CULTURA / ESPECTáCULOS › MANIFIESTO 404 PARA UN ENCUENTRO INéDITO EN MOSCú 2014
› Por Gina Valenti *
Siempre han existido las redes sociales, sólo que ahora nos encontramos frente a la digitalización de nuestros vínculos. Hace tiempo que experimentamos un desapego por los demás, sin dejar de mantener un contacto fluido entre nosotros.
Las redes sociales digitales capitalizan el hecho natural de la comunicación, mediando entre nuestras palabras y las otras, aunque muchas veces el emisor resulta ser también el destinatario, siendo el que más tiempo pasa junto a la información que está comunicando y quien suele revisitarla a diario.
La inmediatez no mejora nuestro modo de conocernos. Para ello, son necesarios el silencio, la reflexión, el tiempo.
Hoy parece un acto simple comunicarse con otros, pero ¿cuándo ha sido así?
Ningún sistema optimiza nuestros lazos, sino que los dirige, generando hábitos y dispositivos que fusionan conceptos tan antagónicos como lo complejo y lo accesible, rumbo a la asimilación de lo incomprensible.
Los encuentros que el sistema no puede anticipar y las distancias que generamos sin motivo aparente, viven entre las bases que se rehúsan a aceptarlo, en el cortocircuito del pacto más rebelde: la humana condición.
Somos el recurso del que se vale el medio para permanecer, a pesar de nuestra capacidad de comunicarnos, pero no debemos olvidar que el primer contacto entre dos civilizaciones ha sido fruto de la conquista y la invasión.
Aún viajamos sobrevolando las guerras. Si pensáramos a la Humanidad en términos informáticos, quizás sería más fácil aceptar que estamos siendo deleteados por un sistema operativo, nuestros países formateados, nuestras ideas borradas. Al descender de un avión nos estrellamos contra la realidad y, sin embargo, todo nos supone a salvo.
Este mundo de cuerpos análogos y sentimientos digitales, transita ese vaivén que se extiende entre la usuarización y la humanización.
La promesa del acceso es lo que convierte al humano en usuario. La búsqueda de propósitos intangibles va siendo reemplazada por la conformidad de lo accesible. Por eso, el arte es la reacción expresiva a un sistema opresivo.
Cuando nuestra imaginación se confunde con el imaginario colectivo y ese imaginario es corporativo, es necesario visualizar algún indicio que nos devuelva a la exclusiva tarea de no pertenecer. Un sistema revela su derrota cuando oculta sus fallas y cada mejora es la prueba de que nunca funciona, pero nuestra credulidad comienza a tambalearse: la tecnología intenta distraernos; el sistema, apaciguarnos; la religión, recuperarnos; las catástrofes nos refugian tratando de asustarnos. Todo se ahoga y se extingue pero no siempre es por el fuego o por el agua.
Somos los desastres más naturales del mundo, las tormentas que llueven sobre las reglas de construcción.
Las llamas donde arde lo que nunca es nuestro.
Somos lo que queda cuando todo se desarma y nadie puede usar ninguna de esas partes.
Somos la casa que protege a nuestro techo,
la razón de nuestras dudas,
los padres de todo desconocido,
los amigos de los que no vuelven,
la esperanza de toda muerte injusta,
la fábula contemporánea de una verdad histórica.
Lo que somos, es lo que humanizamos.
* Directora del Festival de Arte y Tecnología 404, fundado en Rosario en 2004, que bajo el lema Human vs. User se desarrollará en Moscú entre el 25 y 29 de octubre. Más información en www.404festival.com.
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