CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. AUTORRETRATOS DE EMILIO GHILIONI EN CASA DE LA EDUCACIóN MéDICA
La muestra, que continúa otra de retratos realizada en 2010 en la Biblioteca Argentina, reúne obras en distintas técnicas (pinturas al óleo, dibujos y un grabado a punta seca) y abarca toda una trayectoria: desde 1950 a 2013.
› Por Beatriz Vignoli
Hasta el miércoles de la semana que viene puede visitarse la exposición individual de autorretratos de Emilio Ghilioni que organiza la Casa del Artista Plástico en el espacio de arte que ocupa los dos pisos de la Casa de la Educación Médica (Paraguay 556), perteneciente al Colegio de Médicos de Rosario. La muestra, que continúa otra de retratos realizada en 2010 en la Biblioteca Argentina, reúne obras en distintas técnicas (pinturas al óleo, diversos tipos de dibujos y un grabado a punta seca) y abarca toda una trayectoria: 1950 a 2013.
La obra más reciente es del año pasado y se titula El taller de la memoria. Es una gran pintura en todo sentido, que dialoga con íconos de la historia del arte, desde El taller del pintor (1855), de Gustave Courbet, a Con los pintores amigos (1930), de Augusto Schiavoni. La más temprana es el minucioso retrato a lápiz de un joven (¿él mismo?) fechado el 20 de agosto de 1950, cuando el autor tenía 15 años. Aquella etapa adolescente fue la de sus comienzos en el arte del retrato. Poco después, mientras cursaba el último año de la secundaria en la Escuela Industrial Nacional de Santa Fe, ingresó a la Escuela Provincial de Artes Visuales "Profesor Juan Mantovani" en esa ciudad.
Si bien desistió de aquel primer intento por razones que no se especifican en la fuente consultada (el libro catálogo de su muestra antológica en el Museo Castagnino en 2008), en 1955 decidió estudiar arquitectura en la entonces UNL y para eso migró a Rosario, donde tuvo la suerte de conocer al maestro Juan Grela. En su taller se formó como artista desde 1957 hasta 1963, familiarizándose allí con una tradición del arte local (Schiavoni, Luis Ouvrard y otros) que Grela hacía conocer y valorar, en pie de igualdad con modelos de países centrales.
Del período vanguardista de Ghilioni (1965 a 1968) no quedan rastros visibles en su obra más actual, aunque cabe suponer que la audacia de sus planteos compositivos e iconográficos mantiene aquel espíritu. En su obra de los años 80, el posible simbolismo barroco de elementos como las flores mustias y el brocado fúnebre guarda cierta sintonía con el uso de estos que en el mismo período (y en autorretratos que aluden a la mortalidad al modo barroco) hizo un antiguo compañero suyo del Grupo de Arte de Vanguardia (GAV): el fotógrafo Norberto Puzzolo. En Puzzolo se hace más patente aún la sospecha de que sólo se podía resurgir como artista tras la devastación genocida (o la desilusión, en países no tan oprimidos como este) mostrando lo cercano y lo íntimo, y cargándolo de sentido.
Sorprende la cantidad de autorretratos fechados en 1976 que se ven en la muestra: muchos dibujos, varios bocetos de xilografías. Al igual que otros integrantes del GAV, tras la disolución del grupo en 1968, Ghilioni se pasó ocho años sin hacer arte (tal la "abstinencia" de algunos relatos sobre ex miembros del GAV, como las biografías de Juan Pablo Renzi). El golpe militar de 1976 lo empujó al interior de su taller (ese refugio que muchos artistas actuales, abocados a un conceptualismo institucional, ya no tienen) y a dejar de lado los audiovisuales sociopolíticos que sí venía realizando, en colaboración con Rodolfo Elizalde y el médico Jorge Marchetti. Y los rasgos del propio rostro pasaron a ser el tema. Un autorretrato del 12 de junio de 1976 lo muestra "en espera" en un claustro arquitectónico vacío; otro del 13 de agosto es parte del boceto de un afiche que anuncia una exposición programada para el 6 de agosto a las cuatro de la tarde.
No, no es un error: el artista escribió una fecha y un horario ficticios. La ficción en el interior del cuadro (contrastando con la precisión documental de las fechas consignadas junto a la firma) es una constante en estos dibujos y pinturas de Ghilioni, lo mismo que los juegos de intertextualidad visual que remiten tanto a obras ajenas como propias. Un autorretrato de 2007 aparece incluido en una galería de cuadros dentro del cuadro en un retrato de su nieto pintado en 2011. (Una genialidad del montaje los puso uno cerca del otro pero con una oportuna puerta en el medio, para que el guiño no sea tan fácil).
Con los años, el propio rostro se multiplica en álbum familiar. Cada pieza da cuenta de una vida muy rosarina, muy de puertas adentro, siguiendo la tradición "intimista" que inició Schiavoni bajo el golpe de Uriburu y continuó Grela, ex comunista en el primer peronismo. El mundo representado en El taller de la memoria (2013) engloba un mosaico de afectos y de obras, en medio de los cuales se para el pintor trabajando desnudo. En el taller de Courbet, la modelo desnuda debía leerse como una alegoría de la verdad; en Ghilioni, él desnudo es un modo de decir que se lo ha dado todo, y que se sigue con vida.
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