CULTURA / ESPECTáCULOS › EL CINE EL CAIRO CUMPLE 52 AñOS COMO ESPACIO VITAL DE LA CULTURA ROSARINA
La sala de calle Santa Fe al 1100 conlleva la épica de los tesoros recuperados. Su reapertura en 2009 significó una victoria para la expresión de los deseos, los sueños, reflexiones, y las vocaciones de nuevos creadores. ¡Feliz cumpleaños!
› Por Emilio A. Bellon
Al evocar lo que significó para nosotros, los que amamos el cine, la recuperación de la sala del cine El Cairo, inmediatamente, me viene a la memoria la secuencia final del un tanto olvidado film de Ettore Scola, Splendor, cuyo estreno tuvo lugar en una fecha cercana a la presentación del multipremiado y entrañable film de Giuseppe Tornatore, Cinema Paradiso, pero que nos presenta un desenlace demoledor.
A diferencia del film de Tornatore, de quien vimos este año su hipnótico film La mejor oferta, el film de Scola, desde el deseo y la fantasía del personaje que componía Marcello Mastroianni, junto a Marina Vlady y Massimo Troisi, nos permitía pensar que ante el cierre inminente de esa sala, ubicada en un espacio suburbano, la presencia solidaria, la resistencia ante los embates de intereses mercantiles, la cooperación de los habituales espectadores, lograba que la misma permaneciese abierta.
En tanto espacio comunitario, en tanto espacio público, es más que pertinente recordar que el primer encuentro que nos permitió llevar adelante este ansiado sueño de recuperar la sala del cine "El Cairo", ante el avance de las ofertas que ponían sobre la mesa de negociaciones, desde supermercados, playas de estacionamiento y templos religiosos, tuvo lugar en la sala de sesiones del Concejo Deliberante; hecho más que auspicioso, que convocaba a todos los sectores más allá de afiliaciones partidarias, que reafirmaba otra de las grandes utopías en el espacio de los tiempos democráticos.
Ante una primera invitación por parte de Carlos Comi y de Marcelo Britos, fue posible, entonces, aquel primer encuentro, el que nos abrió las puertas para iniciar campañas, foros, reuniones, con representantes de todos los partidos pol¡ticos. La reapertura de esta sala fue posible gracias a este esfuerzo colectivo, a la difusión que le otorgaron la mayor parte de los medios, a un emprendimiento que abrió un programa de trabajos, a partir de la expropiación y compra por parte del gobierno provincial; desde sus Ministerios, de Chiqui González y Pedro Cantini, quienes en numerosas reuniones nos iban informando sobre las tareas que se estaban llevando a cabo en aquellos días del 2008, cuando ya comenzábamos a diseñar programas de actividades.
Y fue entonces que en el mes de septiembre del 2009, la sala del cine El Cairo reabría sus puertas, luego de algunos años de silencio; período en que vimos sus puertas cerradas y valladas por un alto enrejado. Esta sala, que había sido inaugurada un 8 de mayo de 1945, coincidente esta fecha con la finalización de la Segunda Guerra Mundial, con el estreno de Privilegio de mujer con Charles Boyer e Irene Dunne, tras un largo período en el que se habían dado a conocer films de la cinematografía europea, que fue el ámbito del espacio cineclubista de Arteón, volvía a reanudar su marcha, a mediados de septiembre del 2009, por los carriles de la ensoñación.
¿Cómo no traer a la memoria ese momento fundacional de ese primer encuentro? Ante la tristeza, la incertidumbre e igualmente el empeño y el desafío, estábamos allí, aquel mediodía, (así lo recuerdo hoy), sentados en las bancas algunos, y ante tanta concurrencia, otros de pie. En ese momento, estábamos en ese auspicioso recinto, Carlos Comi, Marcelo Britos, Carlos Bagnato, Sergio Montanari, Liliana Favari, Sandra Bilicich,(a cargo de la conducción en el primer período), Gustavo Escalante, María Zulema Amadei, Javier Matteucci, Daniel Grecco, Olga Vitabile y nuestro recordado poeta Rubén Sevlever (al frente de la Librería "Aries", en aquellos sesenta y setenta); el actual director de la sala, Ariel Vicente, Sidney Paralieu, Sebastián Muratore, Marcela Savino, Daniel Grecco, quien suscribe esta nota y tantos más. Recuerdo, ahora, mientras estoy escribiendo este texto, palabras, rostros, imágenes, que bosquejaban un mural de posibilidades, que nos motivaban a esa fascinante aventura.
