CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. LA FOTO DE LOS LUNES EN LA ESCUELA MUSTO
Durante cuatro años, al comienzo de cada semana Paulina Scheitlin subió a un perfil de Facebook imágenes capturadas con su cámara analógica. Hasta el 12 de septiembre estará en exhibición una selección de esas obras sorprendentes.
› Por Beatriz Vignoli
Hace casi cuatro años que la fotógrafa rosarina Paulina Scheitlin sube a Facebook una foto cada lunes. La página pertenece al rubro "Diversión" de la red social y se llama "La foto de los lunes". Hasta el 12 de septiembre, una selección de entre las 200 copias originales analógicas subidas de las fotos puede verse de lunes a viernes de 9 a 12 y de 14 a 20 en la planta alta Escuela Municipal de Artes Plásticas Manuel Musto (Sánchez de Bustamante 129), escuela en cuyo taller de fotografía participó la autora en 2007 y 2008.
Para quienes conocen la obra fotográfica de Paulina Scheitlin por sus anteriores exposiciones y por su libro El centro, publicado en 2012 por la Editorial Municipal de Rosario, empezar la semana abriendo https://www.facebook.com/lafotodeloslunes permite no sólo espiar de un vistazo el inconfundible mundo de Scheitlin (un mundo que ella construye de a detalles obtenidos en la vía pública) sino darse un sano chapuzón de sinsentido. Y la muestra ofrece más de este universo: es una visita al extraño planeta inventado por el sesgo de una mirada.
A diferencia de otros fotógrafos, Paulina Scheitlin (Rosario, 1979) no interviene sus tomas. En cambio, anda por la ciudad con su cámara Canon analógica, atenta a pescar el punto exacto donde el sentido dado por el sistema capitalista interrumpe su funcionamiento: una mirada de paseante urbana que es heredera de los devaneos a la deriva de los surrealistas parisinos en busca de lo anacrónico, lo anticuado, lo obsoleto, lo pasado de moda, la reliquia artesanal. No se trata tanto de un "ir en busca de" como de una atención flotante que le permite encontrarse con la imagen, al modo del hallazgo.
En algunas tomas, el tono general de la imagen convoca a la ternura o la nostalgia (cabe preguntarse si bajo esa inocente Canon FT QL, al modo de los artilugios de los agentes de las series de espionaje de los años sesenta, no se camuflará una verdadera máquina del tiempo); en otras, la emoción estética disparada es un humor de una comicidad absurda. Lo regocijante se encuentra justamente en la posibilidad, que la imagen ofrece, de una interrupción del sentido.
La frase que ella agrega como epígrafe cada lunes (y que consta en la cartela correspondiente junto a cada foto de la muestra) suele tener un tono solemne y llevar una firma de prestigio, emblemas pomposos que a veces juegan como ironía en relación con lo que se muestra. Otras veces la frase orienta la mirada; otras, es un chiste.
La capacidad de Scheitlin de componer en la toma le permite encuadrar imágenes que parecen collages de lo más dispares; su presa favorita es la vidriera. Al detenerse ante cada una de estas escenas de un teatro bizarro de objetos, el espectador se pregunta qué hacen juntos, qué los habrá reunido ahí, cómo llegaron a eso. También surge una pregunta respecto de cada objeto (una pregunta sin respuesta), la de cómo pudo llegar a existir una cosa así: una rana de plástico en patineta, una bolsa de red llena de cabecitas de muñecas, una cabeza de vaca gigante puesta sobre un edificio industrial, un "llavero loco maleducado" (así se anuncia en un tosco letrero) o una jirafa artificial con un cerco alrededor donde un letrero prohíbe entrar con animales. El sentido se escurre y el epígrafe no lo proporciona; sólo queda el asombro de lo maravilloso rescatado de entre lo cotidiano.
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