CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. MUESTRA COLECTIVA EL DESAFíO DE MIRAR
Inaugurada el pasado viernes, la exposición está alojada en uno de los flamantes espacios habilitados ese mismo día en el Museo de la Memoria. Realizadas por trece expositores, las obras se aúnan en una paradójica belleza melancólica.
› Por Beatriz Vignoli
El viernes pasado se inauguraron los nuevos espacios del subsuelo del Museo de la Memoria de Rosario (Córdoba y Moreno), que incluyen: oficinas para el Servicio de Orientación Jurídica en Derechos Humanos y para el Centro de Estudios en Historia Reciente Argentina y Latinoamericana, un taller de producción y conservación del patrimonio, un nuevo espacio de archivo y consulta para la Biblioteca Raúl Frutos, el Centro Documental Rubén Naranjo y una nueva sala de exposiciones temporarias que se estrenó ese día con la muestra colectiva de fotografías y video titulada El desafío de mirar.
El desafío de mirar muestra una acotada y acertada selección de lo realizado en el taller de ensayo fotográfico que dictó el 5 y el 26 de julio del año pasado la artista Paula Luttringer, sobreviviente del Centro Clandestino de Detención El Pozo y quien por ese entonces exponía en el Museo de la Memoria una muestra individual acerca de aquella experiencia: El lamento de los muros. Cosas desenterradas.
El taller fue producido por el Museo de la Memoria, al igual que el sitio Wix (http://eldesafiodemirar.wix.com/taller#!) donde se pueden leer textos de los participantes y ver una selección más amplia (algo reiterativa) de las fotografías. En la sala pueden verse sólo dos fotos de cada autor, justamente aquellas donde aparece la mirada singular, al cabo de un proceso de selección en dos etapas "con todas las fotos sobre la mesa", como coinciden en recordar los consultados.
Las fotos, de una paradójica belleza melancólica, fueron tomadas por los 13 expositores --Mónica Fessel, Andrés Macera, Darío Ares, Germán Aponosovich, Daniel Fernández Lamothe, Candela Mammana, Cecilia Pellegrini, Rocío de Frutos, Constanza Basconés, Magalí Drivet, Alejandra Cavacini, Jesica Di Monte y Nerina Carrero-- durante una visita con la tallerista al ex Servicio de Informaciones de la Jefatura de Policía (San Lorenzo y Dorrego).
En esa visita, en el transcurso de una charla y un recorrido de una hora y media, ella y otro militante sobreviviente (el Gato Verón) fueron narrando sus testimonios. Los fotógrafos tuvieron la posibilidad de explorar libremente los espacios de oficinas del edificio, como también el subsuelo conocido como "El Pozo", que durante la dictadura militar fue un Centro Clandestino de Detención: un lugar donde el Estado secuestró y torturó a sus propios ciudadanos en pleno centro de una ciudad cuya indiferencia la volvía cómplice.
De allí volvió Paula Luttringer para contarlo, visibilizarlo y compartir generosamente su saber. De su taller participaron fotógrafos profesionales como Germán Aponosovich, artistas como Darío Ares, fotógrafas aficionadas que son profesionales en otras disciplinas, y un sobreviviente que trabaja en el Museo, Daniel Fernández Lamothe. Algunos sacaron allí sus primeras fotos. Es una decisión tanto estética como ética y política elegir qué mirar allí. Cómo saber cuál detalle es indicio y huella histórica? Se puede "ver" la verdad?
"Los muros sólo hablan de lo que van borrando del pasado, incluso a través de lo que conservan", advierte en la página del taller una lúcida reflexión de Andrés Macera, fotógrafo de Rosario/12 que participó en el taller de Luttringer. "Cada marca en la pared, cada ventana, cada objeto abre el interrogante y proyecta en mí mi asociación. Si este agujero es un tiro o simplemente un tarugo que dejó su lugar vacío", pregunta Macera, quien en su ensayo fotográfico registró escrituras en los muros: un nombre, una fecha, una frase. Y también una máquina de escribir, de época de adquisición incierta.
Sólo el relato de los sobrevivientes (con todo lo que contiene ese "sobre") puede arrojar alguna luz. Afortunadamente para quienes buscan la verdad y no sólo el efecto, El desafío de mirar abarca también el desafío de escuchar. Como parte de la muestra, en el ya inaugurado auditorio Iván Hernández Larguía que integra el subsuelo del Museo, se proyecta de continuo un video documental, realizado en dicho taller por una videasta de trayectoria. Memorias enredadas (2013), de Mónica Fessel, despliega en menos de 15 minutos dos series de registros orales, tan paralelos como dispares, de una realidad urbana en la que convivieron y conviven mundos abismalmente distintos.
El video no fue una respuesta a las consignas de Luttringer sino una decisión de la videasta. Empieza en blanco y negro. Fessel (nacida en Buenos Aires en 1972) enciende la cámara y se la cuelga al hombro. Abre y cierra la puerta de su casa y la puerta de calle. Toma un taxi.
"Como se me hacía tarde y yo andaba embalada, me mandé la típica de las películas (lo que no hago nunca): en vez de darle la dirección, le dije: 'Voy al Museo de la Memoria', y ahí empezó la conversación", recuerda. Esa primera indicación fue suprimida en la edición. Sí se oye al taxista que medio pregunta, medio afirma: "Moreno y Santa Fe".
A todo esto, recuerda Fessel, la cámara encendida viajaba en su falda y el taxista (que hizo el servicio militar en 1972) no la veía. "Yo me hacía la boluda y le tiraba de la lengua, después lo edité. Saqué las partes en que hablo yo, sólo dejé la parte donde le digo adonde voy", confiesa Fessel, quien registró todo el diálogo y produjo en la edición una ficción de monólogo donde las palabras de los militares ("extremistas", "guerra sucia") suenan como cristalizaciones incrustadas en la memoria del anónimo sexagenario. El busca entre sus recuerdos el nombre del lugar y sólo lo encuentra al final del viaje.
"Ahora me acuerdo cómo se llamaba: Comando del Segundo Cuerpo de Ejército. Y todo esto que te hablaba (...) me parece que fue hace poco, para mí hace diez años que fue, y hace cuarenta", se asombra él. A un paneo enigmático y siniestro por el Pozo (en color) le siguen fragmentos elocuentes de los relatos en off de Paula y el Gato, y al fin la voz de Paula medio preguntando, medio afirmando: "Cómo 40 años después uno tiembla todavía cuando reconoce a alguien en una foto".
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