CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. INCURABLES, EN EL ESPACIO CULTURAL UNIVERSITARIO
"Queremos pintar como pintores. Sin mayores excusas, solemnidades ni pretensiones. Así nos sentimos, enfermos de pintura. Incurables", dicen Juan Balaguer y Mario Godoy sobre la muestra que comparten, que se exhibe hasta el 30 de septiembre.
› Por Beatriz Vignoli
"No escondemos la pintura, no queremos que la anécdota o los efectos la fagociten. Temáticamente autorreferenciales (infancia, familia y sociedad se mezclan en su superficie), los cuadros de esta muestra son sobre todo pigmentos y solventes depositados sobre lienzos. Queremos pintar como pintores. Sin mayores excusas, solemnidades ni pretensiones. Así nos sentimos, enfermos de pintura. Incurables". Con este manifiesto, Juan Balaguer y Mario Godoy abren su exposición, que puede visitarse hasta el 30 de septiembre en el Espacio Cultural Universitario (San Martín 750).
El título de la muestra, Incurables, "es un juego con la ausencia de curador y la insistencia con la pintura", cuenta Balaguer, quien presenta un díptico de 2010 y una serie de nueve óleos pintada entre 2012 y 2014, titulada Domingo. Crónica o diario íntimo visual, ensayo en imágenes, Domingo narra una tarde en familia, en verano. Parece un cruce entre la saga pictórica La vida de un día, de Fernando Fader, y el film El asadito, de Gustavo Postiglione. Se inicia con la imagen de un parrillero en la terraza. Detrás se ven un árbol, un edificio y el cielo. Alrededor, la pintura cede ante los bordes del lienzo y deja ver el artificio, exponiendo el medio. Siete de los cuadros abren panorámicas o planos medios y dos muestran detalles. Desde afuera, en la cartela correspondiente, los números de un reloj digital subtitulan cada instantánea. Son tomas efímeras que la pintura adensa en tiempo, escenas que podrían ser de la vida de cualquiera: los hermanos y las cuñadas a la mesa, la abuela en la pileta con el nieto, los primeros pasos del niño bajo los últimos rayos de la tarde (el cuadro más bello de la serie) y hasta un autorretrato que dialoga con las figuras lúdicas sobre paisaje urbano de Antonio Berni, en su serie de Juanito Laguna pero en versión clase media. Otro interlocutor de la tradición local podría ser Juan Grela, en su período intimista.
Balaguer retoma aquí sus comienzos como pintor: la serie de los bañistas en el Paraná. Pero aquel tono de ironía, ahora se ha convertido en ternura. Sí se mantiene, "incurable", el gusto por pintar el volumen muscular, el tono de la piel, los brillos del agua o los claroscuros de la luz. Incluye, a modo de aperitivo, un guiño a su período de los bodegones: el díptico Picado grueso-Picado fino (2010), donde con técnica pictórica virtuosa expone la analogía entre el corte casi científico de un embutido y la textura de una multitud. Puede pensarse Domingo como una síntesis entre ambos períodos: el tema del alimento está presente y también su vinculación con lo humano.
Mario Godoy también retorna a su primera búsqueda, aquella serie de divas televisivas que en alguna "clínica de obra" le fueran cuestionadas. Tras años de explorar la propia infancia pintando juguetes y objetos de presencia inquietante, se puso a traducir al idioma del color aquellas series que miraba en blanco y negro, como cualquier chico que haya vivido su niñez en Argentina en los 70. En un año pintó esta magnífica serie de series: una galería de alto impacto y gran riqueza cromática donde El Zorro, El súper agente 86, Viaje a las estrellas, Kojak, Combate, Batman, El agente de CIPOL, El gran chaparral, Capitán Escarlata y Los locos Adams vuelven al presente en un gesto de apropiación muy bien logrado, con un antecedente en las serigrafías pop de Andy Warhol pero abordando la visualidad planimétrica de la gráfica desde la técnica del óleo.
Ni realistas ni hiperrealistas, Balaguer y Godoy pintan pintura. Filosóficamente, se presentarían como neopositivistas, hablantes centrados en el propio lenguaje: el de los "pigmentos y solventes". Un rasgo contemporáneo de esta nueva pintura es su forma de representar el espacio como ligado al tiempo, concebido a su vez como un instante en un continuo. El espacio ya no es lo que era: no van a verse en esta muestra rigurosas perspectivas, sino que las figuras tienen detrás como fondo el infinito. Si en la paradoja del espacio plano todo está cerca, en la paradoja del tiempo instantáneo todo es ahora.
Godoy y Balaguer reelaboran el pasado pictórico desde el presente, que no es sinónimo de inmediatez. Las mediaciones son otras. Además de una vasta cultura pictórica, sus miradas contemporáneas están moldeadas por viejos y nuevos formatos audiovisuales y de la comunicación: la televisión, o las fotos con el teléfono celular.
Ambos expusieron juntos, y con otros representantes locales de la misma tendencia, en otras tres muestras colectivas: Me Importas Tú (CCPE, 2007), RGB (Biblioteca Argentina, 2009) y Pic Fic. Siete pintores rosarinos contemporáneos (OSDE Rosario, 2011). Acerca de esta última, un periodista radial le preguntó a la curadora de turno si los cuadros se entendían. La respuesta: "Vaya a verla y me cuenta". El periodista fue. Vio un Falcon verde, un chupete, una tira de asado. Se reconoció. Nada puede ser más comprensible para el espectador rosarino que estas obras, que no necesitan explicarse.
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