanguineti supo conmover y enternecer al público de su lectura en un bar de Pichincha. La cadencia pausada con que leyó sus textos se adecuaba bien a una prosa que encarna, en la brevedad de sus frases y en la reiteración de sus palabras, el tono de lo que cuenta: una pareja anciana que va acortando sus pasos y su mundo.

El fuerte del libro sigue siendo ese núcleo inicial, la serie de los teleféricos propiamente dicha: una saga de estampas minimalistas breves, ambientadas en la casa de la niñez del narrador en el pueblo de Bragado, donde los abuelos (que lo criaron, ante su orfandad de madre y la viudez del padre, como se sabrá) llegan juntos a la vejez.

Del final anunciado (y de la existencia de un hermano) se informa en las dedicatorias. Sanguineti combina al comienzo un relato austeramente moderno con una mirada intimista, afectuosa y tierna sobre los detalles cotidianos más penosos de quienes se acercan al fin de la vida. En el libro, el adulto mayor está en su casa y es más digno que en la película, donde se ve al viejo institucionalizado.

El humor amable de Sanguineti desdramatiza con piedad una realidad despiadada. Luego se desliza hacia las dos generaciones siguientes, para terminar con la última variación: separarse sin hijos. "Algo me hace pensar que abuela Paca anda necesitando un teleférico", escribe. "Abuela Paca parece haberse convertido en un caracol al que la casa le pesa y ya casi no puede salir de sus paredes. A lo que antes llamaba metros ahora le dice kilómetros. El almacén de los Cantisani que antes estaba a 50 metros/paca ahora se fue a unos 110 kilómetros/paca. El mundo se le va alejando. (...) Abuela caracol anda necesitando un teleférico, el mundo se le hace cuesta arriba" ("Distancias").

En la voz del nieto que recobra y vuelve a perder la infancia en cada visita, "abuela Paca" y "abuelo Pepe" terminan tan cercanos al lector como las propias figuras familiares.

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