Y con el paso del tiempo, en cada encuentro mensual de la función de "Amigos de El Cairo", se fueron incorporando nuevos nombres. Es así que cada mes uno de ellos puede seleccionar y proponer algunos films que forman parte de los más queridos: sus predilectos. De esta manera, a través de la actual conducción, dirección, de Ariel Vicente, igualmente docente y realizador, a cargo de talleres para niños, se mantiene un permanente diálogo y se planifican numerosas actividades; encontrando los directores locales, regionales y de otras provincias, el ámbito ideal para la presentación de sus obras; dando la sala la bienvenida a grupos escolares.
Remodelado, restaurado, con algunas ampliaciones y renovados equipos de proyección, el cine El Cairo, nos recibe con un amplio hall que nos invita a revivir el cine de años idos. El concepto de cine como espacio público, las sesiones de matiné, los tres films en un día, la entrada misma que nos invita al diálogo, quedan fuertemente expresados en la figura de ese antiguo proyector que orilla la entrada y en esos frisos que remiten a actores, directores, géneros, clásicos del cine.
Y allí, a ambos costados, desde una envolvente luz que se filtra en el tono bordó de sus butacas, en cada nueva función, se reaniman las palmeras, reanudando aquellos relatos de entonces, cuando la sala cinematográfica oficiaba como un templo y los espectadores asistíamos a ese ritual mágico.
La reapertura de la sala de El Cairo, que mantiene su cartel de neón y marquesinas, despierta en nosotros, espectadores, habitantes de nuestra ciudad y de otras, viajeros, el manifiesto deseo de continuar con esta labor. Pensemos que en tantas ciudades y pueblos, el cine era entonces ese espacio, ese lugar, en el que familias y amigos, hombres y mujeres solitarios, encontraban, en algunos momentos de la semana, la posibilidad de un nuevo diálogo, de abrir nuevas perspectivas, de vivir y revivir los sueños de la infancia. El cine apelando a nuestros deseos, sueños, reflexiones, vocaciones de nuevos creadores.
En los pueblos de nuestra provincia, por lo general, las salas llevaban los nombres de Verdi, Rossini, Cervantes, haciendo honor a los grupos inmigratorios, a quienes hab¡an llegado a esas tierras. En cada barrio de nuestra ciudad los nombres revivían el de las grandes ciudades o bien hacían alusión al barrio, a figuras de nuestra historia y de la mitología; revistiendo, algunos de ellos, los más céntricos, nombres que los asemejaban a fortalezas y castillos. Como diría Edgardo Cozarinski en su melancólico libro, Los palacios plebeyos.
Nosotros, quienes vimos cerrar una a una, tantas salas, ya desde fines de los sesenta, en la época del Onganiato; los otros habitantes de otras comunidades, de tantos pueblos, que vieron cómo esas únicas salas estaban condenadas al destierro, vivimos hoy este nuevo aniversario como una sublime celebración, mirando, de manera esperanzada, hacia la posible recuperación de otros espacios.
En nuestra ciudad, aún permanece en pie, como espacio cultural, la sala del cine Lumiere, en la zona de Arroyito. Desde su nombre no sólo recordamos a los hermanos que programaron la primera función pública en aquel 28 de diciembre de 1895, en el salón del Café Indien en París; sino, además, a la misma acepción del vocablo, que en nuestro idioma, significa luz.
Así, en un momento del film de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, "Good Morning, Babilonia", uno de los personajes, en un alto de una filmación, expresa: "El cine es luz", abriéndose en ese momento un gran ventanal e iluminando totalmente la pantalla.
Así, desde este prólogo a la celebración del quinto aniversario, invitamos a transitar un programa de actividades, proyecciones, debates, presentación de publicaciones y de números musicales que fueron pensados para todos los públicos. Y cuya fecha de inicio es el miércoles 17, a las 20, con el preestreno del film Las insoladas, acompañado por Gustavo Taretto, su realizador.
